En 1602 zarpó de Arcángel un barco con cuatro futuros estudiantes de universidades inglesas a bordo. Tras haber estudiado el tiempo necesario, debían regresar y trabajar en la Orden de la Embajada. Pero los problemas rompieron todos los planes. Además, los estudiantes fueron olvidados en su patria. Y cuando se acordaron, no había nadie para volver.
Hijo del oficinista Grigori Olferiev, Nikifor estudió en Cambridge, primero en St John's y luego en el Clare College. Allí conoció a John Beadell, cuyo padre comerciaba con Rusia: le ayudó cuando se hizo evidente que no podía conseguir dinero de su patria para sus estudios y manutención. Pasaron varios años y Olferiev decidió convertirse a la fe anglicana. Ya no podía volver atrás: las crónicas de la época describen terribles castigos por el pecado de herejía, hasta la hoguera y ser enterrado vivo. Pero una de las principales exigencias que Borís Godunov planteó a la reina británica Isabel I fue preservar la fe de los estudiantes rusos en tierras extranjeras.
Traer de vuelta a Olferiev a toda costa
Los embajadores no se dieron por vencidos: había que traer a Alferi de vuelta al país, a pesar de su condición de apóstata. Llegaron incluso a amenazar con empeorar las relaciones entre los dos países y las dificultades a las que se enfrentaban los comerciantes ingleses que comerciaban con Rusia.
Alferi se quedó en Inglaterra, se casó, consiguió una parroquia, sobrevivió a los desagradables años en que los puritanos se opusieron a la Iglesia anglicana. Vivió 80 años y murió en 1666.
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