Los imperios ruso y otomano se han enfrentado durante siglos en varias guerras, tanto en el Cáucaso como en los Balcanes, debido a intereses estratégicos encontrados. Ambos imperios se estaban desintegrando y ya habían colisionado en 1856 y 1877 debido al viejo problema ruso de la falta de acceso al Mediterráneo de la Flota del Mar Negro.
Esta tensión aumentó en 1914, exacerbada por el apoyo ruso a los movimientos eslavos nacionalistas en áreas de interés del Imperio otomano, como Serbia.
Rusia ya estaba envuelta en un conflicto contra Alemania y el Imperio austrohúngaro. El zar Nicolás II, alentado por sus aliados franceses e ingleses trató de anexionarse Constantinopla, con el objetivo de que los países de la Entente obtuvieran mayor control sobre el Mediterráneo.
Aunque, en general, la campaña rusa en la Primera Guerra Mundial fuera un fracaso, algunas de las principales victorias fueron en batallas contra los turcos. Para 1916 el Ejército ruso había llegado hasta Erzincan, ciudad adentrada en la Turquía actual.
El conflicto terminó para Rusia con el Tratado de Brest-Litovsk, y su salida de la Primera Guerra Mundial. Algunos de los enemigos regionales del Imperio otomano -Armenia y Azerbaiyán- optaron finalmente por unirse a la URSS para protegerse de posibles invasiones turcas en el futuro.
La ley de derechos de autor de la Federación de Rusia prohíbe estrictamente copiar completa o parcialmente los materiales de Russia Beyond sin haber obtenido previamente permiso por escrito y sin incluir el link al texto original.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: