A medida que se acercaba la Primera Guerra Mundial, Rusia sufría desesperadamente de falta de armas modernas para su ejército de campaña. Se creó rápidamente una industria, pero su ritmo no fue suficiente para un país enorme con más de un millón de militares, cuyo número podría multiplicarse por diez en caso de guerra.
Justo antes de la declaración de guerra en 1914, el gobierno decidió construir una fábrica de artillería en la ciudad de Tsarítsino, en el Volga, que sería responsable de la producción de trenes blindados, vagones de ferrocarril, etc.
Estas armas se volvieron muy útiles en la siguiente guerra, la guerra civil rusa, en la que se produjeron hostilidades en todo el país, desde la parte europea hasta el Lejano Oriente. Básicamente no existía una línea del frente, y las unidades con capacidad maniobrable, en particular las dotadas con trenes blindados, podían operar fácilmente en la retaguardia del enemigo.
En medio de grandes batallas, Tsarítsino era la ciudad donde se reparaban las armas y se cubrían los trenes con blindaje. Tras el cambio de nombre de la ciudad a Stalingrado, la fábrica de armas se bautizó como “Barricadas” (Barricadi) y posteriormente se inició un programa de modernización a gran escala de la artillería soviética.
La dirección de la fábrica recibió en muchas ocasiones prestigiosos premios del gobierno, pero esto no la protegió de la represión estalinista.
Segunda Guerra Mundial
En vísperas de la invasión nazi de la URSS se estableció una oficina de diseño en la fábrica Barricadas. Lanzamiento de un proyecto particularmente importante fue el desarrollo de armas pesadas con calibres de más de 200 y 300 mm.
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Al comienzo de la guerra este proyecto no había sido concluido y los principales productos de la fábrica eran cañones y morteros de 76 mm. Los ingenieros fueron evacuados y a medida que los alemanes avanzaban, los trabajadores de la oficina de diseño y el subdirector tomaron las armas. Menos de la mitad de ellos sobrevivieron.
En 1943, sobre las ruinas de la empresa destruida, los supervivientes comenzaron a reestablecer la producción, demostrando un heroísmo milagroso. En tan sólo un año, la fábrica, que literalmente se había levantado de sus propias cenizas, ya estaba construyendo cañones de 122 mm para los pesados tanques soviéticos.
De los cañones a los misiles intercontinentales
En el período inmediatamente posterior a la guerra, los residentes de Stalingrado continuaron produciendo cañones para el Ejército, incluidos los totalmente modernos destinados a la defensa costera. La fábrica también destacó en la producción de aparatos civiles, como equipos de perforación.
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A finales de los años 50, la producción de la fábrica cambió: debía centrarse en la construcción de misiles. Un misil volaba más lejos que un proyectil y tenía un componente de combate más potente, ya que podía transportar una ojiva nuclear. La ciudad, ahora llamada Volgogrado, comenzó a producir el misil no guiado Luna, algunos de cuyos ejemplares fueron enviados por la Unión Soviética a Cuba en 1962, el misil guiado Temp y los totalmente únicos e incomparables misiles Tochka y Oká. En la década de 1980 la ciudad comenzó a producir el misil balístico intercontinental Tópol.
Pero nadie se había olvidado de la artillería. La oficina de diseño de Barricadas fabricó armas para las unidades autopropulsadas Pión, la Malka autopropulsada y los obuses Msta. Dado el potencial de la oficina, en 1990 se independizó de la fábrica y recibió su propio nombre: Oficina de Diseño Titán.
Vitali V. Kuzmín
En los años 90, la Titán participó en la construcción del misil intercontinental Tópol y del nuevo sistema de misiles balísticos Iskander.
Vitali V. Kuzmín
La oficina de diseño que en su día formaba parte de la famosa fábrica, finalmente eclipsó su fama. Desde 2016, tanto la fábrica como la oficina de diseño se llaman oficialmente el Centro Federal Científico-Industrial Titán-Barricadas.
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