Este término popular hace referencia a un periodo de la historia rusa que comenzó con el colapso de la Unión Soviética en 1991 y duró hasta el final de la década de 1990. En general, este periodo se caracterizó por cambios masivos en las políticas, sociales y económicas del Estado que, en conjunto, tuvieron un gran impacto en la vida del pueblo ruso en su conjunto.
Los cambios fueron tan rápidos y generalizados que millones de personas no lograron adaptarse adecuadamente a las nuevas condiciones. Otros, por el contrario, fueron capaces de aprovechar oportunidades que no habían existido hace tan sólo unos años. En resumen, el periodo de 1991 a 1999 significó el empobrecimiento y la desesperanza para millones de desafortunados rusos, pero también una oportunidad de oro para aquellos que fueron capaces de adaptarse rápidamente a la nueva era.
Cuando el ineficiente sistema soviético se derrumbó en 1991, el nuevo gobierno ruso se enfrentó a una tremenda tarea: cómo transformar el viejo sistema político y económico soviético en uno moderno.
El gobierno nombrado por el primer presidente de Rusia Boris Yeltsin tenía una solución. Propusieron la liberalización y las reformas de mercado de la economía socialista. En pocas palabras, el gobierno planeaba cesar todo control sobre la economía: liberalizar los precios, reducir drásticamente la participación del Estado en la economía, iniciar la privatización de los activos estatales, reducir los gastos del Estado y, esencialmente, dejar que la gente ganara dinero por sí misma.
En la práctica, sin embargo, estas medidas tuvieron muchas consecuencias negativas. Por un lado, la liberalización de los precios provocó una inflación descontrolada, que devaluó de la noche a la mañana los ahorros de la mayoría de la gente.
Una anécdota típica de la época era que el dinero que la gente había estado ahorrando para comprarse un coche sólo servía para comprarse un abrigo de invierno o un artículo similar relativamente barato. Además, muchas empresas simplemente dejaron de pagar los salarios a los trabajadores. Acorralados por las abrumadoras circunstancias, la gente no tenía más remedio que buscarse la vida. Aquí era donde entraba en juego la parte “salvaje”.
La liberalización de la economía y la apertura de fronteras abrieron muchas oportunidades para hacer negocios. Además, el nuevo gobierno ruso legalizó los negocios privados que estaban proscritos en la URSS.
Mucha gente se aventuró en este ámbito con la esperanza de aprovechar la oportunidad de su vida. Y muchos consiguieron hacerlo a lo grande. Sin embargo, había un problema: el débil Estado no podía ofrecer la protección y el imperio de la ley necesarios para que los empresarios pudieran operar sin miedo a perderlo todo de la noche a la mañana.
De hecho, muchos perdieron sus exitosos negocios a manos de bandas criminales que buscaban explotar a los empresarios ricos, pero desprotegidos, para maximizar sus propios ingresos. Los grupos delictivos asaltaban los negocios y los arrebataban por la fuerza a sus anteriores propietarios.
Temerosos de perder sus activos, los empresarios pedían de buen grado protección al crimen organizado a cambio de pagos regulares. A menudo, los intereses de varias bandas chocaban provocando violentos enfrentamientos en las calles de la mayoría de las ciudades rusas.
La gente hacía fortunas y moría en un abrir y cerrar de ojos. Esta imprevisibilidad y caos son las principales razones para calificar de "salvajes" los años 90 en Rusia.
En estas circunstancias, se generalizaron los asesinatos por encargo. Además de los sicarios de élite de la época, que se hicieron un nombre matando a docenas de personas a lo largo de su carrera, mucha gente corriente hizo del deshonroso acto de matar por encargo su profesión.
“Matar o morir” se convirtió en el principio rector de muchos empresarios y gánsteres en el estado de anarquía que siguió al colapso de la Unión Soviética. Cualquiera que tuviera la suerte de ganarse bien la vida en la década de 1990 en Rusia caminaba con una metafórica diana en la espalda.
Para entender la magnitud del asunto, en la década de 1990 se abrían en Rusia unos 32.000 casos de homicidio al año; hasta 1.500 de ellos eran asesinatos por encargo. La sociedad se dividía en “cazadores” y “presas”, haciendo de la fuerza bruta y el interés propio la única forma de ganar dinero y sobrevivir.
La delincuencia menor entre los adolescentes también estaba muy extendida, lo que constituía un caldo de cultivo para que algunos de ellos se convirtieran en delincuentes serios en pocos años.
Además, esquemas fraudulentos como las estafas piramidales perjudicaban a la población financieramente poco sofisticada, que invertía ciegamente en esquemas Ponzi y perdía sus ahorros en poco tiempo.
Sorprendentemente, la década de los 90 también tuvo algunos aspectos positivos. Principalmente, la gente vivió un soplo de aire fresco tras la sofocante época de estancamiento de la URSS. De repente, la censura desapareció y la gente tuvo la oportunidad de ver telenovelas brasileñas y mexicanas, mientras que los niños probaban por primera vez los dibujos animados estadounidenses.
Productos extranjeros como vaqueros, chicles, la videoconsola soviética Dendy, Sega, Lego, Barbie y otras marcas extranjeras empezaron a estar disponibles, aunque fueran caros. Las películas de Hollywood con voz en off se convirtieron para muchos en el sello distintivo de los años noventa en Rusia.
A nivel mundial, la década de 1990 trajo consigo un nivel de libertad política y democracia sin precedentes, nunca visto en la Unión Soviética. Fue la época en que la prensa libre cobraba impulso en Rusia y la gente tenía una auténtica oportunidad de ejercer su derecho a elegir a sus representantes, así como de protestar contra las políticas con las que no estaban de acuerdo, que eran, como mínimo, muchas.
A pesar de todos los aspectos negativos de los “salvajes años 90” en Rusia, hay mucha gente que recuerda este periodo con nostalgia.
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