¿Por qué los soviéticos enviaron perros al espacio en lugar de monos?

Lev Porter/TASS; Vladímir Rodionov/Sputnik
EE UU prefirió enviar monos en sus experimentos espaciales mientras que la URSS optó por los perros.

Los experimentos destinados a demostrar si los vuelos espaciales tripulados eran posibles, comenzaron en la URSS y en los EE UU aproximadamente al mismo tiempo, en los años 40 y 50. Hasta entonces, ni una sola criatura terrestre había experimentado el despegue o el aterrizaje dentro de una cápsula espacial, mucho menos la ingravidez y la radiación cósmica. 

Los científicos quisieron probar en conejillos de indias los efectos potenciales en el cuerpo humano. Pero no usaron cobayas en sentido literal, sino algo un poco más grande. ¿Pero qué? La pregunta no era para nada trivial.

¿Por qué no usaron monos?

Los científicos soviéticos consideraron varias opciones: ratones, ratas, monos, gatos y perros. Naturalmente, los monos se consideraban los más parecidos a los humanos en muchos sentidos. Por esta razón, los estadounidenses eligieron a Albert, un mono rhesus, que voló en un cohete en 1948. Por su parte, en 1963 los franceses enviaron un gato al espacio, y antes de eso, ratas. En la URSS, sin embargo, los perros habían desempeñado un papel histórico en los experimentos neurofisiológicos. No hay más que recordar al fisiólogo Iván Pavlov, que los usó para estudiar el sistema de estímulo reflejo, y que obtuvo el premio Nobel.

El perro Laika en la cabina hermética antes de la instalación en el satélite en 1957.

Dicho esto, la opción de los primates era popular entre algunos. El dr. Oleg Gazenko, uno de los principales científicos del programa espacial soviético, incluso fue a observar perros de circo y monos, y se dio cuenta de que habría muchos problemas con estos últimos. Los monos son menos estables emocionalmente (al fin y al cabo, están más cerca de los humanos), sufren crisis nerviosas y luego se vuelven agresivos. Los científicos estadounidenses abordaron este problema drogando a los animales. Anticipándose a los problemas, los soviéticos se conformaron con los perros, en concreto perros callejeros.

“Laika [el primer perro en el espacio] lo encontraron en la calle, al igual que la mayoría de los perros utilizados en los experimentos. ¿Por qué perruchos? Porque son inteligentes y poco exigentes. Más que cualquier pedigrí, valoran la amabilidad cuando la reciben. Tras recogerlos en la calle, fueron limpiados, lavados y alimentados”, explicó Gazenko.

La asistente de laboratorio Natasha Kazakova entrena al perro espacial Kozyavka para un vuelo espacial de prueba en 1959.

Se buscaban los cachorros adecuados en las perreras o en la calle. Tenían que ser bastante pequeños, con un peso de 6-7 kg, entre dos y seis años, amigables, sanos y muy pacientes. Se preferían las hembras, ya que era más fácil hacerles ropa sanitaria (para quitarles las secreciones), así como pelo ligero. Estos eran requisitos preliminares.

Ladrar al árbol correcto

El proceso de selección y entrenamiento de los caninos fue tan riguroso como el de los cosmonautas humanos. Se desarrolló un programa especial, que constaba de varias etapas. Primero se entrenaron y se probó su resistencia.

Se les habituó a los trajes espaciales: uno para inmovilizarlos (atado a una esquina para limitar los movimientos del perro dentro de la cápsula) y otro para descargar el cuerpo. Además, se les adiestraba para comer de un alimentador automático, girar en una centrifugadora, pararse en un soporte de vibración y eyectarse.

Veterok e Ugoliók

La prueba más difícil era tener que permanecer dentro de la cápsula cerrada, y el tiempo se incrementaba gradualmente a medida que el entrenamiento avanzaba. Los animales destinados a vuelos largos tenían que soportar hasta 20 días de confinamiento, lo que se determinó empíricamente; inicialmente, estos experimentos en la cápsula duraban hasta 55 días. No hace falta decir que no todos los perros podían soportar el estrés; algunos lloriqueaban incesantemente y trataban de derribar la puerta. Se creía que estos experimentos revelarían el carácter y la psique del animal, y para qué tipo de vuelo era adecuado: corto, largo o ninguno. A los que pasaban la selección preliminar se les pasaba a continuación a una etapa bastante arriesgada: se les introducían electrodos y catéteres para vigilar su salud y administrarles medicinas directamente en la corriente sanguínea, y se les cortaba la cola, ya que podía interferir con el sistema de ventilación del interior de la cápsula.

Los soviéticos preferían enviar perros al espacio en pareja para asegurarse de que los resultados obtenidos no se basaban en una reacción individual, y los seleccionaban según la compatibilidad psicológica, otro factor clave.

En total, la URSS lanzó 51 perros al espacio, 12 de ellos no sobrevivieron al vuelo. La muerte de Laika en 1957 fue la más trágica, dada la magnitud y la publicidad del evento.

La misión se preparó con una prisa terrible. En octubre de ese año, Nikita Jrushchov ordenó que se pusiera un perro en la órbita terrestre para el 7 de noviembre, para coincidir con el aniversario de la Revolución de Octubre. Pero en ese momento no existía ningún mecanismo para devolver el animal a salvo. Laika estaba por lo tanto condenada, pero nadie debía saberlo. Se pensaba que Laika moriría una semana después del vuelo. “Por desgracia, murió mucho antes”, recuerda Gazenko.

Debido a un error de cálculo de la conductividad térmica, Laika se asfixió unas horas después del lanzamiento, un hecho revelado sólo en 2002. En los años 50, la prensa soviética publicó informes sobre su salud durante siete días, durante los cuales Laika estuvo oficialmente “viva”. Después la URSS anunció que, tras recibir un conocimiento incalculable, supuestamente la había sacrificado, lo que provocó una avalancha de críticas por parte de Occidente.

Más tarde, comentando la muerte de Laika, Gazenko dijo que “el trabajo con animales era desgarrador. Los tratamos como bebés que no pueden hablar. Cuanto más tiempo pasa, más lo lamento. No deberíamos haberlo hecho. No aprendimos lo suficiente en esta misión para justificar su muerte”.

Años más tarde, en los años 80 y 90, la URSS y luego Rusia probaron suerte con los monos. Se enviaron doce al espacio como parte del programa Bion, pero el último de ellos, apodado Multik, murió tras un aterrizaje difícil, tras el cual el programa fue cancelado.

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