Cuando Fidel Castro viajó al norte de Rusia

Historia
VICTORIA RIÁBIKOVA
El viaje que el lídeo cubano hizo a la URSS en 1963, justo después de la crisis de los misiles, duró 40 días y comenzó con un juego de bolas de nieve, esquí y una visita a la Flota del Norte.

“Hijo de puta”, esa fue la reacción de Fidel Castro en 1962 ante la noticia de que Nikita Jrushchov, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética durante la crisis de los misiles, decidió retirar los misiles balísticos de medio alcance desplegados en Cuba a cambio de la promesa de Estados Unidos de no invadir la isla caribeña. Al menos, así puede leerse en la web de los Archivos Estatales de la Región de Múrmansk.

A Castro no le gustó el hecho de que Jrushchov decidiera hacer concesiones a los americanos a sus espaldas, y el dicho: “Nikita, Nikita, lo que se da no se quita” se extendió por todo el país.

Jrushchov no tenía intención de discutir con Fidel y en enero de 1963 envió una carta al líder cubano, en la que justificaba la decisión de retirar los misiles “únicamente por razones de seguridad internacional”, y le invitaba a visitar la Unión Soviética.

Para llevar a Castro a Rusia, se decidió enviar un avión Tu-114D a La Habana vía Múrmansk, una de las ciudades rusas del Lejano Norte. Por razones desconocidas, Fidel no quería volar en el avión propuesto, prefiriendo llegar a la Unión Soviética en un vuelo de Aeroflot.

“Nuestro Tu-114, -contó el embajador de la URSS en Cuba, Alexánder Alexéiev, - supuestamente debido a una avería fue llevado a una parte remota del aeropuerto de La Habana, y por la noche Fidel y un grupo de 20 acompañantes subieron al avión no por las escaleras (¡secretismo!), sino por una escalerilla que llevaba al compartimento de carga a través de un escotillón. Cuando Fidel anunció en el avión el propósito del viaje - a la URSS a través de Múrmansk, comenzó una diversión desenfrenada, reforzada por el hecho de que casi nadie se llevaba las cosas necesarias para tal viaje”.

El vuelo, según la web del archivo, fue largo. Durante el viaje, Castro jugó al ajedrez, habló, leyó, se probó un gorro de invierno y pidió que le informaran sobre el resultado del encuentro de los equipos de béisbol de Estados Unidos y Cuba celebrado en Brasil en los Juegos Panamericanos. El operador de radio que viajaba a bordo, Alexánder Anikin,  lo preguntó a Moscú, y desde allí se le informó que los cubanos habían ganado, a lo que Fidel respondió: “Me lo esperaba...”.

En aquel momento, Múrmansk se estaban preparando para la llegada de Castro. Intentaron mantener su llegada en secreto, pero la noticia corrió por toda la ciudad. 

“Nunca se pintaban las vallas de la ciudad en esta época del año, pero de buenas a primeras,  docenas de pintores las arreglaron incansablemente... Todavía había un montón de nieve apilada y por ellos se decidió pintar solo la parte de estas que estaban descubiertas. Se colgaron banderas por todas partes, aunque quedaba mucho tiempo hasta las vacaciones de mayo. La orquesta de bomberos de Múrmansk se puso a aprender el himno cubano siguiendo una orden ‘secreta”, recordó el oficial de la KGB Nikolái Leónov, autor de una biografía de Fidel Castro.

Encuentro con los rusos y visita al puerto pesquero

El 27 de abril de 1963 el avión aterrizó a las 3.00 de la mañana en la base aérea Olenia, cerca de Olenegorsk.

“Los aplausos sonaron más fuerte que el sonido de la orquesta. Las ráfagas de viento agitaron las banderas de los estados de la Unión Soviética y de la República de Cuba, atadas juntas. Y entonces, en una escalera, se vio a una persona alta, vigorosa y barbuda cuyo aguerrida silueta conoce todo el mundo”, - informó a los lectores un corresponsal especial de Pravda. Salió del avión con una gorra ushanka de piel y una chaqueta de color kaki, escuchó los himnos de Cuba y de la URSS y se subió al coche, que llevó a la delegación cubana a un tren especial hacia Múrmansk.

