La terrible historia de la niña que se hizo una foto con Stalin

Historia
OLEG YEGÓROV
La fotografía de Iósif Stalin con una niña mostraba una imagen del mandatario como un líder amable. Sin embargo, este hecho no ayudó a Enguelsina Markízova (la niña de la imagen), cuyos padres fueron asesinados durante la Gran Purga de los años 30.

Andy Warhol declaró en 1968: “En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 minutos”. 32 años antes, en 1936, Enguelsina Markízova, una niña soviética de siete años procedente Buriatia, no podía conocer esas palabras, pero tuvo sus 15 minutos de fama después de aparecer en una foto con el todopoderoso líder de la URSS, Iósif Stalin. Sin embargo, el resultado fue espeluznante.

La chica conoce al líder

Ardán Markízov, el padre de Enguelsina, era un devoto comunista. Bautizó a su hija con el nombre de Friedrich Engels y a su hijo lo llamó Vladlén, inspirado en el nombre de Vladimir Lenin. Además, Ardán era un destacado funcionario soviético: en 1936 trabajó como comisario del Pueblo de Agricultura en la remota República Socialista Soviética Autónoma de Buriatia-Mongol, en Siberia.

Para este hombre fue todo un honor conocer a Stalin durante una visita a Moscú, con una delegación oficial buriato-mongola. Aunque fue su hija quien atrajo toda la atención. “También quería ir a ver a Stalin y pedí a mi padre que me llevara con él, pero se oponía. ‘No eres miembro de la delegación, ¿quién te va a dejar entrar?’. De repente, mamá me apoyó. ¿Por qué no?”, recordaba Enguelsina (o Guelia) décadas después.

Sorprendentemente, los niños tenían permitida la visita al Kremlin sin necesidad de contar con un pase especial, así que Ardán se llevó a Guelia con él. Entonces, tras aburrirse mucho con los interminables discursos de los funcionarios sobre el progreso de sus koljoses, la niña decidió ir a abrazar al líder.

“Tomé dos ramos de flores y me acerqué al presidium pensando: ‘Voy a darle estas flores’”, dijo Markízova. Aunque el líder autoritario se mostró sorprendido, también parecía alegre. Sostuvo a Enguelsina y “la puso en la mesa del presidium”. Ella le entregó flores y, cuando lo abrazó, los periodistas comenzaron a sacar fotos.

Imagen icónica

“¿Te gustan los relojes?”, recuerda Guelia que le preguntó Stalin. La valiente niña respondió que sí, aunque nunca había tenido ninguno. El mandatario le regaló un reloj de oro y entregó un gramófono a su familia. Pero la cosa no quedó ahí y la niña recibió más regalos.

Anatoli Alái, director de la película inacabada Stalin y Guelia, citó al editor en jefe del periódico Pravda, Lev Mejlis: “Dios mismo nos ha enviado a esta pequeña niña buriata. La convertiremos en un icono de la infancia feliz”. Y eso es lo que ocurrió: después de que la foto de Stalin y Guelia fuera publicada en todos los periódicos, se hizo viral, como diríamos en el siglo XXI.

“Cuando fui a la entrada del hotel al día siguiente, estaba lleno de juguetes y otros regalos... y cuando mis padres y yo volvimos a Ulán-Udé (capital de Buriatia) la gente me recibía como después iban a hacerlo con los astronautas”, recuerda Markízova. El escultor Gueorgui Lavrov, creó un monumento a Stalin y Guelia, que se hizo muy popular. Guelia estaba en todos lados, pero eso no iba a durar mucho tiempo.

Todo terminó año y medio después, en 1937, cuando detuvieron a Ardán Markízov. “Papá estaba seguro de que se trataba de un error y de que volvería”, recuerda Guelia. Pero no fue así. Lo ejecutaron en junio de 1938, acusado de manera falsa de espiar para Japón. Las cartas que escribió su hija a Stalin, en las que pedía clemencia, no surtieron efecto.

El mandatario permaneció en silencio mientras la vida de Guelia se desmoronaba. Las autoridades también arrestaron a su madre, Dominika, y la enviaron al exilio en Kazajistán, donde fue hallada muerta en extrañas circunstancias en el año 1938.

Markízova creyó que también mataron a su madre. El jefe local de los servicios secretos envió una carta a Lavrenti Beria, el asistente de Stalin a cargo de la policía secreta, expresando su preocupación por que Dominika intentara librarse utilizando la “conexión” de su hija con Stalin. “En la solicitud, Beria escribió en lápiz azul: ELIMINAR”, afirmó.

Por lo que respecta a la propia Guelia, fue borrada de la narrativa oficial. Era un asunto espinoso, ya que Stalin no podía aparecer posando en una fotografía con “la hija de un enemigo del pueblo”. Al mismo tiempo, resultaba imposible destruir todos los periódicos y las esculturas. Entonces, los funcionarios se comportaron con astucia “orwelliana”: cambiaron el nombre de la niña sin cambiar ni los retratos ni las esculturas. A partir de ahora, era Mamlakat Najángova, una joven pionera, quien aparecía en la foto con Stalin. Guelia Markízova cayó en el olvido.

Otra vida

Huérfana a los nueve años, llegó a Moscú donde vivió con su tía. Cambió su apellido original por Dorbéieva. Afortunadamente, las autoridades decidieron no eliminarla a ella también. “Viví una vida normal de una ciudadana soviética”, solía recordar. Se casó dos veces y trabajó como orientalista especializada en Camboya. En 2004, pocas semanas después de que Anatoli Alái comenzara a dirigir un documental sobre su vida, Enguelsina falleció. Tenía 75 años.

“Solo comprendí lo que era Stalin cuando la gente comenzó a volver de los campos de trabajo y se reveló la verdad sobre él”, declaró. Antes, llegó a llorar la muerte del líder autoritario, al igual que muchos otros ciudadanos soviéticos.

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