Cómo EE UU “robó” una victoria soviética contra Japón en la Segunda Guerra Mundial

Foto de archivo; Dominio público; Russia Beyond
En 1938 los estadounidenses se apuntaron el éxito de una incursión aérea en Taiwán, que entonces estaba controlada por el Imperio japonés. En realidad lo hicieron los soviéticos… aunque estos prefirieron mantenerlo en secreto.

Reconciliación de viejos enemigos

Mientras el Tercer Reich seguía acumulando fuerzas en Occidente para luchar por la creación de un “espacio vital para el pueblo alemán”, en el Lejano Oriente Japón ya estaba plenamente inmerso en la creación de una Gran Asia Oriental bajo su dominio. En 1931 los japoneses invadieron la Manchuria china, donde establecieron un estado títere. En 1937 estalló una guerra a gran escala entre el Imperio de Japón y China, que puso en riesgo la soberanía de China.

La URSS observaba alarmada la expansión japonesa y creía, con razón, que tarde o temprano llegaría al territorio soviético del Lejano Oriente. En esas circunstancias, los dirigentes soviéticos hicieron las paces con sus antiguos enemigos: el Kuomintang, el partido gobernante de China y con su líder Chiang Kai-shek.

La hostilidad entre ambos había surgido del apoyo que la URSS había proporcionado durante muchos años a los comunistas de Mao Zedong en su lucha contra el Kuomintang. Sin embargo, la agresión japonesa obligó a ambas partes a sentarse en la mesa de negociaciones.

Operación Zet

Se llegó a un acuerdo sobre los suministros militares soviéticos a China. Durante la llamada Operación Zet, los chinos recibieron más de 80 tanques, 700 vehículos, más de 600 armas de artillería y unas 400 ametralladoras, entre otros.

Los aviones constituyeron la parte más importante de los suministros. Los obsoletos aparatos chinos habían sido eliminados por la Fuerza Aérea del Ejército Imperial Japonés, que era más moderna. Los nipones obtuvieron la supremacía aérea fácilmente y bombardeaban las ciudades chinas con impunidad. Con el objetivo de cambiar la situación, en la etapa inicial de la guerra la URSS, puso a disposición del  Kuomintang más de 300 aviones de combate I-15 y I-16, así como unos 150 bombarderos SB y TB-3.

En defensa de China

A petición del gobierno chino, comenzaron a llegar en secreto al país pilotos militares soviéticos. Eran pilotos experimentados y algunos ya habían participado en la Guerra Civil española. No solo participaron en el entrenamiento de los militares locales, sino que también se unieron activamente a la lucha contra los japoneses. Para evitar las disputas diplomáticas con Tokio, los aviadores soviéticos figuraban como voluntarios en los documentos o utilizaban nombres chinos para ocultar su identidad. Por ejemplo, el comandante del grupo de bombarderos aerotransportados de Hankou, Fiódor Polinin, era conocido como Fyn Po.

Los primeros aviadores soviéticos llegaron a China en noviembre de 1937 y se unieron inmediatamente a la lucha contra el enemigo. Aunque los japoneses los superaban en número muchas veces, volaban cuatro o cinco veces al día para defender las ciudades chinas.

Después de que la fuerza aérea japonesa sufriera considerables pérdidas en el aire sobre Nanjing, la entonces capital china, comenzaron a organizar ataques aéreos precisos y devastadores contra sus aeródromos cerca de Shangái. Los japoneses se dieron cuenta de que se enfrentaban a un enemigo más peligroso y mejor preparado. La despreocupación que había gobernado sus acciones anteriormente fue reemplazada por la precaución. Pero ni siquiera esto pudo ayudarles a prepararse para el ataque soviético sin precedentes sobre Taiwán (conocido entonces como Formosa). 

Una operación audaz

El ataque al aeródromo de Matsuyama, cerca de la ciudad principal de Taiwán, Taipei, fue planeado para el 23 de febrero de 1938 como un “regalo” a los japoneses en el 20º aniversario del Ejército Rojo. En ese momento era una de las mayores bases aéreas de la Fuerza Aérea del Ejército Imperial Japonés. Tokio estaba segura de que estaba fuera del alcance del enemigo.

28 bombarderos SB con marcas de la Fuerza Aérea China estaban listos para despegar de Hankou cerca de Wuhan, situada a casi 1.000 km de Taiwán. Un segundo grupo de 12 aviones con tripulaciones mixtas soviético-chinas iba a salir de Nanchang, más cerca del estrecho de Formosa.

