En 1949, los comunistas obtuvieron una victoria decisiva en la Guerra Civil China, derrotando a sus implacables enemigos, el partido conservador nacional del Kuomintang bajo el mando de Chiang Kai-shek. La Unión Soviética les proporcionó una ayuda nada despreciable para lograrlo.
Curiosamente, no mucho antes, era el Kuomintang el principal aliado de la URSS en China, mientras que el Partido Comunista Chino (PCCh) sólo tenía una importancia secundaria para Moscú.
Frente unido
Poco después del colapso del Imperio Qing en 1912, China se convirtió en un estado fragmentado y debilitado sin un fuerte poder centralizado. El país estaba esencialmente dividido entre camarillas militares y políticas que se peleaban sin cesar entre sí. Y las potencias extranjeras no dudaron en aprovecharse de esto interfiriendo en los asuntos internos de China.
Pocos chinos estaban contentos con la situación y, en los años 20, dos fuerzas entraron en la arena política con la intención de sacar al país del feudalismo medieval en el que se encontraba.
Los futuros enemigos jurados, el Kuomintang y el PCCh, actuaron juntos esta vez. En 1922, formaron conjuntamente el Primer Frente Unido, en cuya creación los bolcheviques jugaron un papel clave.
La cooperación entre la URSS y el Kuomintang
Moscú no sólo siguió de cerca los acontecimientos en China, sino que también tomó parte activa en ellos. Al verse aislada por la comunidad mundial, la Rusia soviética (y a partir de 1922, la URSS) buscó aliados en el extranjero. Su oferta de cooperación fue rechazada por la camarilla del Beiyang (reconocida como el gobierno oficial de China, aunque tenía poco control sobre el país), por lo que el gobierno soviético decidió apoyar al Kuomintang, fundado y dirigido por Sun Yat-sen.
El Kuomintang fue elegido por Moscú porque era entonces más numeroso e influyente que el PCCh. Era el Kuomintang el que se suponía que se convertiría en la base de apoyo de los bolcheviques en China y su leal aliado en la lucha contra las potencias occidentales.
La URSS ayudó a reorganizar el Ejército Nacional Revolucionario del Kuomintang y le suministró armas y municiones. Los comunistas, que a petición de Moscú se pusieron del lado del partido de Sun Yat-sen, recibieron una ayuda mucho más modesta.
Moscú trató de cortar de raíz cualquier desacuerdo que surgiera entre los miembros de las dos partes. La dirección del PCCh recibió instrucciones inequívocas del Kremlin de hacer concesiones a sus camaradas para mantener así la unidad.
La ruptura
En 1926-1928, con la participación de especialistas militares soviéticos, Chiang Kai-shek, el nuevo líder del Kuomintang, organizó la llamada Expedición del Norte contra varios grupos militares y políticos, que culminó con la unificación de China bajo su mando.
El 12 de abril de 1927, incluso antes de la finalización de la expedición, el Kuomintang, al no estar dispuesto a compartir el poder, llevó a cabo un ataque sorpresa contra sus aliados. En varias ciudades hubo arrestos masivos y ejecuciones de miembros del PCCh.
Con la intención de liberarse de la tutela de Moscú, Chiang Kai-shek se embarcó en una política antisoviética sostenida, obligando al Partido Comunista a pasar a la clandestinidad. En consecuencia, el 14 de diciembre de 1927 se rompieron las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y China.
Reconciliación
Con la invasión del país por las fuerzas japonesas en 1937, la Guerra Civil en China se congeló por un tiempo. El establecimiento de un Segundo Frente Unido entre los comunistas y el Kuomintang fue acompañado por el restablecimiento de las relaciones entre Nanjing (la entonces capital de China) y Moscú, que consideraba al Japón como una amenaza mayor para su propia seguridad. Asesores militares y pilotos soviéticos comenzaron a llegar al país, al igual que las armas y las municiones.
