En el centro de la ciudad siberiana de Tiumén hay un pequeño parque en honor de los gatos siberianos. Tiene varias esculturas de felinos. Hay una gata con tres cachorros, otros jóvenes y gamberros y un gato adulto que ha saltado a la cima y mira a los transeúntes con mirada seria.
Este parque y los monumentos fueron creados para conmemorar los trágicos eventos ocurridos durante el sitio de Leningrado, durante la Segunda Guerra Mundial y que duró desde septiembre de 1941 hasta enero de 1944. Al fin y al cabo, es en parte gracias a estos gatos siberianos que todavía podemos disfrutar de los tesoros almacenados en el principal museo de Rusia.
El Hermitage que quedó desprotegido
El edificio que ahora alberga el museo más grande y famoso del país tenía gatos a su servicio desde el reinado de la emperatriz Isabel I, en el siglo XVIII. En 1745 emitió un decreto ordenando que se llevaran desde Kazán 30 grandes gatos para cazar roedores; estaban considerados los más feroces del Imperio Ruso. Los gatos custodiaron las galerías de arte y las bodegas del palacio (el Hermitage tiene casi 20 km de galerías) ratones durante la invasión napoleónica, la Revolución bolchevique y también bajo el dominio soviético. Curiosamente, en diferentes épocas se utilizaron agentes químicos contra las ratas, pero no resolvieron el problema. El método más eficientes fue echar mano de los gatos.
En 1941, con el comienzo de la guerra, se evacuaron valiosos objetos del Hermitage a los Urales y los sótanos fueron convertidos en refugios para bombas. Durante el sitio de Leningrado, la ciudad se quedó sin gatos (murieron de hambre o se los comieron) y los sótanos de las viejas casas estaban llenos de ratas, que roían los muebles, las paredes, las comunicaciones y transmitían enfermedades peligrosas. Los museos, que almacenaban numerosas obras de arte en sus sótanos, tampoco se libraron.
Los gatos corren al rescate
Los residentes de otras regiones de la URSS se enteraron de este problema y decidieron ayudar a la ciudad. Los primeros gatos se enviaron desde Yaroslavl en 1943, cuando se rompió el bloqueo, lo que marcó un punto de inflexión en la batalla por la liberación de la ciudad. Los gatos blue smoke de Yaroslavl se consideraban buenos cazadores de ratas y tenían una gran demanda, a pesar de que uno costaba diez veces el precio de una barra de pan, que era muy escasa en la ciudad asediada. Aún así había escasez de gatos.
Uno de los mayores “puntos de recolección” de gatos estaba en Tiumén: los residentes de varias ciudades siberianas enviaron allí sus mascotas para ser transportadas a Leningrado y ayudar a proteger el Hermitage. Un tren llevó 5.000 gatos de Tiumén, Omsk e Irkutsk a Leningrado. ¿Puedes imaginarte lo terrible que debió ser ese viaje de varios días para ellos?
Todas las ratas fueron eliminadas y los descendientes de esos gatos siberianos todavía sirven en el Hermitage.
También en San Petersburgo se ha erigido un monumento conmemorativo: en la calle Málaia Sadóvaia hay dos gatos de bronce, Yeliséi y Vasilisa.
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