La incursión casi fue abortada antes de empezar. Temprano por la mañana, cuando los aviones estaban listos para partir, los bombarderos japoneses aparecieron en el cielo cerca de Hankou. “Un desagradable escalofrío recorrió mi cuerpo. Si nos golpeaban, el aeródromo volaría en pedazos. Nuestros aviones estaban llenos de combustible y las bombas estaban montadas en posición. Si el avión no los ahuyentaba, todo estaría perdido”, recordaba el oficial al mando del ataque, Fiódor Polinin, en sus memorias, Rutas de combate. El desastre se evitó y los japoneses se dirigieron repentinamente en dirección a la vecina ciudad de Changsha.

El ataque a Matsuyama fue una operación sin precedentes para su época. Los 28 bombarderos, sin cobertura de cazas, tardaron siete horas en volar 1.000 km, de los cuales casi 200 fueron sobre el agua. El grupo de Nanchang tuvo que volver a la base por un error de navegación.

Para ahorrar combustible y aumentar el rango de vuelo, el grupo de bombarderos aéreos de Hankou voló a una altitud de unos 5.000 metros. Sin máscaras de oxígeno, las tripulaciones aéreas estuvieron al límite de su resistencia. “El corazón se acelera, la cabeza da vueltas y sientes que te quedas dormido... solo puedes confiar en tu propia resistencia”, escribió Polinin.

Ataque sorpresa

Al llegar a Taiwán, las aeronaves soviéticas se dirigieron al norte de la isla y luego, girando bruscamente y volando con los motores silenciados, golpearon Matsuyama.

Fiódor Polynin

Lanzaron un total de 280 bombas en el aeródromo. Cuarenta aviones enemigos fueron destruidos, sin contar los que estaban desmontados en contenedores. Los hangares se quemaron hasta los cimientos y se incendió el suministro de combustible para tres años.

Los japoneses estaban convencidos de que su distante aeródromo era completamente seguro. Ninguno de sus aviones de combate logró siquiera salir al aire. Su fuego antiaéreo comenzó demasiado tarde, cuando el grupo aéreo soviético ya había puesto rumbo al continente.

En Tokio el ataque provocó un fuerte shock. Demostraba claramente que las propias islas japonesas estaban ahora bajo amenaza. El gobernador de Taiwán fue derrocado y el comandante de la base aérea de Matsuyama se suicidó.

¿Triunfo estadounidense?

Los aviadores soviéticos volvieron a Hankou sin pérdidas para ser recibidos como héroes. A una cena de celebración en su honor asistió incluso Soong Mei-ling, la esposa del líder chino Chiang Kai-shek.

Pero aunque los líderes del país conocían bien las circunstancias de la incursión, los detalles eran desconocidos en la sociedad china, debido al estatus especial de los aviadores soviéticos.

La hazaña acabó atribuyéndose a un grupo de voluntarios internacionales (principalmente estadounidenses) dirigidos por el piloto Vincent Schmidt. Oficialmente llamado el 14º Escuadrón de la Fuerza Aérea China, el grupo fue esencialmente un precursor de los renombrados Tigres Voladores, el grupo de aviación de combate voluntario que llegaría al país asiático desde los EE UU en abril de 1941.

“Un periódico en inglés publicado en Hankou publicó un curioso reportaje. Decía que un grupo de aviones chinos liderados por aviadores extranjeros había montado un ataque en Formosa y había causado graves daños a la fuerza aérea japonesa. Un poco más abajo se afirmaba que aviadores estadounidenses habían participado en la incursión”, recordaba Polinin.

El Hong Kong Telegraph describió como el “intrépido veterano de muchas guerras” Vincent Schmidt, había dirigido el “primer audaz ataque sobre suelo japonés”, en el que también habían participado aviadores chinos y rusos.

El lado soviético mantuvo un completo silencio sobre todo esto. Tal giro de los acontecimientos incluso le convenía. El propio Schmidt no solo no negó los informes, sino que aceptó felizmente las felicitaciones, concedió entrevistas y se deleitó en su condición de algo que se aproximaba a un héroe.

Varios días después la verdad salió a la luz: los japoneses informaron oficialmente que solo los bombarderos soviéticos SB habían estado involucrados en el ataque a Matsuyama. Ofendiéndose por las acusaciones de mentir que empezaron a volar en su dirección, Vincent Schmidt presentó su dimisión y se fue a Hong Kong. El 1 de marzo, su 14º Escuadrón fue disuelto por ineficaz.

En cuanto a los pilotos soviéticos, descritos por los chinos como “espadas de la justicia”, continuaron luchando en China hasta 1940, cuando las relaciones entre el Kuomintang y los comunistas de Mao se deterioraron de nuevo. Durante todo el período de la guerra, la URSS envió 3.665 pilotos y especialistas técnicos a China, de los cuales 211 perdieron la vida.

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