Así se vivió en el territorio de la URSS ocupado por los nazis (Fotos)

Historia
BORIS EGOROV
Bajo el Nuevo Orden Alemán, los ciudadanos de la Unión Soviética debían ser sometidos a la total esclavitud y al exterminio. Las políticas nazis en los territorios soviéticos ocupados se cobraron la vida de más de 13 millones de civiles.

“No se puede abordar la cuestión rusa con formulaciones jurídicas o políticas, ya que Rusia es mucho más peligrosa de lo que parece, y debemos utilizar medios coloniales y biológicos para destruir a los eslavos”, explicó Adolf Hiler al Ministro de Relaciones Exteriores de Rumania, Mihai Antonescu, en 1941.

Mediante el Generalplan Ost (Plan Principal para el Este) ideado por los nazis, de toda la población soviética en la parte europea de la URSS ocupada por Alemania sólo quedarían 14 millones de personas para servir a los intereses del nuevo régimen. Al resto le esperaba el exterminio o a la deportación forzosa a Siberia.

Como parte del Nuevo Orden, el territorio ocupado de la Unión Soviética, tras ser entregado por la Wehrmacht para su administración a las autoridades civiles, fue dividido en los llamados Comisariados del Reich. Los alemanes crearon el Reichskommissariat Ukraine y el Reichskommissariat Ostland (este último para gestionar repúblicas bálticas y Bielorrusia). Tras la contraofensiva del Ejército Rojo, los otros Comisariados del Reich planeados por los nazis, los Reichskommissariat Kaukasus, Reichskommissariat Turkestan, Reichskommissariat Don-Wolga y Reichskommissariat Moskowien -quedaron convertidos en meros términos sobre el papel.

A pesar de estar en la cima de la pirámide administrativa de los territorios ocupados, los alemanes no pudieron prescindir de la ayuda de colaboradores sobre el terreno. Como resultado, se estableció la llamada “nueva administración rusa”: Aparecieron burgomaestres en las ciudades y entre la población local de las zonas rurales se eligieron jefes de aldea eran. Las autoridades que colaboraron con el enemigo se encargaron de asegurar el suministro oportuno de alimentos al ejército alemán, mantener el orden público, combatir a los partisanos y saboteadores, mantener las carreteras en buen estado y realizar labores de propaganda entre la población. “Cuanto antes se erradique la dominación judío-bolchevique, antes llegará el futuro feliz que ya hemos empezado a crear con nuestras propias manos”, escribió Konstantín Dolgonenkov, antiguo miembro de la Unión de Escritores Soviéticos y redactor jefe del periódico colaboracionista de Smolensk, Novi Put.

Desde los primeros días de la guerra, las grandes empresas alemanas, a través de sus filiales, las llamadas “empresas orientales”, comenzaron a hacerse con el control de las empresas industriales soviéticas abandonadas. La mayoría de ellas fueron adaptadas para la producción militar, y la maquinaria y el personal cualificado fueron llevados allí desde el Tercer Reich. En cuanto a la población soviética, fue sometida a una movilización forzosa para realizar trabajos duros en obras de construcción, en la agricultura, en la extracción de turba y carbón y en las empresas madereras. Además, alrededor de cinco millones de ciudadanos soviéticos (los llamados Ostarbeiter) fueron deportados a Alemania como trabajadores

Cuando la rápida victoria sobre los bolcheviques que se esperaba no se materializó y la guerra comenzó a prolongarse, los alemanes tuvieron que ser más sutiles en sus tratos con la población local, tratando de motivarla para construir conjuntamente una Nueva Europa. El 27 de febrero de 1942, el Ministerio del Reich para los Territorios Orientales Ocupados emitió un decreto que abolía las granjas colectivas e instituía una transición gradual hacia la propiedad privada de las explotaciones campesinas. La reforma se presentó como “regalo de Adolf Hitler al campesinado ruso”, algunos de los cuales odiaban de hecho el sistema soviético de agricultura colectiva. Sin embargo, en realidad, las parcelas podían ser requisadas con la misma facilidad con que habían sido asignadas cuando sus propietarios no cumplían con las cuotas en constante crecimiento de entrega obligatoria, por cuyo fallo los campesinos eran sometidos a medidas punitivas. Al tener que retirarse del territorio soviético, los alemanes dejaron incluso de fingir que respetaban la ”legalidad” y se limitaron a robar por la fuerza el ganado y los alimentos que necesitaban.

