Los científicos soviéticos tenían muchas ideas para cambiar el mundo. En tiempos de confrontación con EE UU pensaron numerosos proyectos potenciales con los que poder tomar ventaja ante el enemigo.
Algunas de las ideas más prácticas de aquella época se implementaron y todavía se siguen utilizando en el ámbito científico y militar. Las armas láser que imaginaron los innovadores soviéticos hace mucho tiempo se están convirtiendo en realidad.
En cualquier caso, algunos de los proyectos más extraordinarios se abandonaron y se olvidaron. Vamos a recordar algunos de ellos para comprobar lo lejos que podía volar la imaginación de estos soviéticos.
En 1923 el ingeniero eléctrico Bernard Kazhinski sugirió la realización de un proyecto extraordinario llamado “radio cerebral”, que podrá convertir impulsos cerebrales en señales de larga distancia. Sugería que los humanos somos como estaciones de radio vivientes que podríamos funcionar como una transmisor y receptor de señales. Visitó Europa y América del Norte donde dio varias conferencias y obtuvo el apoyo de las autoridades soviéticas para llevar a cabo su proyecto.
Bernard Kazhinski.
Foto de archivoEn 1924 realizó sus primeras pruebas en Moscú. Realizó un experimento en el que, utilizando ondas de baja frecuencia, pretendía que unos perros escogieran el libro adecuado de una pila situada en una habitación adyacente y se lo entregase a los miembros de una comisión. El experimento tuvo éxito aunque posteriormente los animales rechazaron seguir las órdenes. Los perros actuaron en un circo y el entrenador escribió una carta a Kazhiski en la que decía que su experimento era irracional y no debería seguir con él.
En su momento atrajo la atención de los servicios secretos, interesados en utilizar la radio para influir en la mente de las personas. Según algunos, Kazhinski se negó a continuar con su trabajo cuando se enteró de ello, aunque siguió creyendo en su proyecto. Hubo otros científicos que volvieron a intentarlo después de él pero nunca hubo un desarrollo relevante. La idea se abandonó y quedó postergada para momentos mejores. Era demasiado cara y no había realmente una necesidad.
La idea de una máquina que pudiera viajar bajo tierra, atravesando rocas y tierra, no estaba solamente en la mente de los escritores de ciencia ficción sino también en la de los científicos y políticos soviéticos.
Topo de combate.
Foto de archivoUn vehículo militar como este sería capaz de destruir las instalaciones subterráneas de los enemigos y de realizar operaciones defensivas tras las líneas enemigas.
El primer proyecto de un aparato como este apareció en Moscú a principios de los años 20 gracias al ingeniero Piotr Rasskázov, aunque sus ideas tardaron en implementarse. Tras su muerte en 1904 no fue hasta la década de los años 30 cuando volvieron a tomarse en cuenta.
Según algunas fuentes, el ingeniero soviético Alexánder Trébelev adquirió los diseños alemanes del llamado “subterreno” y, con la ayuda de las autoridades, construyó el primer prototipo copiando a un topo real. Su objetivo era realizar acciones pacíficas como la minería, la colocación de cables o la exploración geológica. Aunque fue abandonado porque las autoridades se centraron en otro tipo de proyectos.
En los años 60 la idea obtuvo un nuevo impulso gracias al apoyo que recibió de Nikita Jrushchov y se mantuvo todavía más en secreto que el proyecto nuclear soviético. En tan solo dos años se levantó una fábrica para “subterrenos” en Crimea.
Los científicos crearon una nueva modificación con muchas capacidades increíbles. Se llamaba “Topo de combate” y operaba con energía nuclear y tenía una longitud de 35 metros. Tenía una velocidad máxima de 7 km/h y podía llevar una tripulación de cinco personas además de 15 soldados.
La primera prueba del “subterreno” se realizó en los Urales y fue todo un éxito. Pudo cubrir 15 km por dentro de una montaña y destruir el supuesto búnker de un enemigo. Aunque el segundo test no fue tan bien. El Topo se explotó y mató a todos los miembros de la tripulación. No se han revelado las causas de aquella explosión pero se abandonaron las pruebas y cuando Leonid Brézhnev llegó al poder el proyecto se abandonó. Este mandatario soviético prefirió impulsar los proyectos de exploración espacial.
En los años 60 numerosos países trataron de buscar métodos para influir en el clima y las condiciones meteorológicas. En una guerra tal capacidad es capaz de dar grandes ventajas frente al enemigo, de modo que los entusiastas científicos soviéticos exploraron la idea, sobre todo después de conocer que EE UU también estaban trabajando en un arma similar.
Oficialmente la ONU estableció en 1977 una convención que prohibía el uso del clima como arma, EE UU y la URSS siguieron trabajando en ellos y establecieron complejos meteorológicos que supuestamente podrían influir en la ionosfera (que se encuentra entre 80 y 1000 km sobre la supercicie de la Tierra).
“SURA”, situado a 100 km de Nizhni Nóvgorod es un complejo de este tipo y comenzó a funcionar en los años 80. Al igual que el complejo estadounidense HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program) se construyó para hacer experimentos en la ionosfera. Entonces los residentes que vivían cerca observaron extraños sucesos en el cielo, como brillos y rojas esferas que se movían en el cielo. Aunque estas anomalías no fueron más que el brillo de formaciones de plasma que surgieron como resultado del trabajo en estos complejos.
Actualmente hay numerosos rumores alrededor de estos complejos meteorológicos aunque los expertos afirman que toda esta palabrería acerca de las armas climáticas carece de base. Para poder influir sobre el clima a una escala global se necesitarían colosales recursos en una territorio que solo abarca varios miles de metros cuadrados. Dado que todavía no comprendemos del todo los mecanismos del clima el resultado potencial es completamente impredecible.
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