Hoy en día, Lituania es un pequeño país situado en la franja nororiental de la Unión Europea. Sin embargo, hace 600 años era uno de los Estados más grandes y poderosos de Europa.
Tras haber sido destruida por los mongoles, Rusia era un terreno fértil para la expansión lituana. A través de matrimonios dinásticos, campañas militares y la anexión total, Lituania subyugó vastas franjas de varios principados rusos, hasta el punto de amenazar el estatus de Moscú como centro de la unificación rusa.
La poderosa Lituania
Cuando, a principios del siglo XIII, las tribus paganas del Báltico oriental sufrieron los horrores de las Cruzadas del Norte, parecía que los lituanos iban a compartir el triste destino de otras tribus bálticas aplastadas por los Caballeros Teutónicos.
Sorprendentemente, sin embargo, las tribus lituanas lograron mantenerse en su sitio y no sólo frenar la embestida alemana, sino infligir alguna derrota aplastante a los agresores. En 1236, en la batalla del Saule, destruyeron casi por completo a los Hermanos Livonios de la Espada, una orden militar católica que operaba en los territorios de la Letonia moderna y Estonia. Curiosamente, 200 soldados de Pskov, entonces aliado de la orden, perecieron junto con los caballeros.
Desde el oeste (la actual región de Kaliningrado), la Orden Teutónica sometió a las tribus prusianas en su camino hacia las tierras lituanas. Los teutones se anexaron el resto del territorio controlado por los llamados Hermanos de la Espada, formando la Orden Livona, y cercaron a los lituanos en un movimiento de tenaza desde ambos flancos.
Los gobernantes lituanos se dieron cuenta de que no podían sobrevivir aislados. Afortunadamente para ellos (pero no para los rusos), en 1237 los mongoles invadieron los principados rusos, lo que resolvió en gran medida los problemas de Lituania.
Del pequeño Estado a Gran Ducado
La invasión mongola devastó los principados rusos del noreste de Rusia y debilitó los principados rusos occidentales, algo que Lituania trató de explotar.
Sin embargo, su expansión en tierras rusas no se hizo siempre a través del fuego y la espada. De hecho, la conquista fue en gran medida pacífica, ya que en la poderosa Lituania los gobernantes rusos vieron la posibilidad de obtener protección contra los mongoles. Los lituanos, a su vez, recibieron un apoyo muy necesario en la lucha contra los Caballeros Teutónicos, y al mismo tiempo fueron amenazados por los merodeadores mongoles.
Los príncipes lituanos no violaron los derechos de la nobleza local, estableciendo relaciones con los gobernantes regionales bajo el sistema de vasallaje. En caso de exigencia militar, podían contar con contingentes armados locales.
A mediados del siglo XIII, Lituania se hizo con la llamada “Rusia Negra”, el territorio de la moderna Bielorrusia occidental, renombrándose a sí misma como Gran Ducado de Lituania.
El Gran Ducado alcanzó su máxima extensión en el siglo XIV bajo el gobierno de los príncipes Gediminas y Algirdas. El estado lituano incluía vastos territorios que hoy se encuentran dentro de Bielorrusia, Ucrania y el suroeste de Rusia.
Ahora el Gran Ducado de Lituania tenía que tener en cuenta no sólo con su viejo enemigo, los teutones, sino también a mongoles, polacos, húngaros y moscovitas. Moscú y los territorios lituanos estaban separados por más de 200 kilómetros.
Centro de unificación
El Gran Ducado de Lituania era sólo lituano de nombre. El 90% de su población estaba formada por los antepasados de los rusos, bielorrusos y ucranianos modernos. Mantener la integridad de tal estado mosaico no era una tarea fácil, y sus gobernantes tuvieron que sortear hábilmente diferentes asuntos.
Un pilar central del Estado era la tolerancia. Aunque oficialmente pagano, no sólo no violó los derechos de la población ortodoxa, sino que los apoyó activamente. En 1316, los lituanos intentaron incluso establecer su propia sede metropolitana en Novogrodok (el moderno Navahrúdak de Bielorrusia), y establecieron contactos directos con el Patriarca de Constantinopla.
Mucho más tarde, en el siglo XVI, el embajador del Sacro Imperio Romano, Sigismund Herberstein, escribió sobre la capital lituana, entonces llamada Vilna: “Hay muchas más iglesias rusas que de fe católica”.
Los príncipes lituanos establecieron primero un protectorado, antes de anexionarse finalmente Kiev en la década de 1360, reconociéndola como la “madre de las ciudades rusas”. El rutenio sustituyó al lituano como lengua oficial, y lo siguió siendo hasta finales del siglo XVII.
Lituania hizo todo lo posible para demostrar a los principados rusos y a su principal rival en el este, el Gran Ducado de Moscovia, que era el centro político y espiritual de la unificación de las tierras rusas.
Una elección de civilización
Durante mucho tiempo, los príncipes lituanos se movieron entre el mundo católico y el ortodoxo sin tomar partido.
Por ejemplo, el Gran Duque Mindaugas fue bautizado en el catolicismo y coronado “rey de Lituania” por el Papa Inocencio IV. Sin embargo, después de su muerte en 1263, Lituania volvió una vez más al redil del paganismo, lo que, por cierto, no impidió que el hijo de Mindaugas, Vaisvilkas, que sucedió a su padre, fuera un fanático seguidor de la ortodoxia.
Sin embargo, esta situación no podía continuar indefinidamente. Como último estado pagano de Europa, el Gran Ducado de Lituania no podía ser considerado como un igual por los soberanos cristianos de Europa. Esto jugó a favor de la Orden Teutónica, que podía librar legítimamente una guerra santa interminable contra el paganismo lituano.
La situación se resolvió con la convergencia política y cultural de Lituania con Polonia, junto a la que había luchado contra los teutones. En 1387, el Gran Duque de Lituania, Jogaila, que era simultáneamente Rey de Polonia bajo el nombre de Wladyslaw II Jagiello, convirtió Lituania al catolicismo.
A partir de ese momento, el fomento de la ortodoxia por parte del Gran Ducado cesó y la fe católica echó raíces en el país. Por lo tanto, Lituania ya no pudo reclamar el título de unificador de las tierras rusas.
La unión de Lituania y Polonia como un solo Estado en el siglo XVI ejerció una enorme presión política, cultural y religiosa sobre la población ortodoxa del Gran Ducado, a saber, los pueblos bielorruso y ucraniano. Durante los siglos venideros, serían un hueso de la discordia entre las civilizaciones polaca y rusa. Esto siguió siendo un tema candente hasta el día de hoy.
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