Este astuto criminal soviético sedujo a una investigadora para escapar de la cárcel

Russia Beyond (Foto: Del archivo de Vladímir Gueorguiev)
Su historia, conocida como ‘romance en la cárcel’, conmocionó a la opinión pública soviética e inspiró una película.

El 3 de mayo de 1991, los guardias de seguridad de la tristemente célebre prisión de Kresti, en San Petersburgo, tenían previsto trasladar a otro lugar de reclusión al reincidente, ladrón y asesino Serguéi Maduiev. Mientras el preso y la escolta avanzaban por el pasillo, Maduiev sacó a de la nada una pistola Nagant y disparó a un funcionario.

Una investigación posterior descubrió una verdad inquietante: el arma se la había pasado al recluso una investigadora, que se había involucrado sentimentalmente con el asaltante.

El criminal

La carrera criminal de Serguéi Maduiev podría haber casi predeterminada. Con ambos padres encarcelados en la República Soviética de Kazajistán, Maduiev nació en prisión en 1956.

Empezó a robar de niño y recibió su primera condena juvenil de seis años en 1974. En los círculos criminales se ganó rápidamente la imagen de un alborotador siempre dispuesto a recurrir a la violencia.

Serguéi Maduiev inmediatamente después de su detención.

Después de que el preso escapara de la cárcel, una oleada de robos, matanzas y asesinatos recorrió la URSS.

Paradójicamente, las incursiones de Maduiev se caracterizaban por ser extremadamente violentas en ocasiones y, en otras, misericordiosas. Los informes sobre un ladrón que dejó marchar a su víctima al enterarse de que estaba embarazada o detuvo a un compañero criminal que pretendía violar a una mujer se mezclaban con otros en los que el mismo ladrón asesinaba sin piedad a una familia de tres miembros con su hijo recién nacido y a sus otras víctimas.

Un episodio representativo explicaba mucho sobre la impulsiva personalidad de Maduiev.

“Maduiev decidió acabar con el portero de una cafetería de Leningrado con el que había discutido porque éste le obligó a quitarse el abrigo. El criminal escuchó en silencio los insultos del portero y luego preguntó tranquilamente: '¿Has terminado?' Al segundo siguiente sacó su revólver y disparó [al portero] delante de una docena de personas. Dándose la vuelta, Maduiev dijo burlonamente a los atónitos clientes del establecimiento: '¿Alguien más quiere?'”.

El juicio de Maduev y otros criminales en San Petersburgo en 1994.

Tuvieron que pasar años para acabar con la racha violenta de Maduiev y detenerlo finalmente en 1991 en una estación de tren de Tashkent, la capital de la RSS uzbeka. A continuación, el criminal fue trasladado a San Petersburgo para ser investigado. Allí realizó su último y dramático intento de eludir la justicia.

La investigadora 

Natalia Vorontsova fue la única mujer miembro de la fiscalía en el caso de Maduiev. Antes de su encuentro con el célebre criminal y de su posterior error fatal, Vorontsova tenía fama de ser una profesional muy trabajadora y hábil para las investigaciones. Había conseguido condenar a varios delincuentesy no era en absoluto una novata.

Sin embargo, el fuerte carisma de Maduiev resultó demasiado difícil de resistir.

Natalia Vorontsova

Incluso los miembros masculinos de la acusación admitieron que Maduiev poseía una fuerte personalidad carismática que le ayudaba a ganarse a la gente, estos fueran sus acusadores, los que exigían su condena a muerte.

“Incluso el jefe del grupo de investigación admitió que sentía debilidad por Maduiev. No lo veía tanto como un criminal, sino como una persona afable y carismática”, afirmaba un popular documental de YouTube.

Maduiev durante el interrogatorio.

Maduiev se enfrentaba a una condena a muerte y empezó a sondear y explorar todas las opciones a su alcance para eludir la justicia. Al parecer, utilizar sus encantos para seducir a la mujer miembro del equipo de la fiscalía fue la gota que colmó el vaso. Y así lo hizo.

“Me parece que si una persona está enamorada, es capaz de hacer milagros. Verá, me pregunté post factum si fui víctima de su ardid [diseñado] para huir sin más. No puedo responder a esa pregunta en su nombre. Sinceramente, si el destino nos hubiera unido, habría hecho todo lo posible para evitar que él siguiera el mismo camino. No sé si habría sido capaz de hacerlo pero, en principio, soy una persona muy fiel y si hubiera tenido que esperarle 15 años, probablemente habría esperado. Si hubiera sabido que me necesitaba, habría esperado”, declaró Vorontsova años después, tras ser condenada por ayudar a Maduiev en su intento de fuga.

Maduiev en el juicio en 1994.

De ello se deduce que, con el tiempo, Maduiev pudo ganarse a Vorontsova, haciéndole dudar de si realmente había cometido algunos de los delitos que se le imputaban. La investigadora se enamoró del astuto delincuente e introdujo un revólver en su celda.

El 3 de mayo de 1991, Maduiev utilizó el arma para disparar a un agente de escolta en el estómago, pero pronto fue desarmado y detenido. Su fallido intento de fuga dejó a los investigadores con la idea clara de que había un agente doble entre sus filas.

El coronel del KGB Vladímir Gueorguiev, encargado de investigar el caso de la fuga, a la derecha, y Natalia Vorontsova, a la izquierda.

Los investigadores se dieron cuenta rápidamente de que Vorontsova era la única sospechosa, por lógica, y montaron cámaras y micrófonos ocultos en la sala de interrogatorios para ver a la agente abrazando al criminal en un apasionado beso cuando pensasen que estaban solos.

Vorontsova fue detenida y posteriormente condenada a siete años de prisión.

Irónicamente, el sacrificio de Vorontsova no fue en vano, a pesar de que Maduiev no consiguió escapar. El sorprendente intento de fuga complicó el caso para la acusación y permitió al criminal alargarlo hasta el momento en que la Unión Soviética se derrumbó y el nuevo gobierno ruso introdujo una moratoria sobre la pena de muerte.

El criminal escapó así a la muerte por fusilamiento y siguió viviendo confinado hasta que falleció por causas naturales.

Durante uno de los muchos interrogatorios, dijo: “¿Qué pasa con Vorontsova? Ella es como todo el mundo. Ella también quiere comer, quiere vivir bien y quiere felicidad en su vida personal. Puede ganarse la confianza de cualquiera. Me aproveché de los sentimientos de Vorontsova, pero, en mi situación, no tuve otra elección”.

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