Realidad VS Fantasía en la nueva serie de Netflix sobre espías rusos

In from the Cold, 2022 / Netflix
Los creadores han hecho todo lo posible por recrear el Moscú de los años 90 e incluso han invitado a rusos reales a protagonizar la serie. Pero, ¿lo han conseguido?

ADVERTENCIA: Contiene algunos spoilers. 

La nueva serie de Netflix, 'In from the Cold', (El regreso de la espía) trata el eterno tema de la rivalidad entre Rusia y EE UU y la mayor parte de la acción tiene lugar en España. Es allí donde un agente de la CIA encuentra a una mujer estadounidense aparentemente normal -Jenny- que está allí con su hija, supuestamente, asistiendo a una competición de patinaje artístico.

Pero Jenny no siempre fue quien parece ser. Antes era Anya “La Susurradora” Petrova, una agente del KGB encargada de eliminar a los enemigos de Rusia, además de ser una maestra del disfraz.

En el presente, vemos una serie de asesinatos en Madrid, que parecen llevar la firma de Anya. La CIA la recluta para que les ayude a encontrar al asesino o asesinos.

In from the Cold es una película fantástica en todos los sentidos, aunque con algunos toques de realidad. No es una obra de ficción exagerada como Red Heat (Al Rojo Vivo en Hispanoamérica y Calor Rojo en España), pero tampoco es una parodia total de las costumbres de la “Madre Rusia” que hemos visto en Killing Eve. Parece que los creadores de la serie se han tomado en serio el material e intentan ofrecer un retrato serio de la Rusia de los años 90. Repasemos lo que funciona y lo que no.

REALIDAD: Rusa sin acento

Jenny es interpretada por la actriz estadounidense Margarita Levieva, que nació en Leningrado (actual San Petersburgo), pero se trasladó a EE UU a los 11 años, donde pudo labrarse una carrera en el cine. Uno de sus últimos papeles fue junto a James Franco en The Deuce (2017-2019). La joven Jenny (Ania), por su parte, es interpretada por la actriz rusa Stasya Miloslavkaia.

Viendo que los flashbacks de los años 90 ocupan aproximadamente la mitad del tiempo de la serie, es razonable considerar que tanto el papel de Miloslavskaia como el de Levieva tienen la misma importancia (Levieva, por cierto, sigue hablando perfectamente ruso). Otro personaje clave es la manipuladora de "El Susurro", también interpretada por una rusa: Alena Jmelnitskaia. Ella también ejerce una influencia considerable en el desarrollo actual del personaje de Jenny.

FANTASÍA: Mitos sobre espías y traidores a la patria

La cuestión principal es cómo pudo Ania “La Susurradora”, que poseía habilidades extraordinarias como operativa de campo, conseguir convertirse en una ciudadana estadounidense corriente y -aparentemente, desde principios de la década de 2000- vivir una vida ordinaria y aburrida. La clave de la respuesta está en el final, que parece insinuar una posible continuación. Pero, a primera vista, esta situación aparentemente extraña es explicada por el agente de la CIA en los siguientes términos: la economía se ha derrumbado; el espionaje ha dejado de ser la principal prioridad del gobierno y, con la pérdida de control de Rusia, la “Susurradora” tiene por fin su oportunidad de libertad. Todo ello teniendo en cuenta que el personaje de Alena Jemlnitskaia confiesa hacia el final que fue acusada de traición y enviada a Siberia, que no es un lugar de exilio desde hace décadas.

REALIDAD: Atmósfera de los años 90

La parte rusa de In from the Cold se centra en un invierno moscovita de 1994, que descubrimos gracias a unos subtítulos de color rojo sangre y de aspecto muy auténtico. Y, efectivamente, hay mucha verosimilitud en la historia del agente de la CIA sobre que los años 90 son un periodo demasiado problemático, que deja poco tiempo para un programa completo de espionaje.

En uno de los flashbacks, Ania “La Susurradora” visita una fiesta en una planta industrial. Allí nos encontramos con la “juventud dorada” y vemos cómo Anya se relaciona con el hijo de un funcionario de la embajada china. La vemos beber no sólo vodka (las botellas de Smirnoff son bastante habituales, sin que parezca una burda colocación de productos), sino también champán en copas de cristal. Todo ello acompañado de una banda sonora que recuerda al grupo de techno/rave de los años 90 Tehnologia, muy popular en aquella época. Las elecciones de vestuario también merecen una mención: Anya prefiere una especie de estilo fashion-militar y el resto de los personajes también tienen un aspecto auténtico para la época. La moda de la protagonista es un guiño al clásico de culto del director Alexéi Balábanov Brat (1997), también disponible en Netflix. Así que podemos decir con seguridad que la Rusia de los años 90 ha sido reproducida fielmente.

FANTASÍA: El metro de Moscú y más allá

A pesar de todos los intentos de los creadores por transmitir de algún modo esa atmósfera de los 90, acaban cayendo en los mismos escollos que la mayoría de los guionistas occidentales cuando abordan Rusia. La serie está rodada íntegramente en Madrid, donde el grueso de la historia se desarrolla en la actualidad. Sin embargo, a los guionistas les resultó imposible resistirse a mostrar el metro de Moscú. Mala jugada: cualquiera que haya visitado el metro de Moscú sabrá que las escenas filmadas allí estaban, en el mejor de los casos, rodadas en pabellones y, en el peor, diluidas con inserciones de metros europeos o incluso neoyorquinos, incluidos los pasos de peatones del metro. Los legendarios mosaicos murales inspirados en Alexánder Deineka tampoco resultan auténticos aquí.

REALIDAD/FANTASÍA: Interiores

Los espacios de los apartamentos de la serie también están muy lejos de la minuciosa atención a los detalles que hemos visto en series como Chernobyl de la HBO. Es cierto que esa serie estaba ambientada en 1986 y In from the Cold tiene lugar en 1994. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en ese lapso de tiempo de ocho años, no ha cambiado mucho el interior de las casas postsoviéticas. De hecho, vemos dos apartamentos en los flashbacks: uno es el apartamento del trabajo de Ania, que le dio el KGB, mientras que el otro es el de su padre, que aparece en el último episodio. Parece bastante auténtico: hay latas en la cocina con pequeñas inscripciones (¡y sin errores!) y otros pequeños, pero importantes, detalles. El otro apartamento, sin embargo, se desvía al convertirse en un apartamento de estilo europeo que parece haber sido equipado con productos de IKEA, a pesar de la obligatoria alfombra de pared que llama mucho la atención. Esto hace que la escena de la reunión familiar parezca poco auténtica y tenga un aire muy occidental.

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