Los principales grandes almacenes del país, situados en plena Plaza Roja, no siempre fueron sólo un símbolo de abundante industria y comercio durante la era soviética. Además de productos escasos y mobiliario exquisito, aquí se podían encontrar... ¡pisos comunales!
En la década de 1920, la planta superior del GUM, donde había almacenes, se convirtió en un piso comunal debido a la falta de viviendas. Allí vivían 22 familias, todos soviéticos corrientes. Y si piensas que tenían suerte de vivir con vistas al Kremlin, no es del todo cierto.
Sí, había tiendas, una peluquería, una imprenta y cursos de idiomas justo debajo de ellos, pero el lugar no servía de mucho para vivir. No había cocinas comunitarias ni gas ni aseos. Tenían que cocinar la comida directamente en sus habitaciones, en cocinas de parafina, y utilizar los aseos públicos de los grandes almacenes. A finales de los años 30, se abrió una casa de baños de pago en el sótano del GUM, lo que facilitó mucho la vida a los inquilinos.
No todos tenían suerte con las vistas desde la ventana. La mayoría de los pisos comunales tenían ventanas que ni siquiera daban a la calle, sino al interior del edificio. Todas las mañanas, a las 8, los grandes almacenes abrían sus puertas y, por el ruido de los pies que se apresuraban a ir a su turno, los inquilinos podían consultar sus relojes.
Sólo en 1953, tras la muerte de Stalin, los residentes del centro comercial fueron trasladados a pisos más habitables, y GUM dejó de ser el hogar de nadie.
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