El 26 de septiembre de 1983, este oficial soviético estaba de guardia en la base secreta Sérpujov-15, en la región de Kaluga, cuando se activó el sistema de alerta de ataque con misiles. Sonó la alarma, parpadearon las luces rojas: el ordenador indicaba que se habían lanzado misiles hacia la URSS desde Estados Unidos.
Las relaciones entre ambos Estados estaban en su punto más bajo: el 1 de septiembre de 1983, la URSS había derribado por error un Boeing coreano sobre la isla oriental de Sajalín. A bordo viajaban 269 personas, entre ellas 62 ciudadanos estadounidenses. El Presidente Ronald Reagan, que en marzo de ese año todavía había calificado a la URSS de “imperio del mal”, proponía ahora seriamente levantarse contra Moscú.
Petrov disponía de 15 minutos para decidir si era necesario un ataque de represalia. Si los estadounidenses hubieran lanzado misiles, habría sido el comienzo de una guerra nuclear. Y Petrov asumió su responsabilidad. No se fiaba del ordenador. “Me tomé la libertad de desconfiar del ordenador. Nunca puede ser más inteligente que el hombre que lo creó”, confesó, ya jubilado, en una entrevista.
Los superiores del hombre que salvó el mundo no le dieron ninguna recompensa. Tampoco le siguió ningún castigo serio. Las autoridades militares soviéticas no querían revelar a la sociedad que este importante sistema de alerta de misiles había funcionado mal. No obstante, Petrov fue reprendido por “no rellenar correctamente el registro” urante el incidente.
Un año después, se retiró por motivos personales. El hombre que salvó al mundo murió en mayo de 2017.
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