Cualquier turista que tenga la suerte de ir en verano a admirar los volcanes de Kamchatka o los paisajes de Chukotka corre el riesgo de encontrarse con este animal. Es pequeño, de unos 30-40 cm de altura, pesa menos de un kilo y tiene un pelaje esponjoso, se conoce como “ardilla terrestre del Ártico”. En Rusia, se le llama topo americano, o de Berengia, ya que vive en el Lejano Oriente, Canadá y Alaska.
Astuto e inteligente
La mayoría de las veces son estos roedores, y no los osos o los zorros árticos, los que encuentran los turistas en Extremo Oriente. Se le llama a menudo “el ladrón”, porque puede estar emboscado en los lugares más inesperados y esperar a los humanos. Su único propósito es conseguir comida. A decir verdad, lo hace de manera civilizada: si te paras a descansar en la montaña, se acercará a ti y te mirará triste con ojos hambrientos, como el gato de “Shrek”, y luego vendrá otra. Mientras grabas tus vídeos no te darás cuenta de que te quedarás sin comer. Tienen un plan muy elaborado.
Han perdido el miedo a los humanos
Normalmente los animales salvajes se esconden de los humanos, al percibir el peligro en ellos. No es el caso de este. De todos los animales del Lejano Oriente, las ardillas del Ártico son las más comunicativas. Salen al encuentro de la gente inmediatamente. Pero no se hacen amigos de los perros: se esconden en sus madrigueras. Los turistas nos cuentan que las ardillas europeas pueden “trollear” a los perros: “Los perros ven una ardilla, corren hacia ella, ésta silba y vuelve a su agujero; otra ardilla sale de otro agujero, silba, los perros la ven y corren hacia ella. Mientras estuve allí persiguieron a un par de perros en media hora y perdieron el interés por ellos”, dijo un excursionista.
Pía como un pájaro
Se parece mucho a los ruidos que hace el águila real, algo extraño en contraste con su apariencia. Suelen sonar cuando perciben peligro, alertando a sus compañeros. En este vídeo pía en respuesta al habla humana.
Recuerde que no se debe acariciar a un animal salvaje, ya que puede morderlo y transmitirle alguna enfermedad.
Le encanta dormir y comer
Tiene dos pasatiempos favoritos: dormir y comer. Sólo se pueden encontrar en los cortos veranos polares, ya que duermen hasta ocho meses al año. Se duermen en septiembre y se despiertan en mayo. Todo este tiempo lo pasan en madrigueras excavadas a 3 metros de profundidad (¿te imaginas cómo se excava en el permafrost?). Durante la hibernación, pierden aproximadamente la mitad de su peso, por lo que, en cuanto se despiertan, salen a cazar. Son omnívoras, lo que significa que también pueden comer bayas e insectos. Pero tampoco se negarán a comer comida humana, si la consiguen.
Pueden morir de gula
Para los turistas, alimentar a las ardillas forma parte del viaje. Pero los zoólogos dicen que es mejor no darles de comer, ya que se reproducirán en los lugares turísticos en lugar de buscar comida en la naturaleza. Con el tiempo, esto atraerá también a los depredadores a estas zonas, lo que acabará provocando el exterminio de la población de ardillas.
Suelen llevarse a la boca todo lo que huele bien y es comestible, pero no hay nada bueno para ellos. A los turistas les quitan el queso, el chocolate, los frutos secos y, sobre todo, les encantan las galletas dulces y crujientes. Pero los expertos dicen que no hay que dar dulces a las ardillas, aunque los pidan mucho. No solo por su composición, sino también porque pueden comer en exceso y morir de gula. Si es muy difícil de rechazar, se pueden dar algunos frutos secos, pero sólo crudos.
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