Ya vuelve ese momento del año. La idea de los exámenes finales tiene mucho peso en la mente de los estudiantes rusos, pero en cuanto estos acaban llegan las celebraciones de graduación, que suponen un consuelo y una celebración de inspiración soviética. Hemos visitado una escuela en el suroeste de Moscú para investigar cómo lo hacen.
Salvados por la campana
“La última campanada” es como los rusos llaman al último día de clase y es un rito de paso que se remonta a los años 50. Los exámenes son motivo de preocupación, pero en este día lleno de singularidades, los 20 estudiantes que se gradúan en la escuela Nº 2035 pueden ser ellos mismos durante un rato.
No es que sea un día para relajarse. De hecho me sorprende ver el gran esfuerzo que han hecho las chicas para la preparación. Visten trajes con delantal del siglo XIX, que parecen más para hacer una limpieza que para una ceremonia de graduación.
Cuando les pregunto que me cuenten algo sobre esos desmesurados trajes, una estudiante llamada Ksenia me dice en un inglés fluido que “lo hacen como un tributo a sus padres y abuelos, que también hicieron esa ceremonia”. “No es tan importante para nosotros, pero durante un mes nos quedamos en la escuela tras acabar las clases para practicar el baile”.
El baile no es el típico baile de adolescentes sino que presentan un elaborado vals, bien ensayado. Impresiona y deja contento a todo el mundo.
Sorprende lo tradicional que es la ceremonia y lo mucho que se involucran los jóvenes. Aunque tratan de explicarlo con la típica desgana adolescente, está claro que esta ceremonia significa algo para ellos.
“Estamos empezando algo nuevo, dejamos atrás una parte de nosotros”, dice Ksenia, que explica cómo plantan un abedul con los alumnos de primer grado, un ceremonial momento en que se produce el paso del testigo. Obviamente, en Rusia hay una curiosa obsesión con el abedul, que se utiliza para hacer jugos y exfoliantes de baño, entre otras cosas. ¿Por qué no usarlo en las ceremonias de estudiantes?
Después le sigue un momento en el que se sueltan globos al aire, que Nikolái nos lo describe poéticamente como “dejar que nuestros sueños vayan al cielo”.
Calma antes de la tormenta
Evidentemente, se nota que la ostentosa y anticuada estética de “la última campanada” está organizada por los profesores y se palpa en el ambiente que todavía están por llegar las fiestas de verdad. Aunque me aseguran que las celebraciones que le siguen a “la última campanada” serán más bien tranquilas: “dar una vuelta, ir al centro, ese tipo de cosas”. Los estudiantes prefieren hablarnos sobre la fiesta de graduación que tendrá lugar dentro de un mes.
Suelen ser glamurosas celebraciones, a veces en el centro de la ciudad y en otras ocasiones en clubes de fiesta.
“Iremos juntos a un restaurante para celebrar que hemos aprobado”, dice Ksenia. Cuando les preguntamos si los padres pagarán los 600 dólares de la fiesta, son más reacios a responder. “No lo sabemos, pero es un poco caro, sí”, dice uno.
¿Qué hay por delante?
Al contrario que lo que suele pasar con los estereotipos de los adolescentes, la mayoría de los estudiantes parecían más centrados en sus resultados y ambiciones y tenían grandes planes de cara a la universidad.
“Voy a ir a la Universidad Bauman a estudiar física”, dice Nikolái. “Quiero convertirme en un ingeniero en radiotecnología y construir componentes para satélites, cosas así”.
Azat, amigo de Nikolái, nos comenta que su sueño es ir a la Universidad Estatal de Moscú, donde le gustaría estudiar sociología.
Ksenia pretende ir a la Universidad Estatal Lingüística de Moscú. “Quiero estudiar inglés y chino y hacerme intérprete. Viví allí [en China] un tiempo y me gustó. Mi padre trabajó allí en el Ejército ruso”.
Me quedo perplejo por que no solo saben el ámbito de estudio y la universidad a la que quieren ir, sino porque también saben exactamente qué tipo de carrera pueden hacer.
Obviamente no todo el mundo estaba en la misma situación, había estudiantes con planes más abiertos.
“Haré los exámenes de tecnología e inglés”, comenta Alex, “pero no sé cómo conectar estas dos materias. Quizá me acepten en la universidad. No me tomaré un año sabático porque me harán ir al ejército”, bromea.
Aunque antes los estudiantes tienen sus, sorprendentemente modestos, planes de verano. Conocedores de la gran cantidad de tiempo y energía que les llevarán los exámenes estatales, no parecía que los estudiantes estuvieran tentados por los equivalentes de Magaluf o Cancún.
“Simplemente me voy a relajar, no quiero ir a ningún sitio”, dice Alex.
Por su parte Ksenia está encantada con “salir a dar un paseo” este verano.
Supongo que algunos son de fácil conformar.
Aquí te mostramos las fotos de “la última campanada” de este año.