La guerra del caviar: así luchan los servicios se seguridad contra el mercado ilegal

Estilo de vida
NIKOLÁI SHEVCHENKO
Antes de que una lata llegue a la mesa, el caviar puede provocar crímenes, arrestos y que las comunidades locales del este de Rusia estén tentadas de meterse en un peligroso negocio

Miles de familias rusas se quedaron sin aliento frente a sus televisores el pasado 2 de noviembre al ver las noticias que venían de Kamchatka, una de las regiones más remotas del país.

El Servicio Federal de Seguridad hizo una redada en un almacén clandestino y encontró 25 toneladas de caviar extraído de manera ilegal. Tenía un valor de 1,2 millones de dólares.

La ley prohíbe hacer uso de los productos confiscados así que los investigadores no tuvieron más opción que destruir este manjar tirándolo a un vertedero improvisado. Las impactantes escenas dejaron a muchos rusos, que no pueden tomar este caro producto, muy sorprendidos. Aunque los agentes del FSB tenían sus razones para destruirlo.

Un ataúd lleno de caviar

La extracción ilegal de caviar y su posterior venta en el mercado negro es algo extendido por las regiones rusas famosas por la abundancia de salmón del Pacífico y del esturión europeo, especies que colocan huevos rojos y negros, respectivamente. Debido al alto volumen de captura durante la temporada de desove y al continuo aumento de los precios el negocio se volvió tan lucrativo que provocó la intervención del FSB. Este poderoso organismo estatal es responsable, entre otras cosas, de las operaciones de contrainteligencia y de antiterrorismo en Rusia.

Los esfuerzos de los órganos de seguridad son tan eficientes que incluso caza a los traficantes más creativos. En un famoso caso, la policía de tráfico paró un coche fúnebre en una carretera del Lejano Oriente y descubrió 551 kg de caviar negro escondidos en un ataúd. El valor de este descubrimiento ascendía a unos 70.000 dólares. Se destruyó el producto de lujo y el conductor recibió una enorme multa y una sentencia.

En el otro lado, hay contrabandistas que consiguen llevar el producto hasta la capital rusa, donde hay una gran demanda y unos altos precios que hacen que valga la pena correr el riesgo.

Huevas en punto muerto

Nadie conoce el volumen exacto de caviar producido de manera ilegal, pero los expertos estiman que es la mitad del mercado nacional de Rusia. Aunque se hace imposible medir con precisión los volúmenes de producción.

“Se puede estimar que la capacidad del mercado legal de caviar negro en Rusia es de unas 19 toneladas”, dice un estudio de 2012 realizado por Agriconsult Company, especializada en servicios de consultoría en el sector agricultor y alimentario. En un estudio alternativo realizado por Alto Consulting Group en 2016 se dice que la producción es de 9,6 toneladas.

El rápido declive en la producción ha hecho que aumenten los precios. Entre 2014 y 2017 han crecido un 45%.

Ahora que se acerca la temporada de Año Nuevo en las tiendas de Moscú las latas de 100 gramos de caviar negro cuestan entre 85 y 100 dólares. Las de caviar rojo van de los 8 a los 10 dólares por 100 gramos.

En el Lejano Este hay otras normas completamente diferentes. Los locales venden caviar sin etiquetar a los pasajeros en las estaciones de tren en mayor volumen. Aunque las autoridades alertan contra la compra de este tipo de caviar, pocos pueden resistirse ante las enormes diferencias de precio.

En busca de caviar barato la gente prefiere mirar hacia otro lado e ignorar los informes sobre las violaciones en la producción y almacenamiento de este raro producto.

Los que viven a base de la producción ilegal de caviar no están dispuestos a dejar de suministrarlo a un mercado tan lucrativo y se arriesgan por conseguir beneficios. El círculo vicioso continúa y la policía sigue confiscando toneladas de caviar cada año.

Para los locales los riesgos aumentan de manera proporcional al continuo aumento de los precios. A medida que se acerca la temporada vacacional y aumenta la demanda, es seguro que habrá arrestos y redadas. Pero tanto los contrabandistas como los policías saben una cosa: la guerra del caviar está lejos de acabar en Rusia.