“¡Preparado, listos, ya!”, grita el papá. Vasilisa sale y va rápidamente sobre el snowboard hasta el trampolín. Doble giro hacia adelante y un aterrizaje suave. Hay ligereza en cada movimiento. “Ay, Vasia”, grita papá. No sería raro si no se tiene en cuenta que Vasilisa tiene cinco años.
A Natalia y Antón Yermákov les encanta el snowboard desde hace mucho pero no tenían previsto montar a su hija sobre la tabla. Fue por azar: “Descargamos los utensilios, vio mi snowboard, se puso de pie en él y se fue de la montaña”, dice Natalia. Antón y ella se quedaron de pie, mirando boquiabiertos. Vasilisa tenía tres años.
Los padres decidieron que primero probara el esquí alpino. Vasilisa lo hizo durante todo el invierno, y luego, caminando con su padre cerca de la casa vio a unos chicos patinando en un monopatín y se quedó prendada. Entonces compraron monopatines para toda la familia y empezaron a patinar juntos y a prepararse para la temporada de invierno.
Vasilisa se puso de pie en en un snowboard a los cuatro años y medio. Tres meses después ya había entrado en el Libro de los Récords de Rusia, como la persona más joven en hacer un salto de 540º en una tabla de snowboard.
Los padres nunca forzaron a la niña a que practicara, de hecho, al principio ni siquiera querían comprarle una tabla de snowboard. Pero Vasilisa la pidió por su cumpleaños.
“Es como una fanática, quiere patinar todo el tiempo”, dice Natalia. A veces los padres le preguntan a la niña si quiere descansar un poco, pero ella se niega. Vasia pide ir a patinar cada fin de semana, en invierno a la montaña y en verano, con monopatín.
Antón, el padre, es un snowboarder profesional que entrena a su hija en el complejo deportivo Kant, a 5 minutos en coche de la casa. Vasilisa incluso cuenta con un espacio donde puede practicar todo lo que quiera. También hay un centro con trampolines, donde la niña entrena una vez a la semana, trabaja los saltos y los giros, que luego lleva a las pendientes.
La niña no tiene miedo ni a velocidad ni la altura, ni tan siquiera a las caídas. En verano practicaba descenso con el monopatín. Se cayó un par de veces y se rasgó la piel en la mejilla. Pero solo lloró cinco minutos y luego volvió a la montaña.
A su madre también le encantan los deportes extremos y no tiene miedo cuando la hija trata de hacer trucos difíciles y saltos altos. “A mí misma me encanta y confío en ella. Nos preparamos muy bien. Me maravillo y me digo, wow, hay cosas que no puedo hacer”, comenta.
A Vasilisa le gustan especialmente las competiciones y no se pone nada nerviosa. Le gusta mucho cuando alrededor hay muchos niños con snowboards. Hace no mucho Vasia ganó una competición de velocidad de eslalon en la escuela de esquí Krylovij.
“En Rusia todavía no está desarrollado un amplio movimiento de snowboard para niños”, comenta Natalia, pero, según sus palabras, hay una tendencia positiva. El año pasado en la competición en la escuela de Kryolovij hubo siete niños y este año han sido 50. Todos los padres colocan a los niños sobre la tabla desde los primeros años.
“Mamá, yo también quiero”, Vasilisa mira en la tablet un vídeo de deportes extremos internacionales, de X games, en el cual un snowborder hace un triple cork, un triple salto dando la vuelta. La niña todavía no sabe hacer algo así, aunque ya domina hacer un giro de 720º de espaldas.
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