Una versión del origen de este proverbio es bastante cruel. Entre el siglo XV y el XVIII existía en Rusia un castigo para los deudores que se llamaba praviozh. Consistía en golpear al deudor por los pies desnudos hasta que el culpable accediera a devolver todo. Sin embargo, existía la posibilidad de que, por el dolor, un inocente asumiera una culpa inexistente, sólo para detener la tortura. Así que no había forma de averiguar si alguien era realmente culpable o no. Y si no tenía dinero, tampoco podría pagar su deuda. Por eso decían que "no había verdad en los pies".
Además, los terratenientes obligaban a permanecer de pie durante mucho tiempo (sin posibilidad de sentarse) a aquellos a los que querían castigar o hacer confesar su crimen. Si el supuesto culpable no confesaba, estaba claro que no había verdad en los pies.
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