¿Por qué Lenin expulsó de la URSS a los intelectuales?

Historia
ALEXÉI TIMOFÉICHEV
En 1922 las autoridades soviéticas expulsaron del país a los pensadores más famosos. Hubo un éxodo provocado, conocido como el “Barco de Vapor de la Filosofía”, ya que la mayoría salieron en un barco.

“La expulsión de elementos contrarrevolucionarios activos y de los miembros burgueses de la intelligentsia es el primer aviso del poder soviético a estos estratos”, de decía en el diario Pravda a finales de agosto de 1922. Una par de meses después dos barcos alemanes, el “Oberbürgermeister Haken” y el “Preussen” partieron de la URSS con una serie de influyentes pensadores rusos a bordo.

En total, más de 160 personas –incluyendo familiares se vieron obligadas a dejar el país. Había profesores universitarios, doctores, economistas, escritores así como figuras políticas y religiosas. Todas tenían en común que se oponían al régimen soviético.

No se les permitió que se llevaran demasiadas cosas: algo de muda, calcetines, zapatos, una chaqueta, pantalones, un abrigo y un sombrero. Eso fue todo. No les permitieron llevar dinero y joyas, todos sus bienes fueron confiscados, incluyendo bonos.

Destacados científicos

Entre los expulsados estaba la élite de los pensadores sociales y de los académicos. El más famoso de todos era Pitirim Sorokin, uno de los fundadores de la sociología contemporánea. Durante la revolución apoyó a los rivales de los bocheviques pero posteriormente se distanció de la vida política.

También había escritores y filósofos no marxistas. Serguéi Bulgákov, Nikolái Berdiáiev, Nikolái Losski, Iván Ilyín o Semión Frank, figuras que en gran medida desarrollaron la filosofía rusa antes de 1917. Aunque la mayoría de los que fueron forzados a emigrar no eran famosos o conocidos. Sin embargo, se calcula que para 1939 los académicos expulsados de la URSS escribieron unas 13.000 obras científicas en las diferentes ramas del saber.

“Esclavos ideológicos de la burguesía”

Las razones para que las autoridades soviéticas expulsaran a tantos intelectuales tenía que ver con su visión de la educación. En 1921 los bolcheviques acabaron con la autonomía universitaria, ya que la educación les parecía clave a la hora de crear una sociedad nueva y socialista. La reforma universitaria provocó gran descontento y comenzó una huelga del profesorado.

También hubo otros motivos. Muchos de los intelectuales eran pensadores religiosos que no tenían cabida en la Rusia socialista, según sus líderes. Un artículo de Lenin escrito en marzo de 1922 y titulado “Sobre el significado del materialismo militante” allanó el camino para la acción contra los intelectuales.

Lenin conectaba la religión y las tendencias filosóficas no marxistas de su época con la posición de clase de la burguesía, el enemigo del nuevo estado proletario. Para Lenin estos pensadores eran los “esclavos ideológicos de la burguesía”, que de alguna manera y otro aspiraban al restablecimiento del viejo sistema capitalista en Rusia. Muchos creían que la burguesía manipulaba a las masas mediante ideas reaccionarias y religiosas, así que los soviéticos se veían “obligados” a tratar con los responsables de esa ideología.

“El sacro estado bolchevique”

Aunque el problema tiene otra dimensión. El pensador social Serguéi Kara-Murza señala que los bolcheviques crearon un sistema paternalista basado en una idea de justicia. La ideología tenía un papel central así que los bolcheviques no toleraban competidores en lo referido a las ideas.

Uno de los pasajeros de los barcos, Nikolái Berdiáev escribió el libro La filosofía de la desigualdad un año después de ser expulsado: “El estado socialista no es un estado secular, sino un estado sacro. Recuerda a los estados teocráticos autoritarios. El socialismo profesa una fe mesiánica. Los guardianes de la idea mesiánica del proletariado son una jerarquía específica: el Partido Comunista, altamente centralizado y con poderes dictatoriales.

Al mismo tiempo, “los hombres que partieron en el “Barco de Vapor de la Filosofía”, no concebían la filosofía como un martillo para cambiar el mundo. No creían en la subordinación del conocimiento y de la integridad intelectual a un a programa político.

De modo que Lenin solía percibirlos como enemigos o “espías militares”. Su colaborador, Lev Trostki fue incluso más allá: “Echamos a esa gente porque no había pretextos para fusilarlos a todos y no había la posibilidad de tolerarlos”.