En primavera de 1992, un ruso tocó la puerta de la Embajada del Reino Unido en Riga, Letonia. Del fondo de su bolsa sacó unos papeles clasificados que supuestamente había sacado de contrabando de los archivos del KGB en Rusia. Se lo entregó a un desconcertado empleado de la embajada y le prometió que le daría más documentos del KGB a cambio de refugio en el Reino Unido.
Un visitante no anunciado
El hombre que se presentó en la embajada del Reino Unido era Vasili Mitrojin, un oficial retirado del KGB. No sólo estaba retirado, sino que además afirmaba representar a una organización que no existía desde la caída de la URSS en 1991. No obstante, los documentos eran de interés para los servicios de inteligencia occidentales, ya que proporcionaban una visión única de una de las organizaciones más secretas de la época de la Guerra Fría.
La documentación que Mitrojin había llevado a la Embajada del Reino Unido mostraba que el hombre, efectivamente, tenía acceso a información clasificada y que probablemente tuviera más, como había afirmado. El Servicio Secreto de Inteligencia del Reino Unido (MI6) se movilizó para obtener y filtrar el resto del material y su fuente desde Rusia.
Un alijo en una dacha
Vasili Mitrojin tenía un acceso sin precedentes a los archivos del KGB, debido a su posición en la organización. Cuando la dirección del KGB ordenó trasladar los archivos de la Primera Dirección Principal del KGB desde la sede de la organización en Lubianka al nuevo complejo del KGB en el distrito de Yasenevo, al suroeste de Moscú, Mitrojin, que trabajaba como archivero principal, fue el encargado de supervisar el traslado.
Esto fue una excelente oportunidad para Mitrojin que pudo copiar y pasar de contrabando toneladas de documentos clasificados. Desde 1972 hasta 1984, el archivero copió cientos de miles de archivos que revelaban cómo el KGB enfocaba sus operaciones de recopilación de información y manejaba sus amplias redes de espías en el extranjero desde los albores de la era soviética hasta sus últimos años.
Durante años, Mitrojin había copiado meticulosamente los documentos secretos almacenados en los archivos del KGB y los había guardado discretamente en una lechera enterrada bajo el suelo de su dacha.
Curiosamente no reveló el contenido de su escondite hasta que la Unión Soviética se derrumbó en 1991. Como ciudadano de la Rusia postsoviética, viajó a la independiente Letonia con una muestra de documentos. El personal de la embajada de EE UU, a la que se dirigió, lo rechazó en un primer momento por considerar que era una fuente poco fiable, pero la embajada del Reino Unido, junto con el MI6, se mostró mucho más dispuesta.
“A partir de esos [primeros] 50 documentos, los británicos se dieron cuenta de la enorme importancia que representaba el archivo de Mitrojin. Posteriormente organizaron el traslado de toda la familia de Mitrojin a Londres: su mujer, su suegra y su hijo (todos eran discapacitados). Y él [Mitrojin] ya tenía más de 80 años”, dijo Oleg Gordievski, un notorio doble agente soviético que desertó al Reino Unido en 1985.
La motivación de Mitrojin sigue siendo objeto de acalorados debates. Algunos están convencidos de que el antiguo oficial del KGB estaba desencantado con el sistema soviético y los métodos indiscriminados que utilizaba su policía secreta para reprimir a los disidentes dentro y fuera del país y que, por tanto, estaba dispuesto a correr los riesgos más graves, sólo para asegurarse de que la verdad acabaría saliendo a la luz.
Otros sospechan que el desertor tenía motivos ocultos: decepcionado por cómo terminó su carrera (en los archivos y no en el campo) y habiendo cargado con las discapacidades de sus familiares, Mitrojin podría haber visto una oportunidad para sí mismo al final de su vida, dicen los escépticos.
El contenido
Independientemente de los motivos, las revelaciones se hicieron. En su totalidad, el Archivo Mitrojin superó a cualquier otra información de inteligencia que se haya obtenido a lo largo de la vida de la URSS. En palabras del FBI, los archivos eran “la inteligencia más completa y extensa jamás recibida de ninguna fuente”.
“Los archivos de Mitrojin abarcan desde el período inmediatamente posterior a la revolución bolchevique de 1917 hasta la víspera de la era de Gorbachov”, dijo Christopher Andrew, profesor de historia que fue coautor de dos libros basados en los documentos de Mitrojin.
El alcance de los archivos era tan amplio como su duración. Incluían notas sobre el Papa Juan Pablo II, al que los servicios secretos trataban de comprometer; Melita Norwood, la agente del Reino Unido con más antigüedad en el KGB, que estuvo pasando información científica clasificada a sus manipuladores soviéticos durante cuatro décadas; el famoso grupo de espías del Reino Unido conocido como los Cinco de Cambridge, algunos de los cuales los manipuladores del KGB consideraban poco fiables, debido al abuso del alcohol; y Martin Luther King Jr., al que el KGB pretendía desacreditar (irónicamente, junto con el FBI), entre otras personas.
Además, los archivos también revelaron ciertas cosas que las autoridades de Occidente desconocían. Por ejemplo, supieron que la URSS tenía un plan para llevar a cabo una serie de ataques de sabotaje en suelo estadounidense (y en otros países aliados), en caso de que la Guerra Fría se convirtiera en una guerra abierta. Se mantenían depósitos de armas en varias partes del país, listos para ser utilizados en caso de un conflicto armado.
El archivo también incluía información de que el KGB apoyaba las teorías conspirativas en torno al asesinato del presidente John F. Kennedy, financiando a escritores que promovían un punto de vista alternativo sobre el acontecimiento histórico. También se descubrieron otras operaciones de desinformación -conocidas como “medidas activas” en términos del KGB-.
Las consecuencias
Así como los motivos de Mitrojin son objeto de debate, también lo son la relevancia y la validez de la información revelada. Aunque los archivos ofrecen sin duda una rica fuente de información para los historiadores, se duda de su relevancia para los servicios de inteligencia modernos, sobre todo por lo anticuados que están.
El primer libro basado en el Archivo Mitrojin se publicó en 1999 y las notas originales no se hicieron públicas hasta 2014. Incluso en el momento de la revelación original de los archivos a las autoridades británicas en 1992, la Unión Soviética, y el KGB, ya habían desaparecido. Aunque la revelación de las notas dio lugar a investigaciones parlamentarias en el Reino Unido, Italia y la India, éstas no produjeron ningún resultado sensacional. Baste decir, por ejemplo, que la informante soviética Melita Norwood nunca fue procesada en el Reino Unido por lo que había hecho durante la Guerra Fría.
Hoy en día, cualquiera puede acceder a los archivos de Mitrojin a través del archivo digital del Wilson Center.