La emigrada rusa más guapa (Fotos)

Historia
EKATERINA SINÉLSCHIKOVA
Marina Shaliapina-Freddi, que fue actriz, bailarina, oficial de marina y esposa del ministro italiano de Cultura.

“En aquella época, era vergonzoso ser declarada una belleza delante de todo el mundo. No era nada parecido a los concursos que se celebran hoy en día”, recordaba Marina Shaliapina.

En 1931, la hija del gran cantante de ópera ruso Fiódor Shaliapin ganó la corona de Miss Rusia entre los emigrantes rusos en París. Su magnetismo causó una fuerte impresión en todos los que la conocieron, pero se recuerda sobre todo por su extraordinaria trayectoria profesional, que incluyó un tiempo como oficial de la marina.

Marina Shaliapina era hija de Shaliapin y de María Petsold, su amante, que más tarde se convertiría en su esposa. Se vieron obligados a emigrar de Rusia poco después de la Revolución de 1917, que puso patas arriba la fortuna de la familia. Los bienes y los ahorros de Shaliapin fueron confiscados, y solo la intervención del escritor Maxim Gorki le dio un respiro, permitiéndole trabajar durante un tiempo como director artístico del Teatro Mariinski (antes Imperial), e incluso convertirse en el primer receptor del título de Artista del Pueblo de la Unión Soviética. Sin embargo, la familia seguía teniendo problemas para llevar la comida a la mesa, y a Marina se le diagnosticó una forma grave de tuberculosis.

En 1921, con la ayuda de unos amigos, la joven fue a Finlandia para recibir tratamiento, y el propio Shaliapin recibió permiso para hacer una gira por el extranjero. Tras haber tenido la previsión de comprar una propiedad en París, no tardó en trasladar allí a Petsold, junto con sus hijos y casi todos los de su primer matrimonio. Marina, ya recuperada, también se trasladó a la capital francesa.

Para entonces ya habían emigrado muchos aristócratas rusos, entre ellos la primera bailarina Matilda Kshesinskaia, acosada por los rumores de una relación con Nicolás II. La niña Marina, de nueve años, fue enviada a su estudio de ballet.

“Estaba desesperada por convertirme en una bailarina y bailar en el escenario del Teatro Bolshói. En París estudié en el estudio Kshesinskaia, que era el mejor de Europa. <...> Mi padre trataba a Kshesinskaia con gran respeto. Él entendía mejor que nadie que el camino de un gran artista no siempre está sembrado de pétalos de rosa”, dijo Marina en una entrevista con Kommersant.

En 1927 se prohibió a Shaliapin regresar a su tierra natal. Se le condenó por ayudar a los niños emigrados, por lo que se le retiró el título de Artista del Pueblo y se le confiscaron de nuevo todos sus bienes. El gobierno soviético no podía tolerar que Shaliapin viviera con su amante Petsold, mientras estaba oficialmente casado en Rusia. La familia tuvo que salir del país y fue rumbo a Europa.

Marina Shaliapina no tenía ningún deseo especial de convertirse en Miss Rusia, pero le atraía su sentido de la aventura, además de sentir la presión de otros eminentes emigrantes rusos. “Una noche bailé en casa de Matilda Kshesinskaia. En la sala estaban [el Premio Nobel de Literatura Ivan] Bunin, [el impresionista Konstantin] Korovin y, creo, [el escritor Alexánder] Kuprin. Se les ocurrió elegir a una Miss Rusia entre las damas emigradas. Me miraron atentamente y luego anunciaron por unanimidad: '¡Esta es nuestra Miss Rusia!”.

Después de un poco de persuasión, Marina aceptó. En aquella época no había desfiles de moda en traje de baño; el concurso consistía, ante todo, en las buenas maneras, el talento y la nobleza de nacimiento. Se esperaba que todo “se desarrollara en una atmósfera de moralidad impecable, en la que las cualidades morales de las candidatas desempeñaran el papel principal”.

Después de su victoria, Marina adquirió una legión de admiradores; al fin y al cabo, era reconocida como la mujer más bella de la comunidad de emigrantes rusos. Entre sus pretendientes se encontraba incluso el príncipe siamés Chula Chakrabon, al que consideró su prometido secreto durante diez años.

Marina no llegó a ser bailarina, debido a una lesión en la pierna. En su lugar, se interesó por las carreras de coches. Luego, en 1938, al regresar de Roma a París para visitar a su padre, se enteró por un funcionario de aduanas del aeropuerto de que éste había muerto de leucemia.

Tras la muerte de su padre, se fue a Nueva York para estudiar en la Escuela de Diseño de Interiores, antes de trasladarse a Viena, esta vez para convertirse en directora de teatro y ballet. Pero no por mucho tiempo. En Viena, unos amigos la invitaron a Italia para trabajar en una película sobre ballet. Marina aceptó y allí conoció a su futuro marido, Luigi Freddi, 17 años mayor que ella.

Luigi Freddi, que ya dirigía la Dirección General de Cinematografía, fue nombrado más tarde Ministro de Cultura italiano. Organizó el primer Festival de Cine de Venecia, y en 1937 fundó y dirigió los estudios Cinecittà, la mayor fábrica de cine de Europa. Marina, que pasó a usar el doble apellido Shaliapina-Freddi, protagonizó tres películas de su marido: “Tiempos antiguos”, “Solo para ti, “Lucía” y “Los hijos de nadie”.

Sin embargo, se vio obligada a abandonar su carrera cinematográfica cuando Luigi, tras la caída del régimen fascista, fue acusado de colaboración con Mussolini, detenido y despojado de sus bienes. Pronto fue liberado, pero ya no podía trabajar, por lo que Marina tuvo que convertirse en el sostén de la familia. Como hablaba cinco idiomas con fluidez, tenía una educación brillante y estaba versada en historia del arte, encontró rápidamente un empleo en la Italian Line, operadora de un transatlántico de lujo entre Génova y Nueva York, donde su trabajo consistía en entretener a los pasajeros de primera clase. Este puesto conllevó que se le confiriera el rango de oficial de la marina italiana.

Marina pasó, según sus propias palabras, 40 años muy felices con Luigi. Su muerte llegó en 1977, y ella le sobrevivió 32 años, falleciendo en 2009 a la edad de 98 años. Fue enterrada en el cementerio Laurentino de Roma, en la cripta de la familia Freddi. Tras sobrevivir a todos sus hermanos, no abandonó el alcohol, los cigarrillos, los coches caros y el estilo de vida bohemio.

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