‘Incidente Catalina’. ¿Por qué la URSS derribó dos aviones suecos?

Dominio público/Getty Images
Uno de los derribos resultó en un gran escándalo internacional, mientras que el otro fue silenciado por ambos países.

Dos seguidos

Temprano, el 13 de junio de 1952, un avión de transporte DC-3 de la Fuerza Aérea Sueca en la que volaban ocho miembros de la tripulación desapareció sobre el mar Báltico sin dejar rastro. 

Foto de la Catalina que fue derribada por el MiG-15 soviético.

Una petición oficial a la URSS para que se aclarara lo sucedido se saldó sin resultado alguno: Moscú negó su participación en el suceso. Se inició una operación de búsqueda a gran escala en el mar Báltico, pero pronto se suspendió por un incidente que conmovió a toda Suecia.

El 16 de junio, dos cazas MiG-15 soviéticos derribaron un hidroavión sueco PBY-5 Catalina, que estaba involucrado en la operación de búsqueda. El avión sueco consiguió amerizar con éxito, y sus cinco tripulantes fueron recogidos por un carguero de Alemania Occidental que pasaba por allí.

Un escándalo

Ambos países se encontraron al borde de la ruptura de las relaciones diplomáticas. Se celebraron manifestaciones de protesta a gran escala frente a la embajada soviética en Estocolmo.

Los suecos afirmaron que los rusos habían atacado al Catalina en espacio aéreo internacional. Según la parte soviética, el hidroavión sueco violó las fronteras de la URSS.

Resultó que el PBY-5 se acercó en exceso a una de las islas de la Estonia soviética por error, donde dos MiG lo alcanzaron. El piloto Nikolái Semernikov recordó: “Amanecía. Los suecos nos vieron y se dirigieron a la zona neutral. Alcanzarlos fue cuestión de unos segundos. Habiéndonos aproximado a ellos a una distancia de unos 20 metros, indicamos al Catalina que nos siguiera hasta nuestro aeródromo. Sin embargo, el avión no se desvió de su ruta.” 

El 16 de junio de 1952 los periódicos suecos se centraron en el incidente con el Catalina

A pesar de que el Catalina ya había dejado atrás el espacio aéreo soviético, se ordenó a los pilotos que abrieran fuego contra él. Por derribar el hidroavión sueco, Semernikov y el piloto del otro MiG, Iliá Yatsenko-Kosenko, fueron condecorados con sendas Medallas del Estandarte Rojo.

Lejos de un vuelo ordinario

Durante la investigación del ‘asunto Catalina’ llevada a cabo tras el colapso de la Unión Soviética, se hizo patente que ambos países habían mentido.

El DC-3 no estaba realizando un vuelo de entrenamiento. Cargado hasta arriba de equipos tecnológico de alto secreto, estaba realizando una misión de reconocimiento electrónico de un radar soviético situado cerca de la ciudad de Liepaja, en el oeste de Letonia. Suecia planeaba entregar esta información a la OTAN a cambio de equipo electrónico que necesitaba para fines de defensa.

El avión sueco DC-3

El avión había sido bautizado con un nombre muy apropiado: ‘Huginn’. En la mitología nórdica, así se llamaba un cuervo del dios Odín que volaba alrededor del mundo e informaba a su amo de todo lo que ocurría.

A bordo del avión, había técnicos y oficiales del Ministerio de Defensa. Según una teoría no confirmada, además de los ocho suecos, también había un representante estadounidense de la OTAN a bordo del avión.

A las autoridades suecas les convenía silenciar la historia de la desaparición del DC-3, y el incidente del ataque al Catalina se convirtió en una verdadera bendición para ellos.

Una cálida bienvenida

Por otro lado, la URSS, que negó cualquier implicación en la desaparición del avión, fue directamente responsable de ella. El ‘Huginn’ fue derribado en las cercanías de las fronteras del espacio aéreo soviético (los restos del avión fueron descubiertos en 2003 al norte de la isla sueca de Gotland).

Los restos del DC-3.

De hecho, la Unión Soviética estaba esperando la llegada del “cuervo”. Moscú conocía bien la cooperación militar secreta que la Suecia neutral había establecido con los Estados Unidos y Gran Bretaña después del final de la Segunda Guerra Mundial. A cambio de la inteligencia proporcionada por los suecos, la OTAN les pasaba moderno equipo técnico para las necesidades de defensa del país nórdico.

A partir de 1948, los aviones de reconocimiento de la Fuerza Aérea Sueca equipados con cámaras aéreas comenzaron a aparecer en el espacio aéreo soviético de forma regular, causando irritación y provocando protestas de los líderes soviéticos. Todo esto condujo finalmente a que el 12 de junio de 1952, el DC-3, que tan hábilmente había evitado violar la frontera soviética, fuese atacado por un MiG-15 pilotado por Grigori Osinski.

Los detalles del “incidente Catalina” se hicieron públicos en Suecia y Rusia sólo 40 años después de los acontecimientos, aunque las autoridades de ambos países los habían aclarado entre ellos mucho antes. En 1956, Nikita Khrushchev, en una conversación confidencial con el Primer Ministro Tage Erlander, admitió que el avión sueco había sido atacado por un MiG soviético. Este último, sin embargo, decidió no compartir la información con los ciudadanos de su país.

LEE MÁS: Cuando los suecos lucharon por (y contra) la URSS en la Segunda Guerra Mundial

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