¿Por qué el Ejército Rojo no logró capturar a Hitler en su búnker?

Historia
OLEG YEGÓROV
Los soviéticos estaban a tan sólo dos días de asaltar el refugio de Hitler en Berlín cuando el enloquecido líder nazi se suicidó.

En la película de Clint Eastwood, 15:17Tren a París, hay una escena en la que los tres estadounidenses protagonistas visitan un museo de Berlín. El guía les comenta que Adolf Hitler se suicidó en Berlín, cuando estaba rodeado por los soviéticos, y los tres se quedan sorprendidos: pensaban que era el ejército de Estados Unidos el que había cercado a Hitler.

“Ustedes los americanos no pueden llevarse el mérito cada vez que el mal es derrotado”, responde el guía, y tiene razón. Estados Unidos, Gran Bretaña y otras naciones aliadas invirtieron mucho en derrotar al nazismo, pero fue el Ejército Rojo quien capturó Berlín e impulsó a Hitler al suicidio. Así es como sucedió todo.

Fortaleza subterránea

A principios de la primavera de 1945, Hitler se enfrentaba a una situación desesperada, con los soviéticos acercándose a la capital de Alemania desde el este y las fuerzas británico-estadounidenses avanzando desde el oeste. El cerco se estaba cerrando, pero el despiadado líder nazi no quería rendirse.

“No es nuestro estilo el ser sacrificados como ovejas”, citó al dictador su biógrafo Joachim Fest, que asegura que el “estilo” de Hitler se mantuvo durante sus últimos meses de vida: inflexible, sediento de sangre y wagnerianamente pretencioso.

Sin embargo, Hitler entendía que el fin estaba cerca. Desde enero de 1945 hasta su muerte en abril, vivió en el Führerbunker, un refugio bajo la Cancillería del Reich en el centro de Berlín. Los aliados bombardeaban la ciudad constantemente, por lo que Hitler apenas aparecía en la superficie.

El hombre más siniestro de la Tierra estaba perdiendo la guerra, y también el control de las cosas. “Desperdiciaba su tiempo en inútiles discusiones, recriminaciones y rememorando tiempos pasados”, escribe Fest. El círculo íntimo de Hitler se enfrentaba a un hombre viejo e histérico, con manos temblorosas, comiendo trozos de tarta sin parar (incluso los asesinos en masa gestionan el estrés de esta manera), pero predicó por la “victoria” y la “lucha hasta el final”.

¡Que vienen los rusos!

En aquel momento, no quedaba ninguna esperanza de victoria para Alemania, excepto en el cerebro de Hitler. El 9 de abril los soviéticos tomaron Königsberg, y el 13 de abril capturaron Viena. Tres días después comenzó la batalla de Berlín.

“Un total de 3,5 millones de soldados lucharon en los bandos contendientes”, cuenta el historiador Anatoli Davidenko. “Ninguna otra operación militar de la Segunda Guerra Mundial tuvo tal escala. Era Berlín, claro”.

Los alemanes lucharon duro para defender su capital. El general Nikolái Pópel, un oficial de tanques, escribió en sus memorias “¡Berlín estaba allí delante!: pagamos con sangre y para siempre cada metro de suelo berlinés”. De hecho, el Ejército Rojo perdió hasta 80.000 hombres en el asalto a la ciudad.

Todo está perdido

“El optimismo artificial del búnker persistía dentro del búnker”, escribe Fest sobre el 20 de abril, 10 días antes del suicidio de Hitler y su 56 cumpleaños. Casi todos los demás oficiales nazis habían huido de la ciudad, pero él se quedó. Desesperado, Hitler ordenó al pueblo alemán que siguiera luchando, a pesar de perder terreno distrito tras distrito, y continuaba hablando de usar ejércitos y divisiones que ya habían sido destruidas.

Fest supone que en esos últimos días su jefe de personal, el general Krebbs, ni siquiera trató de entregar al líder nazi información correcta, pues no tenía sentido hacerlo: Hitler se había vuelto absolutamente loco. “Krebbs dejó que Hitler se ocupara de hacer ‘juegos de guerra’ que no tenían ninguna conexión con la realidad pero que mantenía vivas sus ilusiones”.

Sin embargo, la realidad no puede mantenerse a raya, y el 26 de abril las bombas rusas comenzaron a explotar literalmente sobre la cabeza de Hitler, contra el edificio de la Cancillería del Reich. Dos días después, le llegaron sorprendentes noticias: Himmler, uno de sus ayudantes más cercanos, intentaba ponerse en contacto con los aliados para negociar la rendición, y Benito Mussolini, líder de la Italia fascista, había sido capturado y ahorcado por sus enemigos. Sintiéndose traicionado, y temiendo que pudiese convertirse en “una atracción del zoológico de Moscú”, Hitler decidió suicidarse.

La última página

Como el Ejército Rojo estaba ya a tan solo un par de bloques del Führerbunker, Hitler tuvo que actuar rápido. El 29 de abril, se casó con su pareja de toda la vida, Eva Braun. Fue un matrimonio muy corto. Un día después, los Hitler fueron a su habitación a tomar cianuro. Para estar completamente seguro, el líder nazi se descerrajó un disparo.

Menos de una semana después, el 5 de mayo, soldados soviéticos dirigidos por el teniente Alexéi Panásov encontraron los cuerpos de Hitler y su esposa, quemados y enterrados cerca del búnker. La noticia dio la vuelta al mundo: ¡Hitler está muerto! Según el mariscal Gueorgui Zhúkov, que dirigía el Ejército Rojo, cuando Iósif Stalin fue informado de la muerte de su enemigo, el líder soviético musitó: “Es una pena que no hayamos podido atraparlo vivo”.

Nikolái Pópel, sin embargo, escribe que a los soldados soviéticos generalmente no les importaba mucho cual fuese destino de Hitler. Recuerda una conversación con el oficial que capturó la Cancillería del Reich:

– Este bandido escapó en el último minuto... sólo quedan carne y huesos quemados.

– No se entristezca, coronel. ¡Buscábamos hacernos con la victoria, no con él!

Y tuvieron su victoria. El 2 de mayo, la guarnición de Berlín capituló, mientras que el 9 de mayo todo el Ejército alemán se rendía. El nazismo estaba tan muerto como su líder.

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