Las primeras unidades de policía de colaboracionistas locales se crearon al principio de la Operación Barbarroja. A medida que aumentaban las bajas entre los soldados alemanes en los diferentes frentes militares y el movimiento partisano intensificaba sus operaciones en la retaguardia, la importancia de estos destacamentos creció exponencialmente. Bien armados y bien entrenados, fueron utilizados contantemente para llevar a cabo expediciones punitivas contra los partisanos y para vigilar instalaciones militares y de transporte, así como para combatir al Ejército Rojo. En 1943 la mayoría de los destacamentos militares de colaboradores soviéticos se unieron al llamado Ejército de Liberación de Rusia del General Andréi Vlasov.

La inteligencia soviética hizo todo lo posible para desmoralizar a las formaciones militares colaboracionistas con propaganda. De hecho, muchos de sus hombres no servían a los alemanes por propia voluntad y muchos se enfrentaron al dilema de si luchar por los nazis o morir. Como resultado, estos soldados a menudo desertaron para unirse a los partisanos. Cuando el 13 de septiembre de 1943, el 781º Batallón del Turquestán, formado principalmente por uzbekos, asesinó a todos sus oficiales alemanes y se pasó al Ejército Rojo, Hitler incluso quiso que se desarmase a todas las Legiones Orientales (Ostlegionen) y se enviase a todos sus hombres a trabajar en las minas de carbón, pero abandonó la idea. A partir de entonces, los nazis intentarían mantenerlos alejados del frente soviético-alemán y utilizarlos contra los partisanos de los Balcanes y las fuerzas aliadas que habían desembarcado en Francia.

Los partisanos se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza para las autoridades de ocupación alemanas. Más de un millón de personas lucharon contra el enemigo en destacamentos guerrilleros durante todo el período de la guerra. Y mientras que inicialmente sus operaciones se limitaron a la organización de actos de sabotaje, emboscadas a pequeña escala y asesinatos de jefes de aldea y otros colaboracionisyas, a partir de 1942 los grupos de partisanos, ahora significativamente más numerosos y con mayor experiencia en la batalla, eliminaron guarniciones enteras y obstruyeron importantes rutas de transporte del enemigo. El mando unificado lo ejercía el Cuartel General Central del Movimiento Partisano, que a su vez coordinaba sus acciones con la dirección del Ejército Rojo. En 1943 organizó, con la participación de más de 100.000 partisanos, las operaciones a gran escala “Concierto” y “Guerra del Ferrocarril” con el objetivo de destruir vías férreas en la retaguardia enemiga.

Stalin describió esta lucha popular como “nuestro segundo frente”. A veces grupos de partisanos lograban liberar una zona de territorio en la retaguardia enemiga y restablecer el poder soviético en ella. En ocasiones estos territorios, que eran conocidos como “tierras partisana”, podían ocupar un área de miles de kilómetros cuadrados y superar el tamaño de algunos estados europeos. Con la llegada del Ejército Rojo, los grupos partisanos fueron integrados en sus filas.

Las operaciones antipartisanas se convirtieron en una de las tareas más importantes de los alemanes durante la guerra. Destacamentos policiales colaboracionistas, unidades de la Wehrmacht, la SS y también unidades especiales  se desplegaron contra ellos, incluidos “equipos asesinos” de cazadores experimentados (los llamados Jagdkommandos) que conocían bien las tácticas de los partisanos. La táctica de utilizar falsos destacamentos de partisanos fue ampliamente empleada. Éstos establecían contacto con la población local para descubrir la ubicación de los verdaderos partisanos En ocasiones, para desacreditarlos, se dedicaban  al saqueo, la violación y el asesinato. Los que ayudaban o simpatizaban con los partisanos eran brutalmente castigados. Sus cuerpos se dejaban colgados durante semanas en las horcas de las aldeas antes de que se les permitiera ser retirados. El 22 de marzo de 1943, 149 habitantes del pueblo bielorruso de Jatin fueron fusilados o quemados vivos como represalia por la muerte de varios soldados alemanes.

La política alemana encargada del exterminio sistemático de judíos, gitanos, comunistas, partisanos y ciudadanos soviéticos que los apoyaban elementos poco fiables y personas abiertamente opuestas al nuevo régimen en las regiones soviéticas ocupadas provocó la muerte de más de siete millones de personas entre la población civil. Cuatro millones de personas murieron de hambre, de enfermedades infecciosas y de la falta de cualquier tipo de asistencia médica. Otros dos millones de ciudadanos soviéticos perecieron en el territorio del Tercer Reich, donde fueron deportados para realizar trabajos forzados.

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