Ocultando el dolor: una artista tatuadora rusa ayuda a las mujeres a borrar el pasado

Estilo de vida
MARÍA ÁZHNINA
Evguenia Zajar de Ufá (Baskiria, 720 millas al este de Moscú) no cobra nada por sus horas de trabajo. Sus clientes reciben más que un hermoso tatuaje corporal. Levantándose del sofá, lo hacen llenas de esperanza para una nueva vida llena de felicidad.

Llevo 10 años en el negocio del tatuaje. Dibujaba mucho y luego empecé a tatuarme. Es un trabajo divertido ser un maestro del tatuaje. Siempre hay gente dando vueltas por el estudio, clientes agradecidos vienen a por su dosis. La vida es para los vivos, supongo. Pero un día me topé con un artículo sobre Flavia Carvallo, una brasileña artista de tatuajes que ayuda a las víctimas de la violencia doméstica a cubrir sus cicatrices, y pensé: “¿Por qué no intentarlo?”.

En mi pequeño y alegre mundo, ni siquiera se me había ocurrido pensar en todas esas mujeres que sufren violencia doméstica. Ya he conocido a unas 100 clientas. La razón principal por la que vienen es para desahogarse en el sofá, contar su historia y luego olvidarse de ella para siempre. He oído tantas historias que es hora de escribir un libro. Intento ser su amiga, y parece que funciona. Muchas me traen dulces de agradecimiento. Me dicen que dos horas de dolor conmigo les ayuda a olvidar años de tormento.

He recibido cartas de toda Bashkiria. Jóvenes y viejas, tranquilas e histéricos... Están todas unidas por una cosa: el dolor. Todas dicen que no pueden ver sus cicatrices porque les recuerdan el día en que su hombre amado les golpeó.

“En 2009, mi ex marido y un compañero suyo me recogieron del trabajo y me llevaron al bosque. Para matarme, resultó ser. Estaba embarazada... Necesité tratamiento durante mucho tiempo, pero al final los médicos me salvaron a mí y a mi bebé”.

“Después de aquello hablé con Evguenia y decidí hacerme un tatuaje de una mariposa. Es un símbolo de reencarnación para muchas personas en todo el mundo. Esta mañana alguien empujó un ramo de rosas a través de la reja de la ventana, sin ninguna nota. Creo que es una buena señal”.

El ex-marido de Viki cumplió condena por este crimen. Al ser liberado fue asesinado, según parece, en una pelea de borrachos.

“Cuando tenía 14 meses de edad, me escaldaron con agua hirviendo. Me provocaron quemaduras corporales en un 84% del cuerpo y estuve un mes en coma. No puedo tener hijos. En los años 90 opté por la cirugía plástica para ocultar las cicatrices. Este tatuaje ha cambiado mi vida, porque ahora no tengo nada de qué avergonzarme. Soy quien soy”.

“Hace siete años conocí a un tipo. Todo iba bien, y planeábamos casarnos. Un día llegó borracho a casa y me golpeó. Lo hizo en el pecho y el abdomen. Hice las maletas y fui a casa de mi madre, luego dejé Beloretsk para ir a Ufá. Pasó un año, pero las lesiones físicas no se habían curado: todavía tenía un hematoma abdominal e hinchazón en el pecho. Tuve que someterme a algunas operaciones”.

“Ahora tengo estas cicatrices y no puedo dar a luz. No puedo tener relaciones con hombres. Estoy muy avergonzada de desvestirme delante de cualquiera y avergonzada de contar esta historia. Quise cubrir todos los viejos recuerdos con tatuajes”.

“Hace dos años mi trastornado esposo me apuñaló con un cuchillo de cocina. El corte fue profundo y me desgarró el hígado. Tuve una hemorragia interna. Agradezco su trabajo a los médicos, pero los puntos eran toscos y las cicatrices muy grandes”.

“No presenté cargos contra mi marido. Me pidió que volviera. Intenté vivir con él un tiempo, pero no pude. Nunca admitió su culpa, dijo que no recordaba nada y que era yo la que me había autolesionado”.

“Escuchando eso, me arrepentí de no haber presentado cargos, pero creo que la vida se lo devolverá al final. Lo estoy haciendo bien todo ahora, pero estas cicatrices no me dejaban olvidar aquel día horrible. Por eso decidí hacerme un tatuaje”.

La vida con su hombre nunca fue fácil para Nadiezhda, pero un día este se pasó de la raya. La agarró, la ató a la cama y empezó a apagar cigarrillos en su cuerpo. Luego le hico cortes en los brazos con un cuchillo. Necesitó cinco sesiones para deshacerse de las cicatrices. Todavía quedan unas pocas.

Aunque cada tatuaje cuesta entre 2 y 4 mil rublos, no puedo aceptar dinero de estas mujeres. Así me criaron mis padres. Las que tienen dinero lo pagan. Pero algunas clientas obviamente no pueden permitírselo. Tengo muchas más reservas, unas 200 más. La violencia doméstica es como la guerra, desafortunadamente. Es interminable.

Si te interesó este texto, deberías leer nuestro artículo sobre el grave problema de la violencia de género en Rusia.