Mientras Kazimir Malévich daba un paso radical hacia la abstracción y desarrollaba una nueva forma de pintura no objetiva -el suprematismo-, su colega El Lissitzky desarrollaba las ideas de la vanguardia en un plano diferente, tridimensional. Fue él quien introdujo el suprematismo en la arquitectura.
El ingeniero, arquitecto y artista soviético El Lissitzky era mucho más conocido en el extranjero que en su país. Sus colegas y amigos fueron Le Corbusier, Fernand Léger, Man Ray, Laszlo Mohoy-Nagy y otros artistas que marcaron la escena artística internacional. Este frenético defensor del suprematismo tuvo una gran influencia en los fundadores de la Bauhaus y en el constructivismo de toda Europa, donde El Lissitzky estudió y vivió durante mucho tiempo.
Regresó a Rusia al estallar la Primera Guerra Mundial. A partir de ese momento dirigió su creatividad hacia el “material ruso”. En 1924 se embarcó en un grandioso proyecto para construir ocho edificios idénticos en Moscú, los primeros rascacielos soviéticos. La grandiosidad consistía en que estos rascacielos debían extenderse en horizontal, no hacia arriba.
Esta era la verdadera arquitectura del futuro, según El Lissitzky.
Si no hay espacio
En su pensamiento, El Lissitzky era un auténtico futurista. Constantemente se le ocurrían ideas innovadoras en diferentes ámbitos de la vida. Por ejemplo, predijo la fusión de las ciudades y la agricultura, la aparición de fuentes de energía alternativas.
O que el concepto de vivienda individual pasara a ser cosa del pasado. En su lugar habría casas móviles autónomas (una especie de comunas múltiples de uso comunitario, repartidas por la ciudad; cada uno puede vivir en una u otra según las circunstancias).
El proyecto del rascacielos horizontal era uno de esos “proyectos de futuro”. Los rascacielos estadounidenses “clásicos” indignaron a El Lissitzky como concepto en sí mismo: “Este tipo [de arquitectura] creció de forma totalmente anárquica, sin preocuparse por la organización de la ciudad en su conjunto. Su única preocupación era superar a su vecino en altura y magnificencia”, escribió en 1926 en Izvéstia ASNOVA (Asociación de los Arquitectos Nuevos), publicada por la asociación creativa de arquitectos racionalistas soviéticos (fue el primer y único número de la revista). En esta publicación describió la esencia de su proyecto. El Lissitzky quería poner en práctica la idea de una ciudad de dos niveles. La idea consistía en utilizar soportes verticales y levantar un edificio con la menor huella posible, sin dañar el entorno.
“Si en una zona determinada no hay espacio para las disposiciones horizontales en el suelo, levantamos la superficie útil necesaria sobre los soportes <...>. El objetivo: la máxima superficie útil con el mínimo apuntalamiento”, escribió.
Los ocho edificios de cristal y hormigón del Anillo de los bulevares de Moscú estaban destinados a los ministerios y departamentos soviéticos. El arquitecto propuso elevar el rascacielos hasta una altura de 50 metros sobre el suelo. Los soportes debían contar con ascensores y escaleras que los llevaran directamente al metro o a una parada de transporte de superficie.
Los rascacielos, aunque progresistas, no se construyeron. “Nuestro error fue”, recuerda El Lissitzky, “que quisimos meternos de lleno en una técnica que aún no existía: quería crear una arquitectura que se desprendiera de sus cimientos y flotara en el aire, superando la fuerza de la gravedad”. En otras palabras, la idea se adelantó a su tiempo.
Entre otros proyectos arquitectónicos de El Lissitzky estaban la fábrica textil, el club náutico, la casa comunal, el edificio de la editorial Pravda, y el único proyecto realizado fue la imprenta Ogoniok en el 1º pereúlok Samotechni de Moscú.
Sin embargo, el arquitecto El Lissitzky fue recordado por sus rascacielos. El ilustrador y fundador del estudio @ANOVISATE, Konstantín Anojin, estudió los dibujos del arquitecto y mostró el aspecto que tendrían estas estructuras vanguardistas en la actualidad, en los lugares donde el propio El Lissitzky planeó construirlas.
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