En 1941, el periódico Nueva China escribió: “Durante los cuatro años de nuestra guerra sagrada, la asistencia extranjera más importante y fiable ha venido de la Unión Soviética”. Como antes, su principal beneficiario fue el Kuomintang, que estaba a cargo del país, mientras que el PCCh tuvo que conformarse con poco. Moscú aconsejó con insistencia a sus aliados ideológicos que siguiera la política del gobierno, para no destruir el frente unido.
“Los comunistas parecen estar más cerca de nosotros que Chiang Kai-shek”, recordó Vasili Chuikov, uno de los asesores militares soviéticos en China. “Podría parecer que el grueso de nuestra ayuda debería serles prestado... Pero esta ayuda quizás sería asimilada como la exportación de la revolución a un país con el que estamos vinculados por relaciones diplomáticas. El PCCh y la clase obrera son todavía demasiado débiles para tomar la delantera en la lucha contra el agresor. Llevará tiempo, y es difícil decir cuánto, ganarse a las masas para la causa. Además, las potencias imperialistas difícilmente permitirán que Chiang Kai-shek sea reemplazado por el Partido Comunista."
Incluso después de los ataques directos de las tropas del Kuomintang contra los comunistas (como el cerco y la destrucción del Cuartel General del Nuevo Cuarto Ejército del PCCh en enero de 1941) Moscú apeló a los comunistas para que se mantuvieran firmes, guiados por el principio de “todo por la resistencia contra el Japón”. Al mismo tiempo, la URSS también frenó a Chiang Kai-shek en sus campañas militares contra las provincias controladas por el Partido Comunista.
Con el ataque de la Alemania nazi en junio de 1941, la Unión Soviética perdió interés en China. La ayuda al Kuomintang y al PCCh cesó casi por completo. Fue sólo con el fin de la guerra en Europa que Moscú volvió a prestar atención a los problemas del Lejano Oriente.
La tan esperada ayuda
Mientras se producía un creciente acercamiento entre el Kuomintang y los EE UU, el apoyo soviético a los comunistas chinos también aumentó. Oficialmente, la Unión Soviética y el gobierno de Chiang Kai-shek siguieron manteniendo relaciones respetuosas. El 14 de agosto de 1945, incluso firmaron un Tratado de Amistad y Alianza bajo el cual se suponía que lucharían juntos contra Japón.
Moscú prestó al PCCh una ayuda crucial en Manchuria. Unidades del Ejército Rojo quedaron estacionadas temporalmente en esta parte noreste de China después de su liberación de las tropas japonesas. La administración soviética ayudó a la infiltración clandestina de los comunistas chinos en la región y al establecimiento de su base revolucionaria allí.
Especialistas de la URSS trabajaron activamente para restaurar la infraestructura de Manchuria y se iniciaron entregas de bienes vitales y materias primas, mientras que las armas arrebatadas a los japoneses se entregaron al Ejército Popular de Liberación de China (incluyendo 861 aviones, 600 tanques, artillería, morteros, 1.200 ametralladoras, rifles y municiones). Además, la Unión Soviética comenzó el entrenamiento de los cuadros militares de las fuerzas armadas comunistas, mientras que Moscú concedió a Mao Zedong un préstamo preferencial para la guerra.
Cuando, después de la retirada del Ejército Rojo, las tropas del gobierno entraron en Manchuria en abril de 1946, se sorprendieron al descubrir que no eran destacamentos fragmentados de los partidarios del PCCh, sino un ejército moderno y disciplinado. El noreste de China se convirtió en el principal campo de batalla de la Guerra Civil, que finalmente terminó con la derrota del Kuomintang y su evacuación a la isla de Taiwán.
La Unión Soviética había vacilado durante mucho tiempo antes de ponerse abiertamente del lado de los comunistas chinos. Cuando esto ocurrió, las posibilidades del PCCh de ganar la lucha por el poder en China aumentaron enormemente. El resultado fue que el 1 de octubre de 1949, la República Popular China fue proclamada y el primer país del mundo en reconocerla fue la URSS.
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