Probablemente hayas escuchado la frase “festejar a la rusa”. Se dice cuando alguien monta una superfiesta para sus invitados e incluso está dispuesto a gastar hasta su último rublo para que la gente se lo pase a lo grande. Esta famosa hospitalidad tiene raíces tan profundas en la idiosincrasia rusa que incluso es representada en los cuentos de hadas populares, cuando, por ejemplo, Baba Yaga da una cálida bienvenida a los jóvenes a los que tiene previsto comerse un poco más tarde.
Comida, bebida y una cama para la noche
Sí, los rusos tienen una actitud un tanto singular hacia los huéspedes y probablemente tiene mucho que ver con el enorme tamaño de su país. Incluso ahora, en nuestro mundo totalmente globalizado e interconectado, si conduces a tan solo 100 km de Moscú puedes encontrarte perdido en vastos espacios abiertos, lejos de cualquier edificio habitado o gasolinera. Y en el pasado, viajar por Rusia era una aventura totalmente extrema. Incluso un viaje de San Petersburgo a Moscú en vehículos tirados por caballos duraba cinco días.
Y esa es una ruta relativamente fácil y muy transitada, así que puedes imaginarte cómo era viajar en áreas más remotas y desiertas como Siberia y el Lejano Oriente. Debido a las enormes distancias, las noticias también tardaban mucho en llegar a algunos de estos lugares, y los residentes a menudo se enteraban de lo que pasaba en el mundo exterior solo cuando alguien los visitaba.
Esta una de las razones por las que durante muchos años los rusos desarrollaron la tradición de abrir sus puertas y poner la mesa para los invitados, incluyendo a los visitantes extraños. Incluso hay un viejo dicho que dice que a un huésped se le debe “ofrecer comida, bebida y una cama para la noche” antes de que hacerle cualquier pregunta.
En el ruso antiguo, la palabra “huésped” (gost) significa “extraño o comerciante de visita”. Pero en los idiomas de Europa Occidental las palabras relacionadas gost o “invitado” significaban “extranjero o enemigo”. Aunque hoy en día estas palabras son sinónimos desde el punto de vista lingüístico, sus significados originales están profundamente arraigados en la psique nacional.
En los cuentos de hadas rusos, es muy común que algún bogatyr (un caballero ruso) visite a Baba Yaga (una especie de vieja bruja caníbal que vive en el bosque) y esta, en lugar de comérselo, le invite a tomar té y bollos dulces. Ahora ya sabes por qué.
No se escatiman esfuerzos en agasajar a un invitado
En el pasado, los anfitriones salían a saludar a sus invitados. Le hacían una reverencia y se esperaba que el huésped hiciese lo mismo. Los anfitriones recibían al invitado con pan y sal. El pan simbolizaba la salud, y la sal era rara y mostraba prosperidad.
Los invitados, a su vez, traían regalos. Las ofrendas del extranjero, como bellas telas, bufandas o joyas, eran particularmente apreciadas. El anfitrión ponía en la mesa la mejor comida que tenía en casa para el invitado. Horneaban panes y tartas, ponían pescado y carne (que antes se comía muy poco) en el horno y preparaban postres.
Y no pienses que todo esto lo hacían solo las familias ricas. Incluso los campesinos más pobres ofrecían a sus huéspedes lo mejor que tenían y a veces incluso pedían comida prestada a sus vecinos para alimentar a un desconocido ya que, aparte de traer noticias desde lejos, continuaba su viaje y contaba a otros cómo vivían sus anfitriones. Así que todos querían causar una buena impresión a su huésped.
¿Quién es un ‘huésped no invitado’?
Si los rusos son tan cálidos y hospitalarios, ¿por qué a menudo tienen una cara tan distante y un trato reservado? Es cierto que es un poco contradictorio, pero la respuesta, como siempre, está en la historia de Rusia.
En el siglo XIII, Rusia estuvo sujeta a constantes incursiones de invasores nómadas y posteriormente vivió durante más de 200 años bajo el yugo tártaro-mongol. Por esta razón nació un dicho: “Un huésped no invitado es peor que un tártaro”. Durante este período, estos extranjeros no sólo venían con las manos vacías, sino que a veces saqueaban a toda la ciudad.
Mientras que la tradición dictaba que los rusos debían preparar la mesa para sus invitados y saludarlos con pan y sal, la aparición brutal de los invasores foráneos provocó una transformación de esta actitud inicialmente muy generosa. Como resultado, los rusos comenzaron a sospechar de los visitantes: ¿Quién es este?, ¿de dónde viene? y ¿qué es lo que quiere?
Hasta cierto punto, esta contradicción en el comportamiento de los rusos se ha convertido en su rasgo nacional, y hoy en día, los rusos no suelen sonreír a los extraños hasta que descubren cuáles son sus intenciones. pero pese a los miedos y sospechas, alimentan a sus invitados y los alojan en su casa por la noche sin falta.