El hotel, de tres estrellas, está situado cerca del centro de negocios de la ciudad de Moscú. Las habitaciones tienen una cama, un televisor grande y un espejo que cubre toda la pared. En las camas hay una muñeca morena, otra asiática, la rusa y la llamada Lolita, que tiene una talla 8 de pecho. Son muñecas sexuales, creadas por la franquicia española Lumidolls. Todo es altamente higiénico, afirma el personal.
El primer burdel de muñecas sexuales de silicona abierto en Rusia cobra cinco mil rublos (unos 80 dólares) por hora. Pero no se parece en nada a lo que hemos visto en la serie Westworld. Sus trabajadoras son “frías” (aunque pueden ser “calentadas”), “duras” y “en vez de lengua tienen protuberancias y vellosidades”. Parece que no hay nada en su interior, cuando “metes los dedos en su garganta, vas directamente al cerebro”.
Esta fue la descripción exacta aparecida en un artículo publicado en una web federal de noticias, The Village, escrito por un periodista que había sido enviado en una curiosa misión editorial: tener sexo con una de estas muñecas y luego contarlo a sus lectores.
Sin embargo, lo que provocó el estallido social no fue el experimento periodístico en sí, sino una parte del artículo dedicado a la exnovia del autor.
A juzgar por el texto, el juguete sexual no evocó en el periodista las emociones que se necesitan para llevar a buen puerto el encuentro íntimo. Por ello, el joven abrió en su teléfono algunas fotografías de su ex, describiendo en detalle en el texto algunos episodios íntimos de su vida amorosa, incluyendo momentos en los que tuvieron sexo oral. Fue este recuerdo el que le ayudó a “completar” la misión asignada, admite en el artículo, firmado con un nombre inventado.
Sin embargo, a la mañana siguiente el anonimato se hizo añicos. “Hola. Soy la ex del artículo de The Village. Y explicaré por qué me parece que esto está mal”, escribió la periodista de 22 años Nina Abrósimova en su página de Facebook.
Explicó que su identidad y la del autor son bien conocidas entre los periodistas y los editores de la publicación, razón por la cual incluso el artículo anónimo era una gran invasión en su vida privada. “Mis manos se enfrían cuando leo esto. El texto fue escrito y publicado con la plena comprensión de que miles de personas ahora me verían desnuda. Esto es humillante para mí. (...) Al final del día estaba siendo discutido por un cuarto de millón de personas en mi twitter. Ojalá nunca hubieras escrito este texto. Pero como te permitiste el hacerlo, he decidido decirle a todo el mundo que eres el autor del texto”, escribe Nina.
El desenmascarado autor del artículo, Kiril Rúkov, de 24 años, respondió en un mensaje público que no tenía la intención de ofender a nadie con el texto, mientras que la imagen de su ex es “colectiva”.
“Nina, no nos conocemos, pero te apoyo, simpatizo contigo y espero que olvides esta repugnante situación lo antes posible”, comenta Ekaterina Ilichiova. Hay muchos simpatizantes que piensan lo mismo que ella.
“El artículo es repulsivo. ¿Por qué describir el sexo con alguien que se ha convertido en un extraño / sin su acuerdo / preservar sus fotos y masturbarse con ellas? ¡Y escribe sobre ello públicamente!”, escribe perplejo el usuario @frost_bluebbery en Twitter.
Mucha gente dirigió sus preguntas no al autor sino a la redacción del periódico, que publicó este artículo. ¿Por qué el editor no le dijo al autor que eliminase algunos de los detalles más explícitos? ¿Cuál es la posición ética de The Village? ¿No saben en su pequeño y podrido mundo que la vida privada de las personas tiene límites?
La editora jefe delVillage, Tatiana Simakova, subrayó que el artículo estaba inicialmente planeado para ser anónimo y que nadie en la redacción supiese lo que era cierto en él y lo que era “un informe sobre las fantasías de una persona que se masturbaba”. Añadió que la idea detrás del artículo era “mostrar lo importante que es la humanidad incluso en el sexo” y lamentó que este concepto no se expresase plenamente.
Muchos de los comentaristas no pudieron entender la reacción de Nina y decidieron que su acto era una forma muy extraña de adquirir popularidad. “La señora estaba molesta porque el autor la había mencionado de forma completamente anónima y usaba un seudónimo. Le molestó que un pequeño grupo de gente reconociera a la protagonista del artículo y decidiera tocar las trompetas por todo Internet, obteniendo el Efecto Streisand. Ahora la mitad de Internet habla de ello. Alabemos a la señora por su lógica”, cree Dave Mastein.
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