Durante siglos, Europa Oriental fue un campo de batalla entre dos pueblos eslavos: los rusos y los polacos. La mayoría de las veces, los más numerosos rusos salieron victoriosos, hasta el punto de que Polonia fue borrada del mapa en más de una ocasión.
Sin embargo, hubo un momento en la historia en el que los polacos tuvieron la oportunidad de poner de rodillas a su rival y vecino. Esto ocurrió a principios del siglo XVII, cuando Rusia estaba en plena agitación política tras la muerte de Iván el Terrible, una era conocida como el Período Tumultuoso. Las fuerzas de la Mancomunidad de Polonia-Lituania ocuparon el Kremlin, y el heredero polaco al trono fue elegido zar ruso.
Tumultos
A finales del siglo XVI, la dinastía Rúrika, que había gobernado la política rusa durante más de siete siglos, desapareció. El hijo menor de Iván el Terrible, el zarévich Dmitri, murió en circunstancias misteriosas en 1591, y la muerte de Fiódor I (el hijo enfermizo de Iván el Terrible) sumió al país en interminables luchas de poder y juegos de tronos entre las familias de los boyardos (nobles), con un goteo de unos impostores y pretendientes al trono por el camino.
Como principal rival occidental del Zarato de Rusia (como se le conocía entonces), la Mancomunidad de Polonia-Lituania mantuvo un ojo interesado en los acontecimientos que se desarrollaban en su las tierras de su gran vecino, esperando el mejor momento para abalanzarse sobre estas.
Un primer intento
La primera incursión del ejército polaco-lituano se produjo en 1604, encabezada por el llamado Falso Dmitri I, uno de los pretendientes al trono ruso, que se proclamó zarévich Dmitri, (supuestamente) salvado del asesinato por milagro, pero que en realidad era el monje Gregori Otrépiev.
La idea de colocar a su propio zar en el trono ruso fue muy tentadora para los polacos. Después de haberse distanciado personalmente del impostor, el rey Segismundo III y el Sejm (el parlamento polaco-lituano) dieron carta blanca en secreto a los barones Jerzy Mniszech y Konstantin Vishnevetski, que organizaron una campaña militar.
La operación terminó razonablemente bien. El zar Borís Godunov murió repentinamente, y Falso Dmitri I ascendió al trono vacante ruso.
A pesar de las esperanzas polacas, el impostor no se convirtió en una marioneta en sus manos, fracasando en cumplir las promesas que había hecho en vísperas de la invasión, a saber, ceder parte de las tierras occidentales de Rusia, comenzar a construir iglesias católicas en Rusia y abrir el país a los jesuitas.
Un segundo intento
En 1609, llegaron rumores a Segismundo III de que algunos boyardos moscovitas, insatisfechos con la política del nuevo zar electo, Vasili IV, no se oponían a colocar en el trono ruso a su hijo, el príncipe Vladislav. La nobleza rusa, cansada de las luchas civiles, se inclinaba cada vez más a la idea de invitar a un candidato de fuera de uno de los clanes boyardos; el hijo del gobernante polaco encajaba bien en puesto.
El propio zar Vasili IV dio a Segismundo un pretexto para lanzar una invasión. Ante otro pretendiente, el Falso Dmitri II, se dirigió en busca de ayuda militar a los suecos, enemigos de la Mancomunidad polaco-lituana, algo que violaban gravemente los acuerdos polaco-rusos. El ejército real polaco invadió rápidamente el estado ruso.
Sin embargo, el Falso Dmitri tenía su propia pesadilla en forma de nobleza local, que a su vez estaba hambrienta de poder. El 27 de mayo de 1606, el impostor fue asesinado y se produjo una pausa en la campaña polaca para apoderarse del corazón de Rusia.
Una delegación de boyardos fue enviada al campamento del rey polaco, que había sitiado Smolensk, ofreciendo poner a su hijo al mando del estado ruso, “si el rey sólo acepta mantener la fe griega [es decir, ortodoxa] y no intervenir en los antiguos derechos y libertades del pueblo de Moscú, sino conceder derechos y libertades adicionales desconocidos hasta ahora en Moscovia”.
El 4 de julio de 1610, en la batalla de Klushino, el ejército polaco-lituano de Hetmán Stanislav Zolkiewski derrotó a una fuerza combinada ruso-sueca, y Vasili IV fue derrocado. Sólo dos meses después, el pueblo ruso juró lealtad al “zar y gran príncipe Vladislav Segismúndovich” (es decir, al hijo de Segismundo III).
El nuevo zar estuvo ausente de la ceremonia de juramento, así que Zolkiewski intervino. Posteriormente, se enviaron escrituras oficiales a otras ciudades. El hetman escribió más tarde en una carta al rey polaco: “Sólo Dios sabe lo que hay en los corazones de la gente, pero, por lo que uno puede percibir, los moscovitas desean sinceramente que el príncipe reine sobre ellos.”
Un zarato sin zar
La coronación de Vladislav no supuso en modo alguno la incorporación inmediata del Estado ruso a la Mancomunidad de Polonia-Lituania. Por el contrario, según los acuerdos polaco-rusos, ni la fe católica ni la nobleza polaca tenían derecho a establecerse en suelo ruso ni a invadir las costumbres y derechos locales. En lugar de convertirse en uno, los dos estados concluyeron una “paz perpetua”, comprometiéndose a actuar conjuntamente contra enemigos comunes y a llevar a cabo un comercio libre entre ellos.
