Georgui Svirídov (a la derecha). 1986 .
Yuri Belinsky/TASSIncluso quienes nunca se han interesado por la música clásica pasaron muchas décadas escuchando cada tarde el ritmo vivo y enérgico de su suite “¡Tiempo, adelante!”, que sirvió de sintonía musical para las noticias del Primer Canal de la Televisión Central de la URSS y más tarde de la televisión rusa.
Todos los niños de aquella época podrían cantar de memoria el trágico “Romance” de Svirídov que sirvió como banda sonora para la película La tempestad y que a menudo suena fuera del repertorio en muchos conciertos de música clásica. Svirídov vivió todas las desventuras por las que pasó Rusia en el siglo XX y las recogió en su música, que por ello resulta enormemente familiar para todos los rusos.
Svirídov nació durante la Primera Guerra Mundial en el interior del país, en una pequeña ciudad de la región de Kursk.
Dos años después, cuando tuvo lugar la Revolución de Octubre, su padre tomó partido del lado de los bolcheviques y en 1919 fue fusilado por el Ejército blanco. La madre de Gueorgui quedó viuda con dos hijos. Como su marido fue comunista, recibió la ayuda del nuevo gobierno: le dieron a elegir entre una vaca o un piano de cola confiscado a una familia noble. Por extraño que pueda parecer, escogió el piano. Según señalan muchos biógrafos del compositor, ya se había dado cuenta de la extraordinaria atracción que su hijo de cuatro años sentía por la música.
El niño tardó en aprender a tocar el piano, ya que abandonó las clases al poco tiempo. Sin embargo, aprendió por su cuenta a tocar la balalaika, instrumento popular de cuerda que no puede faltar en ninguna fiesta rusa. Los profesores de la escuela de música en la que estudiaba cuando su familia se mudó a Kursk reconocieron rápidamente el don musical de Svirídov y le aconsejaron que se tomara en serio sus estudios. A los 17 años se marchó a Leningrado e ingresó en un instituto musical.
Durante sus años de estudiante escribió su ciclo de romances basados en versos de Pushkin. Aunque todavía estaban por llegar las lecciones más importantes para Svirídov. En el conservatorio de Leningrado tuvo como profesor a Dmitri Shostakóvich, que siguió siendo su mentor, su amigo y consejero durante muchas décadas.
Su brillante graduación en el conservatorio, confirmada por su Primera Sinfonía y su Concierto para cuerda, prácticamente coincidió con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Svirídov fue desmovilizado inmediatamente y fue a parar a una escuela militar. Por suerte, varios meses después pudo retirarse debido a su estado de salud, en el que habían causado estragos el hambre de la infancia durante la guerra civil y el agotamiento físico durante su juventud. El futuro compositor se vio obligado a recuperar con gran esfuerzo la formación musical que no había adquirido en la infancia.
“¡Tiempo, adelante!”
Los años de la guerra fueron un periodo enormemente agitado para Svirídov: tras unirse a la evacuación de la Filarmónica de Leningrado a Novosibirsk compuso numerosas obras, muchas de ellas para el teatro.
Fue una época de gran actividad artística y de definición de prioridades que provocó un verdadero despegue de la carrera profesional de Svirídov en los años 50. Su repertorio ya contaba con composiciones sinfónicas e instrumentales, así como con bandas sonoras para películas y obras de teatro.
Aunque Svirídov sonaba con mayor claridad cuando unía su música con la palabra poética. Escogió los versos de poetas como Alexander Blok y Serguéi Esenin, “medio prohibidos” o “medio permitidos” durante la época soviética. La capacidad de estos poetas para expresar las vicisitudes del alma cautivó no solo a los compositores, sino también al público.
En los años 60 el compositor recibió una de las más importantes condecoraciones de la URSS, el premio Lenin por su “Oratorio Patético” basado en unos versos de Vladímir Maiakovski. Otras muestras del reconocimiento que obtuvo Svirídov fueron los dos Premios Estatales de la URSS por su ciclo de “Canciones de Kursk” y su “Guirnalda de Pushkin”, así como el título de Héroe del Trabajo Soviético, un título que en raras ocasiones se entregaba a artistas. En la actualidad, las obras de Svirídov siguen interpretándose en las salas de conciertos rusas.
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