En general, es difícil juzgar si los príncipes medievales de la Rus de Kiev eran buenos o malos, ya que sabemos poco sobre ellos y, por lo general, sólo a partir de crónicas escritas siglos después. Pero Sviatopolk, hijo de Vladímir el Grande que convirtió a la Rus al cristianismo, ciertamente tuvo la peor fama posible. Su apodo “El Maldito” lo dice todo. Según afirman las crónicas, Sviatopolk se volvió un infame por matar a tres de sus hermanos (Borís, Gleb y Sviatoslav) en sus esfuerzos por hacerse con el poder. Tuvo éxito durante un tiempo, tomando el trono de Kiev, en aquel entonces la ciudad eslava más importante, en 1015-1019. Más tarde, sin embargo, otro de sus hermanos, Yaroslav el Sabio (que gozaba de buena publicidad, como se puede ver), lo desterró y Sviatopolk murió en el exilio.
El secuaz más infame de Iván el Terrible, el opríchnikMaliuta Skurátov era aún más despiadado que el zar. Una vez asfixió con una almohada a un sacerdote que se negaba a dar su bendición a la política represiva de Iván.
Supuestamente, hizo cosas aún más espantosas, como organizar “viajes de violación” para el zar. El historiador Nikolái Karamzín escribió: “En julio de 1568... los hombres más devotos de Iván, encabezados por Maliuta, secuestraron hermosas mujeres casadas de todas partes de Moscú y las llevaron a una aldea donde el zar escogió algunas para sí mismo y le dio las demás a sus favoritos... numerosas mujeres murieron de vergüenza y dolor”.
Junto con otros opríchniki, Skurátov mató a miles de personas. Rusia ha conocido muchos opresores violentos, pero este hombre se lleva la palma.
¿Crees que una mujer no puede ser cruel? Díselo a esta noble dama llamada Daria Saltikova (Saltichija es un apodo) que tenía la afición por torturar y matar a sus siervos, sólo por hacer daño. Como propietaria de una gran finca, era conocida por golpear y ejecutar a cualquiera que no le gustase. Al menos 38 de sus campesinos murieron después de ser torturados; el resto vivieron sus vidas sumidos en el horror.
Incluso para los estándares del siglo XVIII aquello era demasiado: a los terratenientes no se les permitía matar a sus campesinos. Así que la emperatriz Catalina la Grande, después de conocer los placeres sádicos de Saltikova, la encarceló en 1762 (Saltichija tenía sólo 32 años en aquel entonces). La horripilante aristócrata pasó el resto de su vida entre rejas.
Muchos rusos siguen venerando a Iósif Stalin, a pesar de que su régimen mató al menos a 70.000 personas (según una versión modesta). Uno de sus empleados más siniestros, Nikolái Yezhov, que dirigió el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD) de 1936 a 1938, no tuvo tanta suerte: su nombre está asociado tan sólo a la sangre.
Con reminiscencias a Maliuta Skurátov, bajo el mando de Stalin, Yezhov orquestó la Gran Purga de 1937, el momento álgido de las represiones de Stalin. Fue una masacre: la gente fue fusilada, encarcelada y enviada a campos de trabajo donde tuvieron que trabajar hasta morir. Yezhov estaba al cargo: de hecho, la gente más tarde llamaría a estos hechos Yezhóvshchina, que puede traducirse como “fenómeno de Yezhov”.
La prensa oficial lo bautizó “Comisario de Hierro”, mientras que Yezhov fue calificado más tarde como “el enano sangriento” (sólo medía alrededor de 1,5 metros). Fue extremadamente leal a Stalin, aun así su caída final fue terrible. En 1938 Stalin lo despidió y durante varios años Yezhov fue juzgado y finalmente fusilado por los que le sucedieron en el NKVD.
Cuando un general soviético cambió de bando durante la Segunda Guerra Mundial para apoyar a Hitler en la tarea de “liberar a Rusia del comunismo”, la iniciativa del militar no fue demasiado bien vista en la URSS. Como afirma el director del Instituto Ruso de Estudios Estratégicos, Leonid Reshétnikov: “Para el pueblo soviético, Vlásov se convirtió en un símbolo de la traición, un Judas moderno”. Esta imagen no ha cambiado mucho desde entonces.
Vlásov había desarrollado una gran carrera en la URSS: comenzó su servicio durante la guerra civil, fue ascendido a consejero militar en China, y más tarde luchó valientemente en la Gran Guerra Patria, especialmente en la batalla de Moscú (1941). Sin embargo, en 1942 fue capturado por los alemanes.
Aceptó una oferta de los nazis para dirigir un ejército formado con soldados soviéticos prisioneros que aceptaron luchar contra sus camaradas. En una carta abierta, Vlásov explicó que “el bolchevismo se disfraza de Patria” y que los rusos debían luchar contra él junto a los alemanes. Su llamado “Ejército de Liberación de Rusia” luchó en batallas contra los soviéticos, pero estos acabaron colgando a Vlásov por traición.
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