Así formó la URSS al norcoreano Kim Il-sung

Historia
NIKOLÁI SHEVCHENKO
El dictador norcoreano Kim Il-sung podría haber vivido en Rusia, pero los militares soviéticos tenían otros planes.

Cuando en el pequeño asentamiento ruso de Viátskoie, a orillas del río Amur, que divide el Lejano Oriente ruso y el noreste de China, nació un hijo de un capitán del Ejército soviético, se le dio el nombre ruso de Yuri, a pesar de que sus padres eran coreanos.

Hoy en día, a los escolares norcoreanos se les enseña que el primer hijo del futuro fundador de su país, Kim Il-sung, nació en febrero de 1942 en una cabaña de troncos en la cima de la montaña más alta de la península coreana, donde su padre dirigía una unidad de partisanos. Y es que en febrero de 1942, el destino de Kim Il-sung estaba mucho más ligado a Rusia que a su Corea natal.

Guerrillas en la niebla

La odisea soviética del primer dictador de la futura Corea del Norte comenzó con una incursión de partisanos contra las fuerzas japonesas que ocupaban la península de Corea.

Los habitantes locales resistieron duramente la política colonial japonesa y se formaron grupos guerrilleros para luchar contra los invasores. Kim Il-sung se encontraba entre ellos, pero a mediados de la década de 1930 muy pocos conocían al joven partisano.

El comandante de 25 años llamó la atención después de la batalla de Pochonbo, ocurrida en junio de 1937. La unidad partidista de Kim Il-sung logró cruzar el río Yalu y capturar varios edificios estratégicos de Pochonbo. Mataron a miembros de la policía japonesa, liberaron a los prisioneros y quemaron varios edificios administrativos.

Después de esta batalla, los japoneses incluyeron a Kim Il-sung en la lista de los más buscados y emprendieron una cacería humana.

Los nipones estaban decididos a eliminar a los partisanos. Enviaron destacamentos de castigo a Manchuria, que entonces era el Estado títere de Manchukuo. Muchos de los camaradas de Kim Il-sung perecieron en los enfrentamientos que siguieron y la resistencia se vio debilitada. A finales de 1940, la situación era crítica. Para salvar su pellejo y el de sus camaradas, Kim Il-sung condujo a un pequeño grupo de partisanos a través del río Amur hasta el territorio soviético.

El Amur fluye en silencio

No había nada raro en el hecho de que los partisanos coreanos buscaran refugio en la URSS. Por lo general se les permitía quedarse, tras una verificación de las autoridades soviéticas. “Algunos se alistaron en el Ejército Rojo, mientras que otros obtuvieron la ciudadanía soviética y trabajaron en granjas y, menos habitualmente, en la industria”, escribe el historiador Andréi Lankov en su libro sobre Corea del Norte.

Tras varios meses en un campamento soviético para partisanos, mientras se realizaban las comprobaciones, Kim Il-sung se matriculó en la Escuela de Infantería de Jabárovsk. Estudió dos años cuestiones militares bajo el mando de oficiales soviéticos.

“Quizá fuera la primera vez que Kim Il-sung pudiera descansar un poco y sentirse seguro, después de una década de hambre, fatiga, peligros y movimiento constante”, escribe Lankov. En Jabárovsk, su esposa y compañera de armas, Kim Jong-suk, dio a luz a un niño, que fue registrado como Yuri Irsénovich Kim, pero que estaba destinado a ser mundialmente famoso con el nombre de Kim Jong-il. Además del heredero de su padre ha sido el fundador del programa nuclear de Corea del Norte.

Capitán del Ejército Soviético

En verano de 1942 los partisanos coreanos que se habían refugiado al otro lado de la frontera se unieron al Ejército soviético, concretamente a la 88ª Brigada Especial de Fusileros, que incluía un batallón coreano y dos batallones chinos.

El partisano chino Zhou Baozhong, que estaba a cargo de la brigada internacional, conocía a Kim Il-sung de la guerra de guerrillas. Fue por recomendación suya que Kim fue nombrado comandante del batallón coreano con el rango de capitán del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos.

Según el supervisor ruso de los soldados coreanos, “el capitán Kim del Ejército Rojo era un hombre bueno, abierto y alegre”, comentó Vladímir Tólstikov, exfuncionario de la Oficina de Información Soviética en Pyongyang, quien habló cara a cara con muchos de los participantes más importantes de los fatídicos acontecimientos de Corea, entre ellos Kim Il-sung.

La 88ª Brigada no participó en la guerra contra Japón y fue completamente disuelta tras la rendición de Tokio. Durante el conflicto, Kim Il-sung estuvo lejos de la línea de frente, en las remotas selvas rusas del krai de Jabárovsk.

“En sus memorias, Kim Il-sung ve claramente su futuro: servicio militar, academia, mando de un regimiento o de una división. Quién sabe, si la historia hubiera tenido un giro diferente es muy posible que un anciano coronel soviético o incluso un general de división llamado Kim Il-sung se hubiera retirado en Moscú, y su hijo Yuri hubiera trabajado en algún instituto de investigación científica”, escribe Lankov.

Pero sus comandantes soviéticos tenían otros planes para el partisano coreano. Se le encomendó la tarea de garantizar la comunicación entre el Ejército soviético y los residentes locales en Pyongyang. “Esta ciudad fue la más grande de las ocupadas por las tropas soviéticas. El oficial coreano de mayor rango en la 88ª Brigada fue Kim Il-sung, por lo que no es de extrañar que fuera nombrado comandante adjunto de la futura capital norcoreana”, escribe Lankov.

El 14 de octubre de 1945, en el estadio de Pyongyang, el general soviético Iván Chistiakov presentó al “héroe nacional” y al “famoso líder partisano” Kim Il-sung a una entusiasta multitud. Kim pronunció un discurso en apoyo de los libertadores soviéticos. La metamorfosis de este capitán ordinario del Ejército soviético hasta convertirse en el Gran Líder, el camarada Kim Il-sung, se remonta a este momento.

En los años siguientes, el poder en la recién nacida Corea del Norte se concentraría por completo en sus manos y el país se convirtió en el lugar más aislado diplomáticamente de la Tierra.

“A menudo estábamos hombro con hombro en recepciones oficiales”, Tólstikov recuerda sus encuentros con Kim Il-sung. “Su ruso no era muy bueno, pero podía hablarlo. Recuerdo dos aforismos que le gustaba repetir: ‘La gente es sagrada’ y ‘Si el cielo se derrumba, nos las arreglaremos’”. Al parecer los gobernantes de Corea del Norte siguen teniendo una fe ciega en la sabiduría del fundador del país, aunque la gente tal vez sea más sacrificada que sagrada.

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