Juan Belaieff, el general ruso (segundo a la izquierda) durante la Guerra del Chaco.
Archivo personal de Dmitri BeliáevTras la Revolución y la guerra civil rusa, millones de antiguos súbditos del Imperio ruso salieron al extranjero, y miles de ellos llegaron a las costas de Sudamérica. Paraguay era entonces un lugar muy conveniente para los emigrantes, especialmente los hombres ya que después de un período de guerras el país necesitaba sangre fresca.
Además, según destaca Komsomólskaia Pravda, la vida en Paraguay, en comparación con Moscú y Petrogrado (San Petersburgo, actualmente), era barata. Esto es lo que escribió en sus memorias el general de división Juan Belaieff (Iván Beliáiev, en ruso), que visitó por primera vez el lejano país en 1924: “La vida era sorprendentemente barata y fácil”. “Asunción es como una pequeña ciudad de provincias como Vladikavkaz”, añadió el general, según el diario ruso.
Fue Belaieff quien se convirtió en pionero en Paraguay: “Fui convocado por el exministro de Guerra, el general Skenoni, quien dijo que el presidente... me autorizó a invitar a 12 especialistas-técnicos rusos con sueldos desde 2.500 pesos (sueldo mensual del diputado) hasta 5.000 pesos (sueldo del senador), que serán aceptados como extranjeros, pero con todas las ventajas de los paraguayos”.
Belaieff quería crear aquí una zona poblada por nativos del imperio perdido, a la que él mismo llamaba “hogar ruso”, y donde se pudiera recrear, al menos parcialmente, la vida habitual de la patria que había dejado atrás. Así fue como los colonos, en su mayoría ingenieros y especialistas en agricultura, acudieron al remoto país.
En aquel momento el conflicto con Bolivia por la región del Chaco, en la frontera entre ambos países, era cada vez más posible. En los años 20, todo el mundo estaba convencido de que había grandes reservas de petróleo en esta parte del mundo poco explorada.
Paraguay era inferior a su potencial adversario en todos los sentidos y, por lo tanto, se decidió recurrir a los oficiales rusos. Estos se pusieron en marcha de acuerdo con las normas de la ciencia militar. Ninguno de los bandos tenía los mapas exactos del Chaco, necesarios para la planificación de las operaciones militares. Así, el general Juan Belaieff creó un departamento cartográfico del Estado Mayor y organizó 13 expediciones a este remoto rincón del país, gracias a las cuales Asunción disponía de planos precisos de la zona al inicio de los combates.
El general ruso también demostró ser un hábil diplomático, ya que consiguió el apoyo de las tribus indias seminómadas del Chaco, que conocían perfectamente el lugar, pero que, siempre despreciadas por el resto de la población paraguaya, se habían negado anteriormente a ayudar a las autoridades.
Otros rusos también encontraron sus quehaceres. Nikolái Ern se convirtió en inspector del ejército, la inteligencia militar fue formada por Serguéi Kern, quien logró descifrar las claves bolivianas y creó un servicio criptográfico paraguayo, según cuenta Komsomólskaia Pravda. El príncipe Tumánov se convirtió en asesor del comandante de las fuerzas fluviales y el departamento de ingeniería de la universidad local recibió el apodo de “ruso”, ya que allí trabajaron muchos especialistas rusos. En 1932 comenzó la guerra. Las autoridades de Paraguay ofrecieron a los especialistas rusos adquirir la ciudadanía y alistarse en el servicio militar.
Todos los militares rusos recibieron en el ejército de Paraguay puestos de mando, casi nadie quedó por debajo del nivel de comandante de batallón. Dos se convirtieron en generales, ocho fueron ascendidos a coroneles y Juan Belaieff se convirtió temporalmente en jefe de personal y asesor militar del presidente.
Los propios oficiales rusos fueron muy activos en las batallas. El cosaco Vasili Oréfiev-Serebriakov dirigió personalmente a los soldados en el ataque de la batalla más importante por el Fuerte Boquerón. A pesar de la mala suerte, la acción impresionó tanto a los paraguayos, que Oréfiev-Serebriakov fue ascendido al grado de mayor a título póstumo.
El capitán Borís Kasiánov se distinguió especialmente en los combates. Durante el ataque a las posiciones bolivianas cubrió con su cuerpo una ametralladora enemiga, lo que permitió a los soldados capturar la posición enemiga.
Unos años más tarde, percibiendo que el ejército estaba debilitado, las autoridades paraguayas pidieron al general Juan Belaieff que buscara más rusos, que fueron inmediatamente asignados al mando de unidades del ejército local. Uno de los representantes más brillantes del segundo proyecto fue Stepán Visokolián. Tras alistarse con el grado de capitán, terminó la guerra con el grado de general y más tarde fue jefe de artillería de todo el ejército paraguayo, según informa Komsomólskaia Pravda.
En gran parte gracias a la dedicación y el talento de los oficiales y especialistas rusos, Paraguay no solo pudo sobrevivir a la guerra, sino que salió victorioso, manteniendo el Chaco. Allí encontraron petróleo, pero no fue hasta 2012.
A pesar de las historias que circulan por Internet sobre cientos de oficiales rusos, su número total era reducido, según el periódico ruso. Oleg Tsariov, investigador de la Guerra del Chaco, explica que el ejército paraguayo sólo contaba con 86 nativos del Imperio ruso, de los cuales 62 participaron directamente en los combates. De ellos, seis oficiales murieron en combate, y dos fuera del campo de batalla.
Nuestros oficiales han dejado su huella en prácticamente todos los ámbitos de la vida en Paraguay. Se dice que los militares locales, durante las agotadoras marchas por el Chaco, cantaban canciones de soldados rusos, traducidas al español por Juan Belaieff. Y cuando el general fue enterrado en 1957, hubo un luto nacional de tres días y a su despedida acudieron todos los dirigentes del país.
El texto está basado en el artículo de Komsomólskaia Pravda.
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