El verano pasado, una mujer de la ciudad rusa de Cheliábinsk (1.800 km al este de Moscú) viajaba con su hija y una amiga cuando se encontró con una parada de autobús de lo más inusual en medio del campo.
"Desde la distancia, parecía que estaba decorada con grandes guijarros de colores", contó Svetlana Riabokón. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el edificio en realidad estaba cubierto con fragmentos de tazas de porcelana rotas, platillos y cuencos.
¿A quién se le ocurrió una idea así? Resulta que en aquella región, allá por 1996, unos trabajadores de Kazajistán decoraban paradas de autobús con guijarros de colores, pero se les acabaron, por lo que preguntaron a una fábrica de porcelana en Yuzhnouralsk (a 90 km de Cheliábinsk) si tenían algún excedente que pudiesen aprovechar. Afortunadamente así era y aquella factoría entregó a los trabajadores una gran cantidad de vajilla que les sobraba y que los kazajos utilizaron minuciosamente para dar un aspecto alegre a la parada de autobús.
Aparentemente, los lugareños le tienen un gran cariño a estas coloridas paradas, de las cuales solo existe un puñado. Inicialmente se planearon muchas, pero los trabajadores al parecer se cansaron de pegar cada pequeña pieza de porcelana en las paredes. ¡Qué perezosos!