Fue Lenin quien identificó por primera vez el cine como el más importante de las artes, sin embargo, en la práctica, la industria cinematográfica soviética fue lanzada por su sucesor, Iósif Stalin. El ‘Uncle Joe’ (como le llamaban los americanos) simplemente adoraba el cine, y a menudo invitaba a la élite del partido a proyecciones privadas. Quería que el cine soviético tuviera el mismo ritmo de desarrollo que la industria soviética en su conjunto.
“Stalin asumió el papel de superproductor”, escribe Solomón Vólkov en su libro Modern Moscow, publicado por AST (editorial de Elena Shúbina). El propio dictador nombró y despidió a los jefes cinematográficos, supervisando personalmente la creación de películas “importantes”, leyendo guiones y viendo todas las películas. Además, la primera escuela de cine del mundo se creó en la URSS.
Stalin tenía grandes esperanzas en el director Serguéi Eisenstein, uno de los principales instructores de la escuela de cine. Tras el estreno de El acorazado Potemkin en 1925, alcanzó la fama. Según sus propias palabras, “a la mañana siguiente me desperté siendo famoso”.
Una tarea de las más importantes era conseguir producir películas sonoras. Si las películas pudieran hablar, le darían a la industria cinematográfica un poder aún mayor. Eisenstein se puso a hacer precisamente esto, y Stalin incluso lo envió a estudiar cine sonoro a Estados Unidos junto con su equipo, incluyendo al camarógrafo Eduard Tissé y al guionista y director asistente Grigori Alexándrov.
Conquistando Hollywood
Los enviados rusos consiguieron firmar un contrato con la Paramount con la condición de que proporcionaran un guión que, si era lo suficientemente bueno, se convertiría en una película. Sin embargo, ninguno de los guiones presentados parecieron viables comercialmente a los estadounidenses.
El orgullo de Eisenstein quedó herido. Habiendo decidido no abandonar Estados Unidos sin hacer una película, se puso en contacto con el artista comunista mexicano Diego Rivera. Juntos, crearon un panorama a gran escala sobre la revolución mexicana.
Pero el trabajo en la película se retrasó y, como escribe Vólkov, empezaron a llegar señales de alarma desde Moscú: el suspicaz Stalin había deducido, evidentemente, que Eisenstein no planeaba volver, y había que evitar la pérdida de un director tan famoso.
La vida ha mejorado
Al final, el equipo se vio obligado a regresar, y Eisenstein rápidamente cayó en desgracia. Además, su compleja personalidad se convirtió en una pesadilla para Borís Shumiatski, compañero de partido de Stalin, que fue puesto a cargo de la industria cinematográfica soviética.
Stalin quería que los directores empezaran a hacer películas cómicas, con música y canciones que pusieran en valor la vida del pueblo soviético y alabaran los logros del primer plan quinquenal, un impulso hacia la rápida industrialización que fue idea del dictador y suponía su orgullo personal. Eisenstein no era el hombre ideal para tales proyectos aduladores.
Así que Shumiatski decidió reemplazar al genio arrogante por el asistente de este, Grigori Alexándrov, que había estado mucho tiempo en las sombras. Según las memorias de Alexándrov, se organizó una reunión personal entre él y Stalin, en la que el líder soviético declaró que el pueblo amaba el arte vivo y alegre, pero los directores de cine no estaban dispuestos a explorar esos géneros. ”Desafortunadamente, por alguna razón, nuestro arte se avergüenza de ser feliz y divertido. Se queda rezagado en vitalidad. Esto no es bueno”, pronunció Stalin.
“El famoso lema estalinista ‘La vida ha mejorado, la vida se ha vuelto más alegre’ no había sido pronunciado todavía por el dictador, pero ya se estaba preparando para ello”, escribe Vólkov.
Durante su estancia en Hollywood, Alexándrov había visto un montón de musicales y comedias, y había abandonado el lugar con una colección de técnicas y trucos que posteriormente usó a lo largo de su carrera.
La primera comedia de ‘jazz’ soviética
En opinión de Vólkov, la instrucción de “crear comedias para hacer al pueblo sentirse bien” estuvo vinculada a la candidatura presidencial de Franklin D. Roosevelt en 1932. En el círculo de Roosevelt había personas que consideraban útil establecer lazos diplomáticos con los bolcheviques. Stalin lo sabía por sus espías, y esperaba beneficiarse de futuras relaciones comerciales para promover el crecimiento industrial soviético.
“¿Y qué mejor manera de generar simpatía y comprensión en Estados Unidos que con una ‘comedia de jazz’ soviética según el estilo de Hollywood”, escribe Vólkov.
Y así fue como en 1934, Los alegres muchachos llegó a las pantallas de cine soviéticas, contando lo bien que vivía la clase obrera en la URSS. Durante muchos años después, las canciones que se crearon para la cinta fueron veneradas por todo el país. Una de ellas, La canción nos ayuda a construir y vivir, interpretada por Leonid Utiósov, fue un éxito durante los siguientes 50 años.
La película también tuvo influencia en los Estados Unidos, donde fue recibida con entusiasmo por Charlie Chaplin, que se reunió con el director en ese país: “Alexándrov ha presentado a Estados Unidos una nueva Rusia. Antes de esta película, los estadounidenses conocían la Rusia de Dostoievski, ahora han visto un gran cambio en la psicología pública. La gente se ríe a carcajadas y con alegría. Esta es una gran victoria. Es más persuasivo que las balas y los discursos.”
Por cierto, las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la URSS ya se habían establecido en 1933, inmediatamente después de que Roosevelt asumiera la presidencia.
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