Fiódor Búdberg, el embajador ruso en el cementerio británico de Madrid

Historia
ÍGOR MÉDNIKOV
Barón de Búdberg llegó a Madrid en una época turbulenta, llena de conflictos locales y crisis internacionales. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la situación se complicó aún más.

El Cementerio Británico de Madrid oculta y guarda en su triste silencio muchos secretos y biografías, muchos de ellos desconocidos para nosotros. Un nombre alemán que aparece en una tumba antigua. Por extraño que parezca no pertenecía a un protestante del norte de Europa, sino a un ruso. Se trata del único diplomático barón Fiódor Andréievich Búdberg (1851–1916).

Muchos nobles de origen alemán de las provincias bálticas del Imperio ruso fueron conocidos como funcionarios de Estado, militares, diplomáticos, nobles cortesanos, etc. Fiódor Andréievich Búdberg fue de esta nobleza báltica. El linaje nobiliario de Budberg-Bönninghausen procede de Westfalia y es conocido desde el siglo XI. Sus ilustres representantes han estado al servicio estatal en distintos países europeos.

Fiódor Búdberg nació el 19 de noviembre de 1851 y hasta su nombramiento como embajador ruso en España había servido durante 36 años en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Acostumbrado a vivir en los países de habla alemana, el barón de Búdberg fue nombrado embajador del Imperio ruso en España 30 de junio de 1909, poco después de la dimisión del conde Artur Pávlovich Cassini (1835–1919), que fuera embajador ruso en Madrid entre 1905 y 1909.

“El sucesor del conde Cassini es un diplomático muy culto, que viene precedido de una brillante reputación, adquirida en los puestos que anteriormente desempeñó. El barón de Búdberg, es de estatura aventajada, de arrogante presencia y figura simpática; tendrá unos sesenta años y en su fisonomía inteligente luce bigote blanco”, así le caracterizó el periódico ABC tras su llegada a España.

Sin embargo, a principios del siglo XX Madrid no era para los diplomáticos rusos un lugar de destino envidiable. Las relaciones hispano-rusas no eran prioritarias para ninguna de las partes. Además, el comercio entre Rusia y España era escaso. Aunque las relaciones diplomáticas tenían carácter regular, los contactos bilaterales eran casi episódicos y de protocolo. Como decían entonces, las relaciones eran “amistosas” y “cordiales”.

Un época turbulenta para el mundo

Barón de Búdberg llegó a Madrid en una época turbulenta, llena de conflictos locales y crisis internacionales marcados por la escisión entre la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia).

El objetivo principal de la política exterior de España, debilitada y despreciada tras el Desastre de 1898, era la búsqueda de posibles aliados dispuestos a garantizar la soberanía española en las Islas Canarias y Baleares, Ceuta y Melilla. Ansioso de estrechar la colaboración de España con la Entente, Alfonso XIII decidió buscar la intermediación del Imperio ruso.

Así, el 24 de agosto de 1912 el rey invitó al embajador ruso a una audiencia privada al Palacio de Miramar de San Sebastián. Tras la conversación, el embajador envió todos los detalles al zar Nicolás II que recomendó “tratar en serio este asunto”.

En realidad, el Imperio ruso sólo podía ofrecer a España su ayuda como mediador para las negociaciones con Francia. Pero la idea fracasó por la posición francesa.

Finalmente España no entró en la Triple Entente y se proclamó neutral tras el inicio de la Primera Guerra Mundial.

¿A qué se dedicaba la embajada rusa en España?

En esta época el principal trabajo de la embajada rusa en Madrid, y de Búdberg personalmente, fue negociar el intercambio de prisioneros de guerra y la defensa de intereses de los súbditos rusos en los países enemigos. La correspondencia sobre estos asuntos se dirigía a la embajada rusa en Madrid a través del Ministerio de Estado de España, que la recibía de sus representantes en Alemania y Austria-Hungría.

Después de estallar la Gran Guerra la embajada rusa en España se encontró en una situación económica difícil. Sus gastos aumentaron porque tenía que pagar la propaganda a favor de la Entente y ayudar a los rusos que se encontraban en España. Además la guerra cambió bruscamente la vida y costumbres del cuerpo diplomático acreditado en Madrid.

Los rumores sobre la posible destitución de Búdberg ya habían empezado desde hacía tiempo. En septiembre de 1914, en el Ministerio de Asuntos Exteriores afirmaban que pensaban destituir a Búdberg por sus problemas de salud. En realidad el apellido alemán le estaba causando problemas. La germanofobia, la búsqueda de “traidores”, “agentes” y “espías” alemanes en aquel entonces invadieron a Rusia.

A principios de febrero de 1915 fue cesado para ser nombrado senador, algo que le resultó doloroso. Poco después caía enfermo. El 6 de marzo de 1916 llegó un telégrafo a Petrogrado: “El barón de Búdberg está enfermo de pulmonía. El concilio médico reconoció que su estado es muy grave. Pido comunicarme con sus parientes. En caso de agravamiento tomaré la dirección de la embajada”. Al día siguiente 7 de marzo, a las 11:20 de mañana, fallecía el barón Búdberg.

El entierro de Búdberg tuvo lugar el día lluvioso de 10 de marzo 1916. Según la orden de Alfonso XIII al embajador difunto le rindieron todos los honores que correspondieron a su cargo aunque había dimitido ya.

A Búdberg le enterraron en el Cementerio Británico de Madrid porque él no había sido católico.

Los restos de “Don Theodore de Búdberg” (así le llamaron en España al embajador ruso) hasta la actualidad están en la tierra española.

Ígor Médnikov, investigador del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia.

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