Noviembre de 1990. El Nápoles llegó a Moscú para los octavos de final de la Copa de Campeones, contra el Spartak de Moscú. El más esperado era Diego Armando Maradona, que había dado al Nápoles su segundo Scudetto en la temporada anterior.
Pero Maradona no se bajó del avión. Los reporteros soviéticos supieron poco después que el campeón había pasado una noche llena de excesos y había llegado tarde al aeropuerto, perdiendo su vuelo. La reacción fue una mezcla de alivio para el Spartak, y de pesar para los jugadores y aficionados soviéticos por no conocer a la leyenda en persona.
Después de unas horas, se extendió otro rumor: Diego Armando Maradona volaba hacia la Unión Soviética en un avión privado. Y era cierto.
Cuando se supo que iba a pasar la noche con su esposa Claudia Villafañe en el Hotel Berlín (hoy llamado Saboya), una multitud de curiosos se reunió fuera del edificio. Aunque solo había unos pocos reporteros y un fotoperiodista, Alexánder Jakovlev de la agencia de noticias Tass. Él fue quien inmortalizó al jugador en una foto poco habitual, con un largo y grueso abrigo de piel. Y vestido así, el “pibe de oro” se dio una vuelta por Moscú.
Su avión había aterrizado a las 11:00 de la noche en la capital soviética, 18 horas antes del comienzo del partido. A los 40 minutos de la medianoche, se registró en el hotel y pidió que le trajeran algo para la cena. Pero no fue posible, porque la cocina había estado cerrada durante algún tiempo.
Maradona estaba decepcionado y para consolarle le ofrecieron un viaje exclusivo por las calles desiertas de Moscú por la noche en un coche de la milicia soviética (así se llamaba la policía en ese momento). A las 2:10 de la mañana salió, rodeado de admiradores y policías sonrientes y se subió al coche.
Al día siguiente era el aniversario de la Revolución de Octubre (7 de noviembre) y según la costumbre se celebraba un gran desfile en la Plaza Roja. Los policías, con un incumplimiento de los protocolos sin precedentes, también lograron llevarlo a dar una vuelta por la plaza cerrada.
Esa tarde del 7 de noviembre en el Estadio Lenin (hoy conocido como Luzhnikí) se jugaba el partido entre el Spartak y el Nápoles. El entrenador del Nápoles, Albertino Bigon, se encontraba en una posición difícil: ¿hacerle jugar o castigarlo por violar las reglas de conducta? Incluso en el Spartak había confusión, ¿jugaría Maradona o no después de lo ocurrido?
Maradona empezó el partido en el banquillo, como suplente. Era un castigo y además no había podido entrenar con el equipo. Entró en el minuto 65 del segundo tiempo para alegría de los más de 100.000 aficionados que habían acudido al estadio Lenin, bajo la gruesa aguanieve de noviembre.
Jugó bien, e incluso tuvo un par de buenos intentos, pero no pudo marcar ningún gol. El partido acabó 0-0 y se tuvo que jugar la prórroga y luego a los penaltis. Maradona no falló su tiro, pero no fue suficiente para ganar contra el equipo soviético.
El fotógrafo de Tass, que lo había fotografiado en el hotel Berlín, dijo que la única foto que le gustaba más que las que le hizo con el abrigo de piel fue una en la que se ve al defensa del Spartak Borís Pozdniakov haciéndole una entrada a Maradona para detener un ataque muy peligroso.
Esa noche de noviembre los periodistas soviéticos lo entrevistaron y los jugadores del Spartak le dieron regalos y se pusieron en fila en los vestuarios para estrecharle la mano y darle muestras de aprecio. Fue así como terminó la participación de Maradona en la Copa de Campeones.
Poco después, en marzo de 1991, tras dar positivo en los análisis de cocaína y “escapar” de Nápoles, su estancia en Italia también llegaría a su fin. Falleció en otro noviembre, exactamente treinta años después de ese loco viaje a Moscú. Pero su historia y su leyenda permanecen: la de uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos; un futbolista que estuvo con un abrigo de piel en una Plaza Roja desierta.
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