¿Simuló Alejandro I su propia muerte para dedicarse a la vida monacal en Siberia?

Se cree que Alejandro I pasó décadas después de su muerte oficial viviendo de incógnito en Siberia.

Se cree que Alejandro I pasó décadas después de su muerte oficial viviendo de incógnito en Siberia.

Se cree que Alejandro I, después de su supuesto fallecimiento, pasó décadas viviendo como un monje cerca de Tomsk.

Las extrañas circunstancias que rodearon la muerte de Alejandro I en 1825 han causado muchas especulaciones sobre su posible renuncia clandestina de la vida de la corte imperial. La teoría más popular afirma que el zar vivió en secreto en Siberia durante casi 40 años como el monje ermitaño Fiódor Kuzmich.

“La esfinge, que permaneció como un enigma hasta la tumba”, así es como Piotr Viazemski, un poeta ruso del siglo XIX, describió a Alejandro I. Viazemski tenía razón: el emperador que tomó el trono de su padre asesinado, Pablo I, muerto en un golpe de estado, tenía mucho que ocultar, y sus puntos de vista cambiaron dramáticamente a lo largo de su vida.

Alejandro comenzó como un liberal lleno de deseo de implementar reformas, crear un parlamento, una constitución, e incluso abolir la servidumbre. Sin embargo, al final decidió abstenerse de realizar cambios serios para mantener su esencia aristocrática, por lo que sus reformas quedaron estancadas o inacabadas.

Esto no significa que su reinado no fuera glorioso. Después de todo, fue bajo el liderazgo de Alejandro cuando Rusia derrotó al ejército de Napoleón, aplastó el imperio francés, e incluso ocupó París. Pero al final de su vida, Alejandro estaba apático y pasaba sus días rezando, dejando que sus ministros dirigieran Rusia. Tal vez esa fue la razón por la que su repentina muerte provocó tantas dudas en la sociedad.

Misteriosa muerte

Según la versión oficial, Alejandro murió de fiebre tifoidea en noviembre de 1825 en la ciudad de Taganrog, a unos 965 kilómetros al sur de Moscú. Como mencionó en una entrevista Andréi Sájarov, historiador de la Academia Rusa de Ciencias, el emperador tenía sólo 47 años y estaba en buena forma física en el momento de su muerte. Sin embargo, eso no fue lo único extraño en su fallecimiento.

El cuerpo de Alejandro se depositó en un ataúd cerrado, y casi nadie le vio la cara. Los que lo hicieron dijeron que el fallecido no se parecía al emperador. Por otra parte, podría haber una explicación simple para aclarar este punto: se necesitaron casi dos meses para transportar el cuerpo de Alejandro desde Taganrog a San Petersburgo, por lo que esto podría ser una confusión ocasionada por los efectos de la descomposición.

¿Pero por qué un emperador todopoderoso dejaría su trono? Sájarov explicó que Alejandro se castigó duramente por su sentimiento de culpa, y hay pruebas consistentes de que había estado al tanto de la conspiración contra su padre, que lo puso en el trono. Este crimen podría haber hecho su reinado como zar insoportable, especialmente cuando se convirtió en un fuerte creyente cristiano ortodoxo a los 40 años.

Un anciano surgido de la nada 

Más de 10 años después de la muerte de Alejandro, en 1836 un hombre extraño apareció cerca de Perm, a unos 1126 kilómetros al este de Moscú. Alto, barbudo y de 60 años, con rastros de azotes en la espalda, fue detenido por la policía local después de no identificarse ni aclarar sus orígenes. Así que lo enviaron a Siberia. Parecía estar contento con eso y se instaló cerca de Tomsk (2816 kilómetros al este de Moscú). Lo único que mencionó a las autoridades fue su nombre, Fiódor Kuzmich.

Fiódor Kuzmich vivió una larga vida, hasta su muerte en enero de 1864. Como profundo cristiano, siempre dispuesto a ayudar a sus vecinos siberianos, rápidamente se ganó su admiración con su sabiduría y bondad. Estos lo trataron como un starets (literalmente "”un anciano” o “un padre espiritual”, un rango no oficial cercano a la figura del santo).

Es difícil distinguir entre la verdad y la leyenda cuando se estudian los testimonios sobre Fiódor Kuzmich. Nunca mencionó su pasado, pero se creía que hablaba francés con fluidez, lo que demostró al hablar con oficiales de la guarnición local. También contó historias sobre la vida en San Petersburgo y la Guerra Patria de 1812, y habló de algunos comandantes rusos como si los conociera personalmente. También hubo varios informes de soldados que habían servido en la capital y pensaban que Fiódor Kuzmich era exactamente igual al emperador fallecido.

La verdad está ahí fuera

Incluso 150 años después de la muerte de Kuzmich nadie ha probado o refutado su relación con Alejandro I. En su innovador libro, Leyenda Imperial: la desaparición del zar Alejandro I, el historiador Alexis Troubetzkoi menciona que incluso a mediados del siglo XX destacados aristócratas rusos que vivían en París creían solemnemente que Alejandro I no murió en 1825 y que vivió el resto de su vida en Siberia bajo la identidad de Fiódor Kuzmich.

Aunque hubo muchos testigos que declararon que los dos hombres eran de hecho el mismo, también hay serios contraargumentos. Por ejemplo, Fiódor Kuzmich era conocido por utilizar palabras muy concretas del ucraniano y del ruso meridional, que Alejandro (que nació y se crio en San Petersburgo) probablemente no conocía.

Hasta la fecha, no se ha hecho ningún estudio genético que pueda aclarar el asunto. Como declaró el antropólogo Mijaíl Guerásimov, el gobierno se niega en redondo a abrir la tumba de Alejandro para hacer una prueba de ADN y compararla con la de otros Romanov. En cuanto a la pericia caligráfica forense, los resultados son esquivos y los especialistas no se ponen de acuerdo.

Por ahora, la verdad que rodea la muerte de Alejandro y su posible fuga a las tierras salvajes de Siberia sigue ahí fuera.

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