El 28 de diciembre de 2020, 45 hombres de diferentes partes de Rusia, todos armados con equipos de pesca, salieron al embalse helado de Kotovski en la región de Tambov (a 420 km de Moscú). Había herramientas para perforar el hielo cada par de metros y bajo cada capucha impermeable había una nariz enrojecida por el frío. Nadie usa cebo, que está prohibido estos días y solo se pueden capturar percas y lucios de al menos 32 cm de largo.
“No se trata simplemente de perforar un agujero, hay que provocar al pez con movimientos bruscos”, comentó un reportero de “Vesti.Tambov TV” sobre el concurso de pesca de invierno que se celebra anualmente en diferentes regiones de Rusia.
Se trata de un evento importante para los rusos que pescan de manera competitiva. Pero, en su día, en la época soviética se pescaban solo con fines recreativos.
“Varias veces al año, desde los años 60 hasta 1995, mi padre, Valentín Kozlov, iba a pescar al norte de Rusia en invierno y a veces me llevaba con él. Todo lo que traíamos, lo salábamos y lo secábamos. Nos alegraba pescar cualquier cosa, grande o pequeña. Era mi tradición favorita”, recuerda Olga, residente en la región de Moscú.
Como ella dice, la pesca en invierno siempre fue una buena excusa para beber, ya sea durante o después. Era difícil sentarse durante cinco o siete horas en el hielo, incluso con ropa de abrigo.
Muchos pescadores heredaron la afición de sus padres, dice Yuri Mosolov, un residente de Moscú de 74 años y experimentado pescador.
“Todo comenzó para mí hace 69 años, cuando mis padres me llevaron a la aldea de mi abuelo en el Volga para las vacaciones de verano. Allí pescaba todo el mundo. Me llevaron a pescar en el hielo desde que comencé la escuela. Te guste o no, se te mete en la sangre”, explica Mosolov.
En Rusia no hay grandes restricciones a la pesca, con excepción de las zonas dedicadas a la piscicultura. Por lo tanto, cada año los pescadores salen al hielo en cualquier lugar donde haya agua congelada.
Muchos pescadores se sientan con su caña desde el amanecer hasta el anochecer:
Para el pescador Artiem Vorovin de la región de Kaliningrado, la pesca de invierno es una fuente de adrenalina:
“Pescar con una plantilla de hielo y hacer bien los cables requiere talento, se obtiene un verdadero subidón de adrenalina. Además, me encanta la nieve blanca, el aire frío y el contacto real con la naturaleza. Eso es lo principal, el resto es secundario”, dice Vorovin.
El escritor ruso Vasili Avchenko, en su libro Cristal en un marco transparente: cuentos de agua y rocas, describe así su amor por la pesca en el hielo: “Este [amor por la pesca] demuestra una invisible pero sólida conexión con algo vasto y no del todo cognoscible: ¿la naturaleza? ¿el espacio? ¿Dios? Una conexión que para mí, un chico de ciudad, no fue obvia durante mucho tiempo. Ahora sé con seguridad lo que es. La pesca es más o menos lo único que me conecta con lo que es real”.