En otoño e invierno de 1941, las tropas soviéticas detuvieron a la Wehrmacht en las afueras de la capital soviética a costa de tremendos esfuerzos y enormes sacrificios. Los nazis sólo consiguieron acercarse a la ciudad desde la dirección noroeste.
El 30 de noviembre, unidades de la 2ª División Panzer del teniente general Rudolf Fayel ocuparon la aldea de Krásnaia Poliana (hoy un microdistrito de la ciudad de Lóbnia, en la región de Moscú). La distancia hasta la frontera administrativa de Moscú desde allí en línea recta era de unos 17 kilómetros, y hasta el Kremlin algo más de 30.
El asentamiento estaba situado en una colina y los alemanes planeaban colocar allí artillería de largo alcance para bombardear el centro de la capital soviética. No tenían ninguna duda de que el Ejército Rojo estaba al borde del desastre y se preparaban para un asalto decisivo.
“¡Nos encontramos cerca de Moscú como vencedores y ante nuestra mirada mental en un resplandor rojo sangre surgen manzanas en llamas, innumerables cúpulas de catedrales y los muros del Kremlin! Ojalá se hiciera realidad antes!” Esto era lo que, según las memorias del coronel Luitpold Steidle, pensaban muchos soldados alemanes en aquellos días.
Sin embargo, tales sueños no estaban destinados a hacerse realidad. El 5 de diciembre, de forma totalmente inesperada para los nazis, las tropas soviéticas lanzaron una gran contraofensiva y, tres días después, liberaron Krásnaia Poliana.
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