Por qué Lenin odiaba el sexo y gastó todo el dinero de su madre

Historia
EKATERINA SINÉLSCHIKOVA
La vida personal del fundador del Estado soviético era poco conocida por sus camaradas del Partido y la mayoría de la gente. Pero en realidad no tenía reparos en pedir dinero a su madre para poder ir de viaje, amaba a las mujeres, pero no creía que tuvieran derecho a tener deseos sexuales.

La reputación del arquitecto de la Revolución rusa de 1917 era (y en parte sigue siendo) intachable a los ojos de las masas. Así lo constatan los numerosos epítetos de Vladímir Lenin, entre los que se encuentran: “líder”, “genio astuto” y, cariñosamente, “abuelo”.

Quién iba a pensar entonces que esta imagen histórica idealizada estaba bien lejos de cómo lo veían sus parientes y amigos. Actualmente la gente describiría a Lenin como un gorrón y como alguien que aboga por las relaciones polígamas.

‘Por favor, envíe algo de dinero. Me estoy quedando sin nada’

“La familia entera vivía de la pensión de la madre y de lo poco que le quedó después de la muerte del padre”, escribió en 1886 Anna Uliánova, hermana mayor de Lenin.

La familia de Lenin nunca fue rica. Su padre murió prematuramente y la madre, María Uliánova, tuvo que criar una gran familia compuesta por seis hijos. La situación se vio agravada por el hecho de que ninguno de los niños de los Uliánov fue capaz de ganar dinero hasta que fue adulto. Todos fueron revolucionarios. Y todos, excepto Vladímir (que estaba exiliado en el extranjero), pasaron un tiempo entre rejas en su propio país.

Lenin casi no tenía ingresos propios y vivió de los escasos medios de su madre hasta los 40 años. De estos, casi la mitad (17 años), los pasó fuera de Rusia. Primero se trasladó a Suiza, luego a París y finalmente a Alemania. En Suiza se alojó en un sanatorio, donde se recuperó. “Llevo varios días en este complejo y ya me siento bastante bien... El tratamiento es muy caro, así que me he pasado de mi presupuesto... Si es posible, envíame otros cien rublos, más o menos”, le escribió a su madre en julio de 1895.

Tres semanas más tarde se trasladó a Berlín, desde donde envió otro urgente telegrama: “Para mi horror, estoy experimentando de nuevo dificultades financieras: la ‘tentación’ de comprar libros, etc. es tan grande que el dinero simplemente se evapora. Si es posible, envíame 50-100 rublos”. Su madre siempre obedeció...

...e incluso vendió la casa por el bien de su hijo

A pesar de recibir 100 rublos al mes –una suma decente en aquella época–, no había manera de que María Uliánova pudiera mantener solo con su pensión a los niños. Además, mientras estaba en el exilio, su hijo revolucionario y su esposa y compañera de armas, Nadiezhda Krúpskaia, siempre tenían gente que hacía las labores de casa, es decir, que trabajaba un par de horas al día para ellos. Además, la pareja a menudo iba a comer a los cafés. La propia Krúpskaia admitía que lo único que podía “preparar rápidamente en la cocina era la mostaza”.

Debido a esto, la madre de Lenin vendió el patrimonio familiar y la casa que había comprado con la herencia que recibió de su difunto esposo. La mayoría de los fondos se destinaron a pagar las deudas familiares. Ella abrió una cuenta bancaria y se cree que la familia vivía de los intereses. Lenin discutió sobre el “fondo familiar” en casi todas las cartas que enviaba a su madre.

Ménage à trois

En general, podría decirse que las mujeres jugaron un papel importante en la vida de Lenin. Aunque él no se llevaba bien con sus “amigas”. “Todos sus camaradas sabían que Lenin no era como los demás y era un poco raro”, dice el experto en Lenin, Lev Danilkin. “Se podría decir que no tenía amigos”, resume.

Krúpskaia fue la única compañera de Lenin, y le acompañó durante toda la vida. Se conocieron en una reunión de marxistas, que se presentaba como un encuentro para tomar el té con panqueques. A partir de ese momento, Lenin iba los domingos a su casa para comer, mientras seguía visitando a otras estudiantes.

Krúpskaia decidió seguir a Lenin cuando fue enviado al exilio en Siberia. Fue allí donde finalmente se casaron. Aunque, a juzgar por las cartas, el frío siberiano acababa con cualquier intimidad entre ellos: “No sabíamos cómo matar el tiempo por las noches. No teníamos ningún deseo de quedarnos allí, en la fría e incómoda habitación, así que íbamos al cine y al teatro”.

Curiosamente, esta situación hizo que Krúpskaia estuviera aún más cerca de él. Lenin nunca reconoció los deseos sexuales de las mujeres (aunque fue uno de los principales impulsores de la revolución sexual). En una ocasión llegó a decir que las mujeres no podían luchar por la liberación sexual, ya que carecían de un “conocimiento profundo y diverso de la materia”.

Esto, sin embargo, no le impidió que se relacionara con una amante en París: la “ardiente bolchevique” Inessa Armand. Sin embargo, se negó categóricamente a abandonar a Krúpskaia, su “esposa principal”. Las dos mujeres se hicieron amigas y pronto empezaron a vivir juntas; aunque no abiertamente, obviamente. Lo único de lo que se dieron cuenta sus camaradas marxistas era que los miembros del trío se trataban con sus nombres de pila, lo que era una rareza para Lenin, que solía dirigirse a todo el mundo de manera muy formal.

El líder bolchevique tan solo vivió tres años más tras el fallecimiento de Inessa. Después de la muerte del revolucionario, en 1924, Krúpskaia pidió que los restos de su marido fueran enterrados junto a las cenizas de Armand. La solicitud fue rechazada.

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