1. Final de la Guerra Fría
El colapso de la Unión Soviética no solo lo notaron los antiguos ciudadanos de la URSS, sino también los habitantes de los rincones más remotos del planeta. Una de las partes de la confrontación global entre el mundo capitalista y el socialista desapareció del mapa político del mundo.
Muchos respiraron aliviados. El constante enfrentamiento, las guerras por delegación, la carrera armamentística y la expectativa de una nueva guerra mundial con armas nucleares mantuvieron en tensión nerviosa a la población de distintas partes del mundo, especialmente en EE UU, Europa y la URSS, durante muchos años. En 1991, el mundo bipolar era cosa del pasado y EE UU se convirtió en la única superpotencia mundial.
Pero esto no fue una buena noticia para todos. A algunos no les gustó que el país (ahora representado por la Rusia independiente) perdiera su condición de superpotencia y gran parte de su influencia internacional a principios de los años 90. Mientras tanto, decenas de países del Tercer Mundo se quedaron sin el apoyo de la Unión Soviética y tuvieron que encontrar su lugar en el nuevo mundo, lo que no fue una tarea fácil.
2. Transición a la economía de mercado
Mientras que en la URSS la especulación se castigaba con penas de cárcel, después de 1991, comprar y revender bienes para ganarse la vida fue una aventura para millones de personas, que aprendieron a sobrevivir en una economía de mercado desconocida.
No todos los antiguos habitantes de la Unión Soviética se sentían cómodos con la liberalización económica. Millones de personas perdieron sus ahorros a causa de una inflación galopante, y los precios de los productos y bienes se multiplicaron por diez. La delincuencia y el desempleo aumentaron, y los atrasos salariales se convirtieron en la norma y no en la excepción.
Sin embargo, a pesar de estos problemas, la liberalización de los precios ayudó al gobierno a resolver el problema de la escasez de bienes comunes, que se había agudizado en la URSS a principios de los años 90. Las estanterías de las tiendas volvieron a llenarse de productos, muchos de los cuales venían del extranjero, algo que habría sido impensable hace poco tiempo.
Las empresas occidentales se apresuraron a entrar en los nuevos mercados de la antigua Unión Soviética. Famosas marcas occidentales como Coca-Cola, McDonald's e IKEA han abierto sucursales en Rusia.
Una de las partes más controvertidas de la liberalización económica ha sido la privatización de la propiedad estatal en manos privadas. Con la intención de hacer más eficientes las antiguas empresas estatales soviéticas, la reforma ha creado una clase oligarca y una estratificación económica dentro de Rusia.
3. La caída del Telón de Acero
Salir de la URSS era un sueño inalcanzable para millones de ciudadanos soviéticos. Para poder viajar al extranjero había que obtener un permiso oficial de las autoridades y podían pasar años de espera infructuosa. En la década de 1970, el problema se había agravado tanto que se acuñó un nuevo término para describir a las personas a las que el Estado denegaba los visados de salida: “rechazadores de visados”. Se conocen casos de personas desesperadas que intentaron secuestrar un avión para salir de la URSS por su cuenta.
Con la caída de la Unión Soviética, también cayó el llamado “Telón de acero” que separaba a los ciudadanos soviéticos del resto del mundo. Millones de personas tuvieron la oportunidad no solo de viajar, sino también de trasladarse permanentemente a otros países. Y los habitantes de los países capitalistas podían ahora ir a la antigua Unión Soviética como turistas o empresarios e inversores. Algunas celebridades occidentales lo hicieron.
4. La división del pueblo soviético
“Nos quedamos dormidos en un estado y nos despertamos en otro”, esto se dice a menudo de los ciudadanos de la URSS, que de repente se encontraron en los territorios de diferentes países que antes formaban parte de la URSS. Las fronteras, que antes eran contingentes, se convirtieron en internacionales, dividiendo a muchas familias.
Millones de rusos étnicos se convirtieron en ciudadanos de países en los que no eran una nación constitutiva. Aunque muchos se encuentran en un nuevo lugar, para algunos antiguos ciudadanos soviéticos y sus descendientes la cuestión del regreso a su patria histórica sigue siendo un tema candente, incluso 30 años después del colapso de la Unión Soviética.
5. La libertad de expresión
En la Unión Soviética, la agitación y la propaganda antisoviéticas podían llevar a la cárcel en campos de concentración o incluso a la muerte. Hubo numerosos casos en los que se condenó a personas incluso por bromas inocentes y chistes contados en la compañía equivocada y en el momento equivocado.
Por ejemplo, un ingeniero de abastecimiento de agua llamado Popovich fue condenado a 10 años de prisión en 1948 por contar una broma de este tipo:
“Una anciana vio un camello por primera vez. Lloró y dijo: ¡Pobre caballo, a lo que lo ha llevado el poder soviético!”.
También se podía recibir una condena de prisión por poseer literatura prohibida, por muy inocente que fuera, o por hablar en contra de la élite política de la URSS. Los escritores (Brodsky, Solzhenitsyn, etc.) y los miembros destacados de otras profesiones (Sajárov, Rostropóvich, Vishnevskaya, etc.) que no gustaban a las autoridades soviéticas eran reprimidos y perseguidos.
Con la introducción de la glasnost en los últimos años de la Unión Soviética y tras el colapso de ésta, la libertad de expresión comenzó a surgir en los antiguos países soviéticos. Se abolió la censura estatal (en algunos países solo temporalmente) y surgieron medios de comunicación independientes. En comparación con la vida en la URSS, los antiguos ciudadanos soviéticos tenían un acceso prácticamente ilimitado a la información de todo tipo, y la gente del arte tenía la oportunidad de crear sin miedo a la represión estatal.