Fidel Castro llegó a Múrmansk a las 10.00 de la mañana. En aquel momento, decenas de miles de lugareños llenaron toda la plaza de la estación y las calles vecinas, los escolares se escaparon de clase y los trabajadores dejaron las fábricas para ver al líder cubano.

“La gente estaba sentada en los tejados, colgada de los postes, todos saludaban a los cubanos con mucho entusiasmo. "Algunos incluso tenían lágrimas en los ojos. Todo el mundo saludaba a Cuba y a su líder, todos gritaban: “¡Viva Cuba!”, escribió Aliona Alatalo, residente en Petrozavodsk, en una carta de su padre. Según su descripción, Fidel tenía “ojos cansados pero felices, era muy humilde y a todos les gustaba”.

La temperatura aquí, a la que no estamos acostumbrados en nuestro país, es fría. Pero hay mucho calor en sus corazones. Y este calor lo sentimos nosotros,  los cubanos que vinimos a su tierra”, dijo Fidel en su discurso de bienvenida.

Después de la reunión, Castro fue a la dacha de Jruhchov, que se convirtió en su residencia durante ese viaje. Fidel disfrutó con la nieve, la arrojó al aire, se roció con ella, la probó y caminó sobre montones de nieve, hundiéndose casi hasta la cintura. También trató de esquiar, pero se caía  todo el tiempo.

Luego Castro visitó el rompehielos Lenin, el puerto pesquero de Múrmansk y la fábrica de pescado.

En la fábrica comió un shashlik de lobo marino, probó el fletán y la perca ahumada y otros platos. Lo que más le gustó fueron los pelmeni de pescado. Al despedirle, le regalaron un fletán enorme, que apenas podía sostener en sus manos.

“Cuando Castro salió de la fábrica de pescado, le esperaba gente también. Había un montón de barriles en el muelle... La gente estaba sentada y de pie sobre ellos. Las chicas empezaron a pedir que les hiciesen fotos con él. Castro se subió rápidamente al barril y todos  fueron fotografiados como recuerdo”, escribió el padre de Aliona Alatalo.

La Flota del Norte

En la mañana del 28 de abril, Fidel Castro fue a ver la Flota del Norte Soviética y subió a un torpedero. Para que el líder cubano entrara en calor, se le obsequió con una chaqueta negra con piel blanca (como las que usaban entonces los marinos) y un sombrero de oficial con orejeras. Llevó este atuendo durante todo el día.

Al bajar del torpedero, presenció unos fuegos artificiales en su honor: 21 descargas de artillería. Luego le mostraron un submarino con misiles balísticos. Castro pidió que se abrieran las escotillas y se elevara uno de los misiles a la posición de disparo.

“Aplaudamos, camaradas, a este milagro de la tecnología - el logro de los científicos y diseñadores soviéticos. Este misil protege la paz y la tranquilidad de nuestros países y pueblos”, - dijo Castro sobre el misil.

Según Nikolái Leónov, Castro visitó la Flota del Norte sólo para ver este misil.

“Su misión principal era asegurarse de que la Unión Soviética tuviera los medios adecuados para responder a la amenaza nuclear de los Estados Unidos”, recordó Leónov.

Luego Fidel fue llevado al aeródromo militar de Severomorsk-1, donde no estuvo mucho tiempo. Inmediatamente después de la excursión subió a un Il-18 y voló a Moscú. De vuelta a la isla caribeña sobrevoló de nuevo la península de Kola.

Han pasado más de 50 años desde la visita de dos días de Fidel a Múrmansk, pero los residentes locales todavía recuerdan al líder cubano con cariño. Por ejemplo, la  web del archivo contiene un comentario de este tipo de un residente local: “Uno de los primeros y más fuertes recuerdos de mi infancia fue cuando lloré por no haber visto a Fidel Castro mientras iba en coche por la calle Lomonósov. Había mucha gente con banderas cubanas y soviéticas... Castro tardó en aparecer. Me distraje y jugué con una chica en el césped. Y me lo perdí todo. Mi madre me calmó hablándome: nadie pudo ver a Fidel Castro, sólo a una mano sacada del coche, con la que saludó a los residentes de Severomorsk... “¡Cuba, eres mi amor!”.

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