Cómo los criminales se convirtieron en héroes soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial

V.E Panfílov, 1953
Casi un millón de prisioneros del gulag lucharon por la patria en la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos lo hicieron con tanta valentía que incluso obtuvieron el máximo galardón de la URSS.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los prisioneros del gulag no se quedaron de brazos cruzados. Construyeron ferrocarriles y aeródromos, extrajeron madera, carbón y petróleo, y produjeron bienes necesarios para el Ejército Rojo. Incluso hubo una categoría de convictos a los que se les concedió libertad para que fueran a luchar contra el enemigo.

Al principio no se pensó en liberar a los prisioneros del gulag para enviarlos al Ejército. Sin embargo, las catastróficas derrotas ocurridas en 1941 hicieron que el Kremlin cambiara de opinión.

Los condenados que no habían cometido delitos graves tuvieron la oportunidad de limpiar sus nombres sirviendo a la patria y fueron reclutados por el Ejército Rojo y la Marina. A los prisioneros políticos –los denominados “enemigos del pueblo”– y a los acusados de bandolerismo no se les permitió convertirse en soldados. Al contrario, se les mantuvo bajo un estricto control y en muchas ocasiones no los liberaron, incluso después de cumplir sus penas.

No se crearon unidades especiales separadas para los antiguos prisioneros del gulag. Tampoco se unieron a los batallones establecidos principalmente para los desertores. Los convictos eran enviados a servir como soldados comunes en unidades regulares.

En 1941 se enviaron a la guerra más de 420.000 soldados procedentes del gulag. En 1942-43 se unieron 157.000 más. Durante todo el período de la Segunda Guerra Mundial fueron casi un millón de prisioneros los que se unieron a las filas del Ejército Rojo.

Los prisioneros a menudo mostraban un gran entusiasmo por ir a la guerra. El patriotismo y el odio al enemigo no fueron las únicas razones por las que los convictos trataron de llegar al campo de batalla. Cuando estalló la guerra en las prisiones y en los campos se redujeron considerablemente las raciones de alimentos. Convertirse en soldado era una oportunidad perfecta para evitar el hambre.

Para limpiar su reputación, los exconvictos lucharon desesperadamente y con valentía. El oficial de artillería Evgueni Vésnik recordaba: “Estos criminales lucharon como nadie lo hizo. ¿Por qué? Porque los traté como humanos... Fueron los primeros en arrastrar armas de artillería bajo el fuego, los primeros en construir una torre de observación. ¡Peleaban como bestias! Hablé con ellos, los premié. Y hubo buenos resultados…”.

Alexéi Otstavnov (a la izq.) y Alexánder Matrósov.

Muchos de los antiguos convictos fueron premiados y elogiados por sus comandantes. Hubo incluso algunos que se convirtieron en Héroes de la Unión Soviética. Por ejemplo, el exconvicto Alexéi Otstavnov alcanzó el rango de teniente. Obtuvo la máxima condecoración gracias a sus gestas heroicas durante la travesía del Dniéper en 1943.

Alexánder Matrósov fue el prisionero convertido en soldado más famoso. También obtuvo el título de Héroe de la Unión Soviética. Se sacrificó bloqueando una ametralladora alemana con su cuerpo. Su nombre se convirtió en sinónimo de heroísmo, tanto en la URSS como en la Rusia moderna. Pocos saben, sin embargo, que se unió al Ejército Rojo desde un campo de trabajo donde estaba cumpliendo condena por robo.

No todos los prisioneros del gulag estaban ansiosos por luchar. Muchos convictos políticos se consideraban enemigos del régimen soviético y estaban dispuestos a luchar contra el bolchevismo, del lado del Tercer Reich. El servicio de inteligencia alemán era consciente de estos sentimientos y elaboró planes para provocar revueltas en los campos de trabajo. Aún así, todos los grupos enviados a la retaguardia soviética con ese objetivo fracasaron. Los presos reclutados que no renunciaban a sus métodos delictivos a menudo eran devueltos al gulag o ejecutados in situ por delitos especialmente graves. La mayoría de los antiguos prisioneros, sin embargo, aprovecharon la oportunidad e iniciaron una nueva vida desde cero cuando llegó la Victoria.

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