Este enorme y poderoso barco ruso de tres mástiles, armado con 74 cañones, fue construido para aplastar a las flotas enemigas. Sin embargo, el Ingermanland estaba condenado a tener una vida corta y perecer en tiempos de paz.
Botado en 1842, el barco se hundió aquel mismo año el 11 de septiembre, frente a las costas noruegas, cuando, durante la noche, una tormenta lo lanzó contra las rocas. De las 892 personas a bordo, 389 murieron, incluyendo 21 mujeres y 7 niños.
Durante varios días, los supervivientes se vieron obligados a esperar a ser rescatados en el barco naufragado, sufriendo hambre y sed. Otras naves tenían miedo de acercarse demasiado al Ingermanland, debido a las rocas. Cuando los supervivientes del Ingermanland fueron finalmente salvados, resultó que entre ellos había un pequeño bebé, que había sobrevivido contra toda probabilidad.
El hundimiento del Indiguirka se convirtió en una de las catástrofes navales más terribles de la historia soviética. A finales de los años 30, este barco de vapor operaba transportando prisioneros del Gulag en el Lejano Oriente ruso.
En diciembre de 1939, el navío se embarcó en su último viaje de Magadán a Vladivostok con una multitud increíblemente variada de 1.173 personas a bordo: criminales peligrosos, sus guardias, miembros de la tripulación y trabajadores con esposas e hijos. Pero la mayoría de los pasajeros, 835 hombres, eran presos liberados que se dirigían de vuelta a casa.
El 12 de diciembre, el Indiguirka se encontró con una fuerte tormenta en la costa de Hokkaido y chocó contra rocas submarinas. El caos y el pánico se desataron a bordo del barco, que se hundía rápidamente. La gente se pisoteó los unos a otros para salvarse, los guardias abrían fuego y mataron a decenas de hombres, los delincuentes atacaron a civiles y mataron a convictos liberados, a los que tenían el odio más amargo. Muchas vidas fueron salvadas gracias a los esfuerzos de los barcos japoneses que les asistieron.
El hundimiento de Indiguirka costó la vida de 745 personas, en su mayoría convictos. La URSS silenció la tragedia durante muchos años.
El 5 de junio de 1983, el crucero Alexánder Suvórov viajaba a toda velocidad cuando entró el vano equivocado de un puente sobre el río Volga. La envergadura de este era demasiado baja y no era adecuada para tales buques.
Como resultado, toda la parte superior del barco se despegó como la superficie de una lata, incluyendo una sala de cine y una pista de baile que estaba llena de gente. Por si esto era poco horrible, un tren de carga estaba cruzando el puente en ese mismo momento. Algunos de sus vagones de ferrocarril se descarrilaron, provocando que una lluvia de carbón y la madera cayera sobre el barco, lo que incrementó el número de víctimas.
Dado que había muchos pasajeros no registrados a bordo, es difícil determinar el número exacto de fallecidos. Se estima que entre 176 y 600 personas murieron en la tragedia.
A las 11:12 p.m. del 31 de agosto de 1986, el buque de pasajeros Almirante Najímov fue embestido por el carguero Piotr Vásev no lejos de Novorosíisk. Los dos barcos tenían que pasar el uno junto al otro, pero debido a un fallo en un equipo de navegación y al descuido de los capitanes, ocurrió la tragedia.
Con un enorme agujero en su costado, el buque se hundió en ocho minutos. La electricidad se cortó instantáneamente, y mucha gente se quedó atrapada en sus camarotes en una absoluta oscuridad. Entre ellos había 23 niños, que ya dormían a una hora tan tardía. La gente saltó al agua y trató de llegar a Novorosíisk o esperó el rescate de otros buques, que llegó varias horas después.
El hundimiento del Almirante Najímov, apodado el Titanic soviético, se cobró la vida de 423 personas. Los buzos empezaron a recuperar los cadáveres que se encontraban atrapados en la nave hundida. Cuando dos de ellos murieron durante el proceso, toda la operación se detuvo instantáneamente. Se decidió dejar en paz al Almirante Najímov y a los demás pasajeros, que yacen en el fondo del mar Negro.
Esta es la catástrofe naval más trágica en la historia de la Rusia moderna. El crucero fluvial Bulgaria, de 56 años de edad, había sido tan mal reparado (y gozaba de tanta demanda) que se rompía en casi todos sus viajes. El crucero del 10 de julio de 2011 se convirtió en el último.
Una fuerte y racheada tormenta hizo que el Bulgaria se volcara por el lado de estribor. El viejo barco no tenía aire acondicionado y todos los ojos de buey estaban abiertos. El agua entró y en pocos minutos el Bulgaria se hundió rápidamente 20 metros, ahogando a 122 personas, entre ellas 28 niños.
El Bulgaria no tuvo tiempo de seguir adelante por unos segundos más, lo que habría hecho que se hundiese en aguas poco profundas cercanas, con una profundidad de sólo 6 metros.
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