Franco contó al periódico ruso Komsomólskaia Pravda que, en 2012 dio un giro radical a su vida sedentaria en una oficina cuando decidió emprender su primer gran viaje. Se compró un viejo minibús Volkswagen del año 1985, dejó el trabajo y se fue a conquistar el mundo. Por el camino conoció a Olga Jrustaliova, de Riazán. Sus caminos se cruzaron en 2014 en Paraguay, donde la chica se alojaba en casa de unos amigos. Empezaron a salir y finalmente decidieron dejar la vida rutinaria y dedicarse a recorrer nuestro planeta.
Desde entonces, han cruzado toda América Latina: Olga dice que los viajes la obligaron a aprender el español a ritmo de vértigo, ya que en los lugares por los que pasaban (la pareja suele elegir rutas poco turísticas y muy poco conocidas), casi nadie hablaba inglés.
Curiosamente, en Panamá, en una aldea india de Guna-Yala, Olga se cruzó con un panameño que le habló... ¡en ruso! “Resulta que en la época soviética estudió en Kiev y luego trabajó en Rusia. Fue como un milagro encontrarse con un indio rusohablante en medio del Caribe. Nos enseñó su aldea, donde realizan labores como ecologistas: limpian los alrededores de basura y salvan a tortugas. Me impresionaron los brazaletes que las mujeres locales llevan en las manos y en los gemelos”, contó Olga a Komsomólskaia Pravda.
De Tierra del Fuego a Alaska y Rusia
El objetivo principal de esta joven pareja era cruzar América Latina y Norteamérica y llegar hasta Alaska. Una vez cumplieron ese sueño, se preguntaron a dónde dirigirse. Así surgió la idea de recorrer Rusia y después Asia. Franco y Olga mandaron su minibús en barco a Alemania y desde allí se dirigieron al país eslavo.
Ahora, en Riazán, ya están planeando sus nuevas aventuras: tienen pensado llegar hasta Altái y el lago Baikal y después dirigirse a Kazajistán, Tayikistán, Afganistán... Solo existe un inconveniente: no podrían viajar con temperaturas inferiores a 0ºC y con nieve, así que tendrán que planear muy bien la ruta y las fechas del recorrido.
Lomito argentino
La pareja reconoce que no es nada fácil viajar y ganarse la vida al mismo tiempo. Al principio, Franco intentó trabajar de camarero en bares y vender agua en las playas, pero esto frenaba mucho los viajes, hasta que un día se le ocurrió que podría vender algo preparado en su minibús. Y decidió apostar por el lomito (sándwich argentino) que adaptaba a los gustos en cada país. “Cuando freímos la carne, añadimos un poco de alcohol o licor de hierbas. En cada país elegimos una bebida diferente”, cuenta Franco y añade que en Rusia todavía no lo tiene tan claro… ¿Será el vodka demasiado fuerte?..
Aquí te contamos la historia de un “loco ruso” que desafía a América Latina.