Después de la derrota en la batalla de Kursk en el verano de 1943, laWehrmacht perdió el liderazgo de la guerra por completo y comenzó a retirarse rápidamente hacia el oeste. Ya el 11 de agosto, cuando la batalla de Kursk estaba todavía en curso, el alto mando alemán dio la orden de construir una línea de fortificaciones defensivas desde el Báltico hasta el mar de Azov, el llamado Muro Oriental, que, en palabras de Hitler, tenía por objeto “proteger a Europa del bolchevismo”.
A uno de los principales ríos de la Unión Soviética, el ancho (en algunos lugares hasta 18 km de ancho) y rápido Dniéper, se le asignó el papel de elemento clave del Muro Oriental. Si los alemanes hubieran logrado afianzarse en su orilla occidental, habrían tenido una buena oportunidad de detener la acelerada ofensiva del Ejército Rojo, que, atrapado frente a esta inexpugnable barrera de agua, habría sufrido pérdidas colosales en los interminables intentos de cruzarla. El mando militar soviético era muy consciente de esto. Sin dormirse en los laureles después del triunfo del Kursk, ordenó a las unidades del Ejército Rojo que avanzaran hacia el Dniéper lo más rápido posible.
El 26 de agosto, sólo tres días después del final de la batalla de Kursk, las tropas soviéticas lanzaron una ofensiva a gran escala a lo largo de una línea de frente de 750 kilómetros desde Smolensk hasta Azov. Buscaban llegar al río casi pisándole los talones a los alemanes, por así decirlo, o al menos evitar que los germanos crearan fuertes posiciones defensivas en sus orillas. La Batalla del Dniéper, que tuvo lugar de agosto a diciembre de 1943, involucró hasta cuatro millones de soldados de ambos lados, convirtiéndola en una de las mayores batallas no sólo de la Segunda Guerra Mundial, sino de toda la historia de la humanidad.
“¡Estamos en el otro lado! La orilla occidental significa seguridad, una frontera que nos separa firmemente de los rusos. Los informes oficiales afirman que las tropas alemanas retendrían el Dniéper. Y que en la primavera empujaremos a los rusos a través del Volga”, recordó Guy Sajer, un soldado raso de la división de élite Großdeutschland. Los alemanes evacuaron rápidamente todo lo que pudieron al otro lado del río, y se llevaron por la fuerza a la población local con ellos. Así, la industria alemana conseguiría nueva mano de obra y el Ejército Rojo no podría reponer sus filas con reclutas de los territorios liberados.
Para asegurar el éxito de su ofensiva, el mando soviético decidió involucrar a los paracaidistas en la batalla. Sin embargo, el mal planeado asalto aéreo del Dniéper, que comenzó el 24 de septiembre, fue tan infructuoso que no se emprendieron más operaciones de despliegue de este tipo de tropas a gran escala hasta el final de la guerra. En lugar de aterrizar detrás de la línea enemiga, más de 4.000 paracaidistas fueron lanzados directamente sobre las posiciones alemanas. Los destacamentos dispersos, al haber perdido contacto entre sí, no tenían un plan de acción claro y, al sufrir grandes pérdidas, se dirigieron al oeste para unirse a los partisanos. Debido a los errores de los pilotos, algunas unidades fueron lanzadas directamente al Dniéper y se ahogaron.
“Había seis divisiones concentradas allí y dos cuerpos de tanques. Y nos dejaron caer en sus posiciones... Entramos en batalla directamente desde el cielo, y morimos en el cielo... Todo estaba en llamas allí, la noche se convirtió en día... Toda la brigada debería haber aterrizado en un radio de 7-10 km, pero los pilotos nos dispersaron a lo largo de 100 km, desde Rzhishchiv hasta Cherkasi... Y, en lugar de actuar como brigada, tuvimos que operar en pequeños destacamentos que eran fáciles de destruir”, recordaría el sargento menor de la 3ª Brigada Aerotransportada de la Guardia, Piotr Nezhivenko. Más de 3.000 paracaidistas murieron en los combates. Sin embargo, lograron desviar parte de las fuerzas alemanas hacia ellos mismos, lo que contribuyó al éxito general de la batalla por el Dniéper.
No se fijó una fecha específica para el cruce colectivo del Dniéper. Los ejércitos o divisiones cruzaron a la orilla oeste de forma independiente, si tuvieron la oportunidad de hacerlo. Allí aseguraban una cabeza de puente, repelían los contraataques del enemigo y luego se lanzaban a una ofensiva propia. En algunos lugares, el cruce se realizó sin problemas ya que las tropas alemanas no habían tenido tiempo de defenderse, mientras que en otros lugares, hubo fuertes combates bajo el fuego constante del enemigo. “Recuerdo bien cómo, cuando estábamos cruzando el Dniéper, el agua del río se enrojeció de sangre, cientos de camaradas murieron ante mis ojos”, rememoró el zapador Iván Vindrievski.
“Tan pronto como llegaron al Dniéper, miles remaron en pequeñas embarcaciones, en balsas improvisadas, en unos pocos barriles ensartados, o incluso aferrándose a tablones o bancos de jardín”, escribió el periodista británico Alexander Werth en su libro Russia at War: 1941-1945. A menudo las tropas soviéticas lograban engañar al enemigo: daban la impresión de cruzar el Dniéper en un lugar, haciéndolo ruidosamente y desviando las fuerzas enemigas sobre sí mismas, mientras que la verdadera travesía se realizaba tranquilamente en otro tramo del río, a 10-15 km de distancia.
Los alemanes casi inmediatamente se abalanzaron sobre las tropas soviéticas que habían cruzado el río, tratando de arrojarlas de nuevo al agua. Las unidades del Ejército Rojo que fueron las primeras en llegar a la orilla derecha “viajaron ligeros”, sin vehículos blindados pesados, ni una cantidad suficiente de municiones o alimentos. Al defender las cabezas de puente capturadas antes de que llegaran las fuerzas principales, las divisiones soviéticas perdieron hasta el 70 por ciento de su personal.
Los feroces combates por la orilla occidental del Dniéper duraron todo el mes de octubre. Aunque la ofensiva no tuvo éxito en todas partes, el Ejército Rojo logró crear varias cabezas de puente importantes en el territorio del margen derecho de Ucrania. El hecho de que las tropas soviéticas mantuvieran y ampliaran la cabeza de puente de Zaporozhie en el sur les dio una buena oportunidad en el futuro para aislar de tierra a las fuerzas alemanas en Crimea. El 6 de noviembre, Kiev fue liberada, lo que tuvo no sólo un significado militar, sino también político. Durante un mes y medio, la Wehrmacht intentó recuperar la ciudad. En los últimos 10 días de diciembre, la ofensiva de las agotadas y disminuidas agrupaciones enemigas terminó finalmente, y la Batalla del Dniéper, en efecto, acabó.
La batalla del Dniéper se cobró unas 400.000 vidas de soldados soviéticos (y hasta 300.000 vidas de alemanes). El heroísmo del Ejército Rojo recibió una alta recompensa de los dirigentes del país: 2.438 personas recibieron el título de Héroe de la Unión Soviética, el mayor número para cualquier operación durante la guerra.
El mariscal Gueorgui Zhúkov en el Kiev liberado.
Arkady Shaijet/МАММ/МDF/russiainphoto.ruCon la ruptura del Muro Oriental, el Tercer Reich perdió su última oportunidad de librar una guerra prolongada en el territorio de la Unión Soviética. Aunque la mayor parte de la Ucrania occidental seguía en manos de los alemanes, quedó claro que su liberación y avance hacia la frontera rumana era sólo cuestión de tiempo.
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