En el catastrófico verano de 1941, la Wehrmacht ocupó la mayor parte de la región báltica, Bielorrusia, la mitad de Ucrania, sitió Leningrado (ahora San Petersburgo) y se acercó peligrosamente a Moscú. Pese a la amenaza que todo esto suponía para Rusia, los líderes soviéticos decidieron abrir un nuevo frente a miles de kilómetros de Europa, contra Irán.
Irán causó mucha preocupación entre los Aliados. A pesar de su proclamada neutralidad, adoptó fuertes posiciones proalemanas. El Tercer Reich tuvo una influencia colosal sobre la política y la economía iraníes, y una gran operación de la inteligencia alemana se mantuvo activa en el país. Todas las súplicas británicas y soviéticas realizadas al líder iraní, Reza Shah Pahlavi, para que expulsase a numerosos ciudadanos alemanes fueron rechazadas por este.
Esta situación era inaceptable, sobre todo porque una importante ruta del acuerdo de préstamo y arriendo atravesaba el territorio iraní, a través del llamado corredor persa. Para excluir cualquier posibilidad de que Irán pudiera ayudar (o incluso unirse) al esfuerzo bélico del Eje, los Aliados acordaron tomar el país bajo su propio control hasta el final de la guerra. El 25 de agosto de 1941, tropas soviéticas y británicas lanzaron una invasión conjunta del país, denominada Operación Countenance.
La Unión Soviética encontró una razón legal para la invasión y no declaró la guerra a Irán. Esta era el Tratado ruso-persa de 1921, en el que se decía: “Si una tercera parte desea utilizar territorio persa como base de operaciones contra Rusia, Rusia tendrá derecho a hacer avanzar sus tropas hacia el interior del país con el fin de llevar a cabo las operaciones militares necesarias para su propia defensa”.
La inesperada invasión soviética y británica, con grupos de soldados desplegados por aire en la retaguardia enemiga, así como la absoluta superioridad aérea de la aviación aliada, le dejaron pocas salidas al Ejército iraní, que sin embargo era superior en número. Tratando de resistir en los primeros días, los iraníes pronto se rindieron de forma masiva.
Al ver que su Ejército sufría derrotas en todos los frentes, los líderes iraníes ordenaron a sus tropas que depusieran las armas el 29 de agosto. Al día siguiente, las tropas británicas y soviéticas se reunieron en Sanandaj. El 31 de agosto, se dieron la mano en Qazvin, a sólo 100 millas de Teherán.
El 15 de septiembre, las tropas aliadas entraron en Teherán, donde realizaron un desfile militar conjunto. Toda la campaña costó a los soviéticos 40 efectivos y a los británicos 22 bajas. Los iraníes perdieron más de 800 soldados, mientras que 200 civiles murieron durante los bombardeos realizados por los Aliados contra ciudades iraníes.
Las tropas soviéticas ocuparon la parte norte del país, y los británicos las partes sur y suroeste, e Irán consiguió un nuevo líder. Reza Shah Pahlavi abdicó a favor de su hijo Mohammad Reza Pahlavi, bajo cuya dirección el país declaró la guerra a Alemania. Esto garantizó el buen funcionamiento del Corredor Persa y, más tarde, la celebración de la conferencia de líderes aliados en Teherán en 1943.
Se decidió que los Aliados dejarían Irán seis meses después del final de la guerra. Y aunque Gran Bretaña evacuó sus tropas a tiempo, los soviéticos no tuvieron tanta prisa. Stalin organizó la creación de varios Estados títeres (la República Popular de Azerbaiyán y la República Kurda de Mahabad) en el norte de Irán, con la intención de anexionárselos posteriormente.
Este movimiento provocó una masiva reacción diplomática de Occidente y de las Naciones Unidas, que finalmente obligó a la Unión Soviética a retroceder en sus intenciones, por lo que esta abandonó a su suerte a los Estados títeres. Pronto el Ejército iraní recuperó el control sobre los territorios del norte del país.
Además de Teherán, el Ejército ruso ha entrado en estas otras 16 capitales extranjeras