Sin embargo, esto difícilmente pudo evitar que los polacos hundieran profundas raíces en los asuntos de gestión del Estado ruso. Ya tenían la experiencia exitosa de absorber el Gran Ducado de Lituania, donde, tras la unión de 1569, los polacos se habían hecho pacíficamente, y con poca protesta de la población ortodoxa, con los mando del poder, dejando de lado a los lituanos.
Sin embargo, no estaban destinados a probar suerte para someter a la población rusa. En vista de la minoría de edad del nuevo zar (que sólo tenía 14 años), Segismundo no dejó ir a su hijo a Moscú. Comenzó a firmar personalmente decretos y órdenes, tomando efectivamente el poder en sus propias manos, lo que molesto a algunos boyardos.
Sobre la cuestión del bautismo de su hijo en la fe ortodoxa, el rey polaco, ante la indignación de la nobleza rusa, declaró que esto sólo era posible si las iglesias se unían sobre la base de la Unión de Florencia de 1439, que reconocía la supremacía del Papa sobre la Iglesia ortodoxa.
La gota que colmó el vaso llegó cuando el ejército polaco-lituano entró en Moscú y ocupó el Kremlin, violando los términos del acuerdo firmado. Ahora el gobierno de Moscú no podía tomar una sola decisión sobre los asuntos de Estado rusos sin consultar a Zolkiewski.
Ocupación polaco-lituana de Moscú
Los soldados de la guarnición polaco-lituana no hicieron nada para hacerse querer por la población local. Un cierto “noble” de nombre Blinsky, borracho, disparó contra el icono de la Virgen María en la Puerta de Sretenski, infligiéndole enormes daños. Para calmar la indignación local, el comandante del Kremlin, Alexánder Gonsevski, ordenó que se le cortaran las manos al culpable y se clavaran con clavos bajo la imagen de la Virgen María, y que Blinski fuera quemado vivo en una plaza cercana.
Pero la bola de nieve del resentimiento por el incidente pronto se volvió imparable. El 1 de abril de 1611, un enfrentamiento entre moscovitas y un grupo de polacos y lituanos se convirtió en un baño de sangre que ni siquiera Gonosevski pudo evitar.
El mercenario alemán Konrad Bussov, que entonces prestaba servicio en la guarnición de Moscú, recordó la magnitud del saqueo llevado a cabo por soldados polacos y lituanos: “Se llevaron terciopelo, seda, brocado, oro, plata, joyas y perlas. En las iglesias, sacaron de las tumbas de los santos túnicas, collares y collares de plata dorada, todos magníficamente decorados con piedras preciosas y perlas.... Habiendo llegado con ropa sucia manchada de sangre, regresaron al Kremlin con un atuendo lujoso.... estalló una fiesta monstruosa, con tal fornicación e impiedad que ni siquiera ningún patíbulo pudo evitarla”.
Liberación
Con las esperanzas polacas de esperar a que el zar Vladislav alcanzara la mayoría de edad, y el dominio polaco en Moscú y en otros lugares, surgieron diversos movimientos de liberación rusos, conocidos como las milicias Primera y Segunda.
Para la primavera de 1611, la mayor parte de Moscú había sido liberada y la guarnición polaco-lituana dentro del Kremlin estaba bajo asedio. Allí también estaban los miembros del gobierno ruso, los llamados Siete Boyardos, así como el futuro gobernante de Rusia, el primer zar de la dinastía Romanov, Mijaíl Fiódorovich.
Los polacos y los lituanos, hambrientos y desesperados, habían llegado a un punto de inflexión. En palabras de un testigo ocular llamado Bozhok Balyk: “Los ocupantes asediados se comieron sus caballos, perros, gatos, ratones, cinturones mordisqueados, desenterraron cadáveres en descomposición y los devoraron. El consumo de alimentos podridos no hizo más que aumentar la tasa de mortalidad. Los vivos se volvieron contra los vivos, matándose y devorándose unos a otros”.
Las esperanzas de la guarnición de conseguir ayuda se desvanecieron con la derrota de las tropas del hetman Jan Chodkiewicz cerca de Moscú, y el 20 de noviembre se rindió a la misericordia de los vencedores.
Un último intento
La llegada de Mijaíl Fiódorovich Romanov al trono el 21 de julio de 1613, significó que oficialmente Rusia tenía dos zares legítimamente elegidos. Una larga serie de tensas negociaciones entre las partes no condujo a ningún acuerdo. Finalmente, se envió una solicitud de mediación al embajador del Santo Imperio Romano, Erasmo Gandelio, a la que éste respondió amablemente: “Un estado tiene dos soberanos; entre ustedes yacen el fuego y el agua: ¿cómo se reconcilian estos dos elementos?”
A finales de 1616, el ya adulto Vladislav hizo un último intento de recuperar el trono ruso y derrocar al “usurpador Romanov”. Aunque el ejército polaco-lituano volvió a acercarse a las murallas del Kremlin, esta vez no pudo tomar la ciudadela. Además, el pueblo ruso ya no lo veía como su zar, sino como un agresor extranjero.
Como rey de la Mancomunidad de Polonia-Lituania, Vladislav abandonó sus reclamaciones sobre el trono ruso sólo en 1634. Los polacos habían desaprovechado la oportunidad de vencer a su rival del este, lo que lamentarían mucho. Poco más de un siglo más tarde, el debilitado Estado polaco sería dividido, y la resurgente Rusia se llevaría la mayor parte